26 de junio 2007 - 00:00

Charlas de quincho

Con un día de atraso pero con la información de fiestas políticas y onomásticas, entregamos las charlas de esta semana. Obviamente, hubo varias celebraciones de la victoria de Mauricio Macri, que contrastaron con la impenetrabilidad del quincho de Olivos. Sin embargo, el cumpleaños de un magistrado -con invitados ataviados sólo con toallas, como si estuvieran en la antigua Roma- fue lo más espectacular de la semana. Y hablando de Roma: un hombre que supo estar cerca del Vaticano (y de cuanto político hizo campaña en la última década) le festejó los 60 años a su esposa. Con corbata amarilla y camisa blanca, como corresponde a un hombre de su condición. Veamos.

Sabedor de que habría fotos, el juez Norberto Oyarbide evitó ataviarse (o no)como casi todos los invitados a su cumpleaños en un conocido spa. Flanqueadopor los dueños de Colmegna, bebió champagne, comió torta y escuchómúsica de cámara (arriba). Ernesto Burzaco, Diego Guelar, Norberto Grandetti, JorgeMacri y Federico Pinedo, en el restorán El Globo. Una de lastantas celebraciones por la victoria de Mauricio Macri, peroésta con preguntas sobre su futuro gabinete (abajo).
Sabedor de que habría fotos, el juez Norberto Oyarbide evitó ataviarse (o no) como casi todos los invitados a su cumpleaños en un conocido spa. Flanqueado por los dueños de Colmegna, bebió champagne, comió torta y escuchó música de cámara (arriba). Ernesto Burzaco, Diego Guelar, Norberto Grandetti, Jorge Macri y Federico Pinedo, en el restorán El Globo. Una de las tantas celebraciones por la victoria de Mauricio Macri, pero ésta con preguntas sobre su futuro gabinete (abajo).
  • Quincho imposible de penetrar, el de ayer al mediodía en Olivos, lugar elegido por Néstor Kirchner para «saber bien qué pasó -referencia a las dos elecciones perdidosas del domingo-, porque hay gente que está viendo y pidiendo otra cosa». Casi una manifestación de realidad antes de volver a la residencia, donde compartiría comida de dieta con su esposa Cristina y Alberto Fernández, por lo menos. Igual, en la mañana de la Casa de Gobierno, el Presidente habló con cercanos (Oscar Parrilli, Aníbal Fernández, Carlos Zannini) y algunos más alejados (el intendente de Morón, Martín Sabbatella), trabajosos diálogos que permiten reconstruir un estado de ánimo y alguna forma de estrategia futura. Veamos esas expresiones:   
  • «Tranquilos, tranquilos», les dijo a varios. Para agregar luego: «No se preocupen, esto no tiene efecto sobre nosotros, pues la política nacional va por un carril y la porteña por otro. Muchos de los que votaron a Macri nos van a votar a nosotros». Luego, instó a seguir trabajando y no distraerse.   
  • «¿Se posterga lo de Cristina?», preguntó uno. «¿Cómo se va a postergar algo que no tenía fecha?», bramó, quejándose otra vez del periodismo, que «no saben lo que sucede acá y, por lo tanto, inventan o especulan». No dijo nada más.   
  • La tranquilidad inicial se deterioró frente a su entorno al referirse a quienes habían dicho que fue un error no haber arreglado -para ganar- con Jorge Telerman y, además, juntarlo al actual jefe de Gobierno con Daniel Filmus. No reparó el mandatario, según las mentas, en si esa fórmula o combinación hubiera tenido éxito. Simplemente sostuvo que este muchacho Telerman «no sirve para nada; con él no voy a ningún lado». Festejaba Alberto Fernández, más cuando su líder añadió conceptos menos gratificantes para el todavía alcalde. Dicen que volvió a utilizar una palabra que ya gastaba antes de las elecciones: «patán».   
  • Después, ya mirando su inmediatez, Kirchner la emprendió enojado contra colaboradores de Filmus que, según los comentarios, habían alentado el silencio presidencial (los 14 días sin hablar de Macri) para mejorar la performance del candidato. ¿Qué les pasa?, le atribuyen, salí a poner la cara por ellos y ellos mismos cuestionan mi intervención. Me parece que no entienden nada, agregó. No hizo nombres, pero hay una lista.   
  • Algún disgusto le ocasionó enterarse, no por sus colaboradores, de que Mauricio Macri le había enviado una carta reclamándole una entrevista. ¿ Llegó?, quiso saber; «A las 12», le contaron. ¿Cómo llegó?, interrogó; «La trajo un cadete a mesa de entradas en Balcarce 24». Respuesta al hecho: admitan que llegó la carta, esperen a que siga diciendo que me pidió una audiencia y luego veremos cuándo lo recibimos, si lo recibimos. Por ahora digan que no hay nada. Pero ese mensaje, como otros, estaba perforado en el inicio: ya se sabe que, dilaciones mediante, terminará recibiendo y hablando con el recién elegido jefe de Gobierno porteño. Al menos, para que no transite -en materia policial- el calvario de Telerman, quien llama al jefe de Policía, éste lo deriva al ministro del Interior por razones de jerarquía y Aníbal Fernández no lo atiende.   

  • Otro espíritu, claro, se advirtió en el boliche Asia de Cuba, en el restorán Piegari y hasta en El Globo, lugares elegidos por allegados y simpatizantes de Mauricio Macri para celebrar la victoria. No consiguieron arrastrarlo al vencedor, quien prefirió otro tipo de intimidad: primero, comer un sandwich en La Biela con Gabriela Michetti, esperar un reportaje televisivo a medianoche, luego seguramente compartir alegres chispazos con su novia Malala (con la que mantiene el vínculo a pesar de los rumores), tal vez su madre Alicia, el tío Jorge Blanco Villegas, sus hijos Agustina, Jimena y Francisco, su hermano Gianfranco, Horacio Rodríguez Larreta, amigos como Nicki Caputo y Alejandro Gravier, el esposo de Valeria Mazza. Puchero mediante, en El Globo se hastiaron de comer Diego Guelar, Jorge Macri, Néstor Grindetti, Federico Pinedo y Eugenio Burzaco, la elite del futuro gobierno.
    Variedad de análisis, comentarios y anécdotas -algún chismorreo sobre el estado social de la Michetti, para un infidente de novia con un empresario, aunque no lo muestra-, sedimento final de los comicios y conjeturas sobre la ubicación de cada uno en la futura administración. Uno de ellos confesó: «Yo no sé si tengo la estatura para ser ministro». Mejor no se brinda el nombre, va a ser ministro con seguridad. Los otros, en cambio, temerosos de posibles arribistas, desconfiaban de las versiones que se publicaron sobre una posible convocatoria al fiscal Carlos Stornelli. Y, entre ellos, referían: yo creo que después de lo que pasó con Aníbal Fernández, Stornelli está lejos de la política por ahora. Otro: ¿pero no estaba con Daniel Scioli? Finalmente, se concilió en que Stornelli estaba en la nómina principal de Macri hace unos años, como funcionario o eventual diputado, pero que esa relación luego no prosperó demasiado. Igual, ninguno podía extralimitarse en los juicios: en verdad, el ingeniero boquense no cuenta mucho a sus colaboradores, nadie sabe a quién ve, cuándo lo ve y por qué lo ve.

  • En Puerto Madero, la noche anterior bailó la rama juvenil con Carlos Tramutola, Paula Bertol, Mariano Narodowsky, Rodrigo Herrera Bravo, Jorge Macri, Luciana Blasco, Marcos Peña y un centenar de fanáticos (en la madrugada llegó la Michetti con su hermana y su hijo). De hablar, nada: la música además tapa todo. Sí quedó un interrogante, nacido a partir de la evidencia de que Franco Macri no había visitado a su hijo en la noche de la celebración. ¿Están peleados? Para nada, pero el padre entendió que su presencia tal vez generaba una atracción, un desvío, justo en el momento en que su hijo es el principal protagonista (a Franco, dicen, le ha costado mucho tener que aceptar que hay otro Macri tan o más famoso que él, a pesar de que sea su hijo). El interrogante, entonces, pasó a otro capítulo: ¿estará el padre el día de la jura de su hijo, en diciembre? Seguro que sí, entienden todos, y en broma afirman que siempre Franco ha sido oficialista, razón por la cual no se va a perder esa oportunidad coherente con su historia.   

  • Cumpleaños atípico, al menos por el lugar. Es que el juez Norberto Oyarbide, amante y habitué del sauna en Colmegna, tuvo festejo improvisado en ese sitio que antes era conocido por «los baños turcos» y la granadina que tomaban los clientes luego de los vapores. Ahora, como en el cumpleaños, sólo champagne, frente a la piscina de mármol de Carrara y con numerosos clientes -con los atavíos propios de ese solaz- cantando el happy birthday. Como Oyarbide se emocionó, hizo un discurso para todos flanqueado por los dueños del Colmegna y, como sabía de las fotografías, tomó el cuidado de presentarse con ropa de runner evitando los toallones característicos.
    Los festejantes (entre ellos Eduardo Gutiérrez, del Grupo Farallón; Guillermo Gianakis, fabricante de máquinas viales) apelaron a un golpe bajo para conmover el alma del magistrado: contrataron a un grupo de músicos que durante largo tiempo fascinó al auditorio con música barroca, con buen repertorio de Haendel (la música acuática, como corresponde). Era, claro, un marco de características romanasy con un cumpleañeromusical que hasta habría acompañado con su guitarra al cuarteto. Duró un rato, luego volvió la clientela a los menesteres del vapor intenso, los calores, algún masaje y el reparador baño de agua fría que produce una napa vecina de la calle Perón. Gente, muchos del radicalismo, que vive contando anécdotas, ya que -como se sabe- todo pasado fue mejor, al menos para los que son viejos. Relataban allí el tercer juramento como ministro de Carlos Alconada Aramburú, y el reproche ese día de uno de los jóvenes de Franja Morada: «Doctor, pero usted nos dijo que nunca más iba a aceptar, ¿por qué lo hace?». A lo que respondió el simpático Alconada: «Mirá, la primera vez que juré vino mi familia completa, todos mis amigos, yo pensaba que iba a cambiar todo; la segunda vez, me fallaron amigos y familiares, yo pensaba que iba a hacer lo que no había podido hacer antes. Y hoy, debo confesarlo, casi como un trámite este juramento, acepto el cargo nada más que por vicio».

  • Otro cumpleaños atípico en su celebración, aunque con marco convencional (el Roof Garden del Alvear, que se suponía cerrado por las quejas de los clientes pero que al parecer lo habilitan para ciertos personajes). Es que cumplió 70 años un conde húngaro, Federico Zichy Thyssen, multimillonario que ofreció una de las fiestas más espectaculares (de acuerdo con la edad, naturalmente) para unos 140 invitados. En principio, por la forma en que él mismo se presentó: con un smoking magyar (más cerrado, con botones y cordones la pechera, casi sin que pueda verse el moñito) con su esposa (vestido largo azul de Oscar de la Renta) y compañeros de gala con atuendos semejantes (el noble Oscar Orloff, por ejemplo). Aunque lo más deslumbrante fue la cena, también el escenario de velas y velones del salón, menú inicial con huevos de codorniz mollet en crema de berros al tartufo, ensalada de patas de centolla, ecrassé de palta en sopa de mango al jengibre. Para eliminar sabores, un sorbet de mandarina y, luego, seguir con un carré de ternera rosti a la mostaza de Dijon con gratin de papas y vegetales. Se cerró con un milhojas de chocolate de varios acompañamientos, mesa dulce, gigantesca torta de cumpleaños y, para aquellos exigentes, alrededor de las dos ingresaron un pernil de jabalí a la York. Los alcoholes no fueron comunes de mesa, como es de imaginar.
    Estaban Julio Werthein, Martín Cabrales, Bartolomé Mitre, una noble austríaca como Mercedes Dietrechstein, Lily Sielecki, Fernando de Santibañes (casi irreconocible desde que adelgazó, por el tenis, más de 20 kilos), María Podestá, Jorge Pereyra de Olazábal, el ex embajador uruguayo Alberto Volonté (Thyssen tiene campos en la Argentina, Uruguay y Paraguay, entre otros destinos) y hasta las trillizas de oro con sus maridos, polistas que alguna vez compartieron el negocio y el deporte con el cumpleañero. Gente adinerada, por supuesto, que se preguntaba además de sorprenderse con la música y los bailes húngaros (interpretados por especialistas vestidos de campesinos o de miembros de la corte), si era cierto que el principal banco de la Argentina podría ser absorbido por otra entidad local que todavía no terminó la digestión de su último movimiento. Opiniones distintas, discusiones sobre lo que valía una institución y otra, pero certeza de que ese banco (como otros del país) pueden ser una bicoca en precio para el mercado internacional. Había quienes en las mesas se ufanaban de sostener que Beatriz Nofal, en el caso de que Cristina de Kirchner fuera presidenta, ocuparía un rol clave en el futuro económico -tal vez por su dependencia de Alberto Fernández-, mientras otros temerosos comentaban una pretensión gremial en telefonía: proponen que se argentinicen las dos grandes empresas del sector, reconstituir la vieja ENTel. Como era una fiesta, nadie quería escuchar esos horrores, como si el país no hubiera tenido bastante en el pasado.   

  • Diez años menos que el conde, a su vez, cumplió Beatriz, más conocida como Bettina, la esposa de Esteban Caselli, más conocido como Cacho, quien con el esplendor de un hombre del Vaticano le hizo un sarao a su mujer, en San Isidro, digno de la hotelería internacional. Gran carpa en el amplio jardín (parece que será más amplio en el futuro por la compra de varios lotes), cercana a la piscina con cascada, aunque los invitados se interesaban por la rara estética del interior: gran pecera en el living, con imponentes arañas venecianas, cortinados exuberantes y esculturas de ignotos personajes y autores pero de obvia ascendencia romana, más los cuadros y fotos -en cuanta posición quiera imaginarse- de Su Santidad desaparecida, Juan Pablo II. Como correspondía, el matrimonio (ella de negro absoluto, él siempre con corbata amarilla) recibió a cada invitado (120) en la puerta, como si se tratara de una embajada.
    Religiosos practicantes y otros menos llamados a esa vocación, como Ramón Puerta (con su novia, admitiendo que le prestaba su departamento en París a Mauricio Macri, no es la primera vez sin duda ya que ambos se conocen de la universidad y de Misiones), la bailaora Zulemita Menem (un modo de observar que uno puede llevarse mal con el padre pero bien con la hija), Juan Scalesciani (el farmacéutico dueño del hotel Hyatt), una mujer vinculada a los laboratorios (Lily Sielecky), Cristina Khallouf, prelados como el retirado Antonio Baseotto y Héctor Aguer (los únicos varones que no bailaron, obvio, el vals con la esposa del dueño de casa). También estaban los hijos, el embajador y, el otro aspirante a la presidencia de River si no prospera una iniciativa para convertirlo en diputado.

  • Quien conoce a Cacho imaginaba otras presencias, las de aquellos con los cuales ha trabajado antes: léase Carlos Menem, Eduardo Duhalde, Carlos Ruckauf, Juan Carlos Blumberg, Francisco de Narváez, Luis Patti o Eduardo Bauzá (aunque la salud de éste siempre vale de excusa para cualquier ausencia). Pero ninguno asistió, se perdieron una entrada de verdes con salmón y luego, un lomo; el postre consistió en un auténtico tiramisú (con mascarpone). Hubo violines para el vals, para el ambiente canónico, pero luego un grupo de animación cambió el clima e hizo que bailaran hasta los mayores de la cumpleañera. Hubo un video, homenaje a ella como abuela, olvidándose de su propia niñez o adolescencia, otros tiempos. Puerta hacía humor reservado con la idea de convertirlo a Caselli en su jefe de Gabinete en Misiones, si lo eligen como gobernador (en verdad, se ofrece para ese cargo, también para presidente o vice, según las circunstancias).   

  • La mayor parte de los invitados aún padecía los efectos de Blumberg y su falso título de ingeniero (el que más sufría era el dueño de casa: parece que ya había comprometido esfuerzos en la carrera política del padre de Axel), el encono que se le despertó cuando se conoció la novedad a través de Ambito Financiero y las denuncias que pensaba realizar contra De Narváez, a quien le atribuye la autoría de la denuncia. En materia de esas abstracciones, le preguntaban a Cacho: «¿Blumberg lo vio y habló con el Papa como hizo decir en la Argentina o simplemente se entrevistó con el cardenal Renato Martino?». Mudo el sabedor de esos trasiegos, casi un obispo por sus silencios, hoy preocupado por otras cuestiones: resolver su propio rol en el Vaticano, ya que la partida de su amigo Leonardo Sandri de la Secretaría de Estado quizás le haya quitado alguna influencia y le dejen a mano apenas a algún «monsignorino» (así se llama en ese sitio a los monseñores que no llegaron a obispos). Sabe que si esa devaluación ocurriera, el cardenal Jorge Bergoglio hará alguna jugada para golpearlo un poco más.

  • Para él, la vida es Negro. Y Negro, amigo de los amigos (con ciertos amigos), cumple. Así fue que Eduardo Duhalde, hasta con su esposa Chiche, se acercó a compartir el cumpleaños (60) de su speech writer, aunque bajo esa denominación no lo conocen en la provincia de Buenos Aires. Feliz entonces Luis Verdi, autor -se afirma- de cuantas dos líneas seguidas aparecen firmadas por Duhalde; tan aplicado a su tarea que en los libros -como el último, de parciales memorias del ex gobernador y presidente- terminó explicando a alguien que no es precisamente Duhalde. Tal vez por esa razón el matrimonio acompañó a Verdi en el locro de un restorán de San Telmo, donde además su hija entonó zambas y chacareras. Duhalde con poncho, cariñoso con su esposa, a veces acurrucándose con ella, una forma de desmentir a los maliciososque aseguran que vivenen casas separadas. Debe ser gente, en todo caso, que no entiende las costumbres bonaerenses.
    Del elenco duhaldista, pocos, algunos que ni la memoria desea recordar. Sí, en cambio, un menemista furioso que la devaluación lo acercó al movimiento provincial: Claudio Sebastiani, seguramente hoy exportador de calzoncillos, fábrica que tenía casi en venta cuando se integraba al riojano. Se hablaba del faltazo de Gerardo Martínez a una reunión clave en la OIT, justamente uno de los que habían organizado la visita de Cristina de Kirchner. Otro gremialista que quedó mal con la señora, igual o peor que Omar «el Caballo» Suárez, que algo eufórico hablaba a los gritos y de mal tono en la recepción de la dama (quien lo hizo echar). Al parecer, comentaban, el dirigente de la construcción se ancló literalmente en Madrid, que no es París, pero también vale una misa. El tema sindical ocupó buena parte de la charla en una mesa, con alusiones a los que anduvieron por Ginebra y con otras al herido Hugo Moyano: ya hay apuestas sobre el futuro del jefe camionero, muchos creen que no llega a marzo al frente de la CGT. Duhalde, ponchito a las espaldas, sacándose fotos con los mozos, se quejaba de que en el peronismo ya no hay ni elecciones internas. Como si él, en el pasado, no hubiera contribuido a esa falta de democracia en el partido.   

  • No llegó Cecilia Bolocco, pero mandó regalo (una billetera Hermes). Para ella, él es uno de sus mejores amigos argentinos, lo que al pobre le ha ocasionado la peor relación de vida con la hija de Carlos Menem, Zulemita. Otro cumpleaños con personalidad y políticos, en Dandy, cita provocada por un ghost writer que, en La Rioja, se conoce con otro nombre. Ni siquiera le dicen biógrafo a Daniel Herrendorf, quien asistió intelectualmente a Carlos Menem (hizo algunos de sus libros) y hoy se ha enredado en la historia de Daniel Scioli, quien también merece memorias, pensamientos y consejos librescos. Cumplía 40 años y en su fiesta recogió a todos los Corach que restan en Buenos Aires (Carlos, el ex ministro, como se sabe ahora vive en París, desde donde derivó una carta), a varios jueces (Hornos, Bruno, entre otros), mientras llegaron obsequios de miembros de la Corte (Fayt envió una corbata, Zaffaroni saludos, Petracchi un mail desde el exterior), más la eterna Cipe Lincovsky (leyó párrafos de una obra del cumpleañero),la menos eterna Liliana Caldini («Yo voto a Sobisch», sorprendió) y la funcionaria judicial María Fornari, creadora de la mediación. Tambien Mónica Chama de la Defensoría, Roberto Ravale del Senado, Eduardo Albanese de Planificación, Jorge Asís -lanzado a la caza del octubre rojo de la corresponsal del ABC de España y no por buscar trabajo- hasta un incansable Braulio Bauab anunciando la campaña de un supermodelo digital screen de Apple. También estaban empresarios como los Camps, esos constructores que ya parecen haberse aburrido de hacer tantos quartiers en la Capital Federal. Con Macri no se sabe si harán tantas obras como con Ibarra y Telerman.
    Mucho champagne, queso azul, pastas, ningún macrista y, desde el ostracismo, Menem obsequió también una corbata sin chistar ni protestar porque su voluble biógrafo se fue con Scioli. De paso, también mandó a su abogado Pedro Baldi, una forma de confirmar el regalo del «no me olvides». Algún informado advertía, para estupor de los escuchas, que Hebe de Bonafini tenía un ex policía como custodia; curiosamente, uno de los que estuvo preso por haber secuestrado a Mauricio Macri. Nadie buscó ilaciones políticas, el capítulo de las sorpresas se cubrió con la Lincovsky, quien no mostraba demasiado interés por estar cerca de los Corach. Justo cuando Herrendorf, al leer la carta del ex ministro desde París, menciona que en la misiva éste saluda y felicita a la actriz porque se cumplen 50 años de la primera obra de teatro antinazi después de la Segunda Guerra, pieza que ella interpretó en Berlín. Y que volverá a interpretar dentro de dos meses. Casi se le cayó una lágrima de actriz a la Lincovsky por el recuerdo y, con otros ojos y más cercanía, observó a los tíos Gregorio y Eduardo, también a los nenes del exiliado temporal.

  • Vamos a terminar con otro chiste fuerte, de los que nos piden los lectores. Un joven sufre una rotura en un ligamento de su miembro viril pocos días antes de su boda, y el médico debe enyesárselo. Llega el día de los esponsales; la pareja entra en la habitación del hotel y la chica, pudorosa, le dice a su flamante esposo al tiempo que se desviste:

    - Mirá, Juan: estos labios nunca han sido besados, estos pechos nunca fueron tocados, este sexo nunca fue hollado...

    Y el novio, bajándose los pantalones y los calzoncillos, le muestra el miembro enyesado y le responde:

    - ¡Mirá, mi amor: todavía sin desembalar!
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