Larga velada en un stud de San Isidro para agasajar a un argentino radicado en París, ex ministro y actual comentarista de política exterior francesa. Sin embargo, el resto de los invitados (políticos y sindicalistas) se explayó sobre temas tan diversos como valijas, viajes privados, señoritas sureñas que no sólo causan revuelo en alturas aeronáuticas, habitaciones separadas en Olivos y partidos de fútbol en la residencia presidencial. En una cena « kosher» en Belgrano, un empresario -a pesar de lo que sugieren las palabras y los actos de sus anfitriones- enfatizó: «Con el Estado no hago nada; cuanto más lejos, mejor». Hubo también una comida en Barrio Norte y una megafiesta automovilística en La Boca, donde el tema central siguió siendo cuánto afectarán la candidatura de Cristina de Kirchner los hechos de los últimos meses. Veamos.
«Bienvenido, Carlos», rezaba el cartelito casero en la recepción gaucha a Carlos Corach, el ex ministro que ahora vive en Francia y se quedará en Buenos Aires hasta las elecciones. Asado completo en un stud de San Isidro, con ex colaboradores, radicales, peronistas y gremialistas, donde el invitado escuchó más de lo que habló. Y lo que dijo no pudo interesar a casi nadie, ya que disertó sobre política exterior del gobierno de Nicolas Sarkozy. Más bien, parecía un canciller en el atril de Naciones Unidas. Justo esos temas aburridos entre gente especializada en seguir fascinantes temas locales de corrupción, lavado de dinero, contrabando, coimas y otros deslices, casi el fenómeno identificatorio de la Argentina de hoy. Tanto que uno de los gremialistas, con la leyenda « revancha» en su rostro, para cortarle la inspiración internacional le preguntó con sorna: «Che, ¿no estarás pretendiendo ser el próximo ministro de Relaciones Exteriores de Cristina, ya que ella sólo se va a ocupar de lo que ocurre fuera del país? Porque en lo que ocurre adentro, al parecer, está pintada». Fue la broma menos pesada que debió soportar Corach, tan amplio que al día siguiente almorzaría amablemente con Domingo Cavallo, su ex colega de Gabinete y autor de cuanta fama negra se le haya atribuido al ahora habitante parisino. Todo se olvida, a veces, menos el humor en una noche en la que descollaron Luis Barrionuevo, Oscar Mangone y Jorge Triaca, Fernando de Santibañes, el laboralista Enrique Strega, el economista Luis Secco y el incontenible Alejandro Rozichner, quien no para de dibujar en una libretita -como una pulsión- mientras hace comentarios. Otro chiste: «Corach, pasale una servilleta porque se va a quedar sin hojas en la libreta». Fue otro el autor, pero el filósofo se encargó en la mesa de tejer un campeonato literario sobre la creación de verbos que ha generado el kirchnerismo. Al tradicional «borocotear» (tránsfugas que se pasan de un partido al oficialismo), se buscó otro humillante para los empresarios que persisten con su felpudismo a la Casa Rosada -en rigor, igual que en otras administraciones- y, lo mejor, se inspiró uno nuevo: « bendinizar», una suerte de vulgar obediencia debida aplicada por el Presidente a sus víctimasfuncionarios. A propósito, claro, de la huida del secretario de Agricultura, Javier De Urquiza, cuando partió de la Rural luego de que el mandatario lo instruyera por teléfono como al jefe del Ejército para que descolgara los cuadros: « Proceda y váyase», fue una de las frases imaginadas en el grupo para el momento. Mientras, otros ejemplos de « bendinizados» se perdieron debido a las bandejas que surcaban con chorizos y morcillas luego de haberse agotado una entrada de matambre casero cortado a cuchillo.
El contenido al que quiere acceder es exclusivo para suscriptores.
Punto culminante de la cena que alzó la temperatura con un interrogante tramposo: los Kirchner, susurró con picardía un chismoso, ¿están separados o no? Malignidad inmediatamente reparada por el auditorio, aún con la boca llena, algunos hasta recordando los emocionados momentos de la pareja cuando participan en los actos públicos, tratándose de usted, simulando a los Pimpinela en sus instantes de amor. Pero el autor del cotilleo tenía un as en la manga: «Bueno, si no es así, ¿por qué duermen en habitaciones distintas en Olivos?». Algunos fruncieron los rostros -nadie podía negarse a la seguridad de la fuente informativa-, terciaron los convencionales que adhirieron al estado de separación, otros veteranos que dijeron «Ojalá fuera así en mi casa» y, finalmente, una mayoría se convenció de que esa práctica matrimonial no significaba distanciamiento, crisis, ni separación; por el contrario, era una costumbre que privilegiaba la individualidad: sea para descansar cuando el otro quiere ver televisión, cuando uno lee y el otro no, cuando los horarios no siempre coinciden y, en consecuencia, uno puede extender su velada con tareas mientras el otro se ha ido a la cama esperando que luego nadie lo interrumpa ni moleste. Nadie seriamente piensa que los Kirchner pueden estar separados en este momento tan extremo de compartir el máximo poder.
Ya llegaban las achuras y al de la pregunta insinuante lo acosaron con «¿de dónde sacaste esa historia?, ¿qué más sabés de lo que ocurre en Olivos?», etc. Y el informante respondió: Bueno, sé que al matrimonio no le gusta que se conozca lo que ocurre en la residencia, que de tanto en tanto pelean como cualquier pareja -por ejemplo, a ella la incomodan los trascendidos del fútbol en la quinta-, sostiene que le resta seriedad a su actividad como candidata y le endilgan furia con la cristalería (3 vasos rotos) por el episodio del avión con los 800 mil dólares, y que, como otros inquilinos pasados de esa residencia, suelen salir a caminar a solas por los jardines para hablar de los temas importantes, quizás temerosos de una invasión malhadada de micrófonos sofisticados. Pero, ¿Kirchner sigue jugando los viernes al fútbol? Sí, precisó el infidente, y lo hace en puestos móviles, en la defensa cuando pierde su equipo o en la delantera cuando su team va ganando. Otro dato: suele dar muchas patadas, participa en situaciones enojosas, casi igual que en la vida política, ya que los hombres suelen develar su personalidad cuando ejercitan ciertos deportes (el golf, por ejemplo). De ahí, agregó otro, es que algunos funcionarios y amigos han desertado de la convocatoria futbolística para no tener conflictos ajenos a su actividad pública, ya que en más de una oportunidad hubo amague de tomarse a trompadas. Después, ya menos entretenido el cuento, narró el personaje que, de punterito, suele jugar Aníbal Fernández, mientras alabó la polifuncionalidad de «Pepe» Pampuro para destacarse mal en cualquier puesto; habló de la asistencia de Carlos Zannini -aunque nunca está en condiciones físicas de jugar los dos tiempos-, de las gambetas de Sergio Massa y de la relevancia de Alberto Fernández en la posición de arquero, medio imbatible en los arcos chicos (en los profesionales, de más altura, nunca obviamente tuvo éxito), puesto que se ganó de pequeño en La Paternal cuando para poder jugar en los partidos del barrio tenía que llevar la pelota. Por último, lo más interesante: Kirchner convoca a su cancha de 8 contra 8 a ignotos colaboradores o secretarios de distintos ministerios, guardaespaldas y policías, hasta algún moviconero de confianza. Democrático el Presidente para formar equipos, aunque en esa apertura -ha pensado el matrimonio- reside la causa de que se conozcan algunos pormenores de la vida familiar, secretos bajo siete llaves que desearían conservar los Kirchner. Como, por ejemplo, molestias varias por la secretaria del renunciado Claudio Uberti, quien también viajó en el avión, dama que generó problemas en el matrimonio del dimitido y, al parecer, también provoca revuelo en otras alturas.
Se saltó en la mesa del picante oficialismo a Mauricio Macri, casi todos decepcionados de que no tuviera aspiraciones más altas en esta etapa del país, y a los entretelones de una reunión que éste, antes de partir a México, mantuvo con Francisco de Narváez en la Rural (el mismo día del escándalo entre el gobierno y los ruralistas). También hubo chistosos comentarios al respecto ya que -como se sabe- ambos empresarios venidos a políticos coincidieron en que De Narváez encabezará la fórmula bonaerense (llevando como segundo a Jorge Macri, el primo de Mauricio). Afirmaban que había sido generosa la actitud del futuro jefe de Gobierno al bajar las pretensiones de su primo, y también se sonreía a propósito de lo generoso que seguramentehabía sido De Narváez (en materia de planes, claro) para concluir el acuerdo. Volvió a comentarse por la resolución o no que debería habilitar a De Narváez para competir (todavía le falta el visto bueno legal), lo mismo que le ocurre a Daniel Scioli, sobre quien se expedirá una cámara de La Plata cuando se postule su nominación. Había convencimiento en la mesa de que no sería suficiente la invocación, por parte de Scioli, de una ley sancionada en tiempos de Carlos Menem, la cual admite que los exiliados pueden reclamar nacionalidad o domicilio pasados luego de haberse extrañado del país o de una localidad por fuerza mayor (tiempos del terrorismo), justificación a la que apelaría el hoy vicepresidente debido a que en la década del 70 debió mudarse a la Capital pues los compañeros de Kirchner, los Montoneros, por entonces secuestraron a su hermano en Ramos Mejía. Como parece que este argumento no alcanza, se comentaba entre las tiras de asado que el recurso final de Scioli será exigir la vigencia de tratados internacionales -siempre está a mano el de Costa Rica- para que no sea discriminado como candidato.
Hubo un brindis debido a que Jorge Triaca comunicó que su hijo Jorge, allí presente, será padre luego de múltiples esfuerzos médicos, mientras los sindicalistas se repartían anécdotas. Por ejemplo, una sobre Gerónimo «Momo» Venegas, quien en su despacho dispone como exhibición una cantidad notable de piezas, herramientas y otros elementos de campo. Y, decía Barrionuevo, cuando lo visitamos con Andrés «Centauro» Rodríguez, le preguntamos por los nombres de cada uno de esos instrumentos, pero el «Momo» desconocía la mitad y sobre el resto estaba equivocado. Fue entonces que el «Centauro» -dijo Barrionuevo- precisó la utilidad y nombre de cada una de esas piezas, con tanta versación que el «Momo» finalmente le pidió: «Escribime cada uno de esos nombres en esta hoja, así la próxima vez no paso papelones». Después, observaciones compartidas sobre la CGT -¿es cierto que Antonio Caló, de la UOM, es un candidato de Alberto Fernández?-, hasta la sospecha de que la vieja guardia gremial quizás considere mantener a Hugo Moyano, en lugar de desplazarlo. Que se haga cargo de lo que viene, afirman. En un rincón, entusiasta, De Santibañes comentaba el éxito de su caballeriza -especializada en ejemplares árabes- en los concursos de la Rural, donde arrasó con el primer y segundo premio tanto en machos como en hembras, fruto según él de haber comprado en su momento a un gran campeón que ha hecho historia en la raza: Magnum.
En el final, cuando ya circulaban alfajorcitos de maizena (no llegó Christian Colombo por enfermedad con su aporte tradicional de los Havanna), se conjeturó sobre la noticia de que la Argentina reanudaría su negociación con el Club de París. ¿Con qué dinero van a pagar?, interrogó alguien que sabía de la inexistencia de esos fondos. Para agregar, ya molesto con la versión oficial y manifestando enojo con Economía: quienes hablan de negociar país por país, en Europa, en verdad sólo buscan viáticos o el contrato para alguna consultora. Todos saben, agregó, que eso no se tolera en Europa y que, además, para arreglar con el Club de París hay que aceptar el monitoreo posterior del Fondo Monetario Internacional. ¿Quién imagina a Kirchner aceptando esa condición luego de haber despotricado por años contra ese instituto? Y el Club de París, por su propia constitución, está condenado a conservar ese convenio de control con el FMI. Pero los asistentes poca atención le concedían a ese tema; nadie quería escuchar; sólo lo conminaban a Corach para que en los próximos 20 días devuelva la atención del asado y, de paso, en lugar de hablar tanto de Francia, empiece a comprometerse con la Argentina.
Quien parecía declamar un compromiso mayor con el país fue Eduardo Elsztain, del brazo con la norteamericana Susan Segal -la que estuvo de moda en la semana por organizar con el gobierno el Council of the Americas en el Alvear- invitando por su cuenta a varios emprendedores locales, caracterizados, no siempre vinculados a las luces de la hotelería. Tal el caso de los responsables de OfficeNet, Globant, Vergara & Riba Editoras, Gabriel Nazar, de El Cardón (quien reveló que su compañía está desarrollando un utilitario con tecnología y mecánica propias). Cena entonces en la casona de media manzana que posee el empresarioen Belgrano, celosamente custodiado el servicio gastronómico por un rabino que, de la cocina a la parrilla, ordenaba instrucciones para bendecir como kosher el producto final. Completaban ese encuentro otras libaciones y comidas que la Segal afrontó con gusto, como una recepción en la Embajada de EE.UU. y un agasajo personal de Ernesto Gutiérrez (Aeropuertos), quien virtualmente se convirtió en el hombre del Council en la Argentina o el del gobierno en el Council, función a la que aspiraron con denodado brío otros empresarios locales. Sólo había que registrar fotográficamente la primera fila, el día que expuso Cristina -quien obligó a otra contratación adicional del Alvear para su exposición, cuestión que los dirigentes pagaron sonrientes- para ubicar ese núcleo de entusiastas que a los codazos se ubicó frente a la primera dama (incluyendo a un Eduardo Amadeo que, de tanto goteo insistente, espera una orden para firmar el pase de duhaldista a kirchnerista). Del empeñoso grupo, entonces, triunfó Gutiérrez: no casualmente es un surfista.
Los anfitriones de la cena kosher, servida en una larga y ancha mesa de colección, revelaron inquietud por la suerte futura de Cristina de Kirchner como presidente debido «a la cantidad de problemas que tendría que enfrentar». Por lo tanto, según la Segal, había que llevarle «una idea sencilla y fácil de aplicar» -supondrá que para otras complejidades la hoy candidata no está habilitada- como la de «promover emprendedores». Y, más detallista, añadió: «De este modo, Cristina podrá alcanzar y mostrar un éxito temprano, antes de meterse en complicaciones como la energía o la inflación». Su gesto de ayuda y solidaridad, naturalmente, fue acompañado por el propio dueño de casa, socio del Estado en el Banco Hipotecario, quien agregó con experiencia: «Cualquier presidente va a aceptar estas ideas de ayudar a los emprendedores en un principio, ya que luego se pasa del mérito al pariente y la plata no va al que más capacidad tiene sino a los amigos». Frente a esa gestión que deseaban adjudicarse, los emprendedores invitados replicaron de modos diversos, no siempre en el ideario del Council ni menos preocupados por las asistencias. En general, plantearon que el Estado no suele ayudar; específicamente confesaron que los emprendedores no esperan ninguna ayuda y, en algunos casos, hasta creen que es mejor que el Estado no ayude. Cuanto más lejos mejor: «No queremos esperar nada», reconocieron ante la incredulidad de la Segal (mujer que vive de la generosidad) y del propio Elsztain. Inclusive, hasta citaron ejemplos de esa desconfianza, casi alertando la sospecha de que los que están cerca del gobierno no siempre lo hacen por razones humanitarias. Tal el ejemplo que mencionó el representante de OfficeNet (librería para oficinas, controlada de la multinacional Staples), quien contó: «Una vez me presenté en una licitación y la gané. Cuando fui a firmar, me dijeron que debía dejar 10% de comisión. Me negué y entonces me informaron que debía olvidarme de la licitación ganada. Pero, les contesté, ¡ya salió en el Boletín Oficial! A lo que me contestaron: no tiene importancia, si no pagás, se cae igual, publicada o no en el Boletín Oficial. Y así fue». Por lo tanto, dijo el hombre, con el Estado, nada, más bien lejos. Para los anfitriones fue una sorpresa esa coincidencia de los emprendedores, casi semejante a lo que le ocurrió a la vicepresidenta de España, María Teresa Fernández de la Vega, quien copiando el estilo Segal se ofreció para mediar en lo que necesiten los empresarios ibéricos instalados en el país con el gobierno. Y, como respuesta, recibió el mandoble de José María Ortega (bodegas Fournier): «Dígales a Kirchner y a su esposa que yo no soy expoliador ni corsario, y que todavía estoy esperando ganar una moneda en este país».
¿Quién es la lady? ¿De quién es la lady? Casi con procacidad masculina, antes de iniciarse la cena en un departamento del Barrio Norte, uno de los asistentes preguntaba por origen, trayectoria y condiciones físicas y espirituales de Victoria Bereziuk, la argentina que acompañaba el pasaje de funcionarios y venezolanos donde repentinamente aparecieron 800 mil dólares por arte de birlibirloque. Nadie conoce el mundo santacruceño, pero uno de los presentes alertó: «Vicky es una chica agraciada, hija de un conocido médico, con más peso que el de una secretaria común». No agregó nada más, las ilusiones de liarla con alguien más, superior a su propio superior (Claudio Uberti) quedaron enterradas. Quien habló no parecíasaber nada más. O cerró la boca. Era en un sexto piso la reunión, uniformidad de hombres -salvo María Podestá- como Jorge Aufiero, Ricardo Fiorito, Alejandro Estrada, Carlos Fontán Balestra, Miguel de Godoy, Cristiano Rattazzi, Hugo Franco, un equipo examinador en la casa de Jorge Pereyra de Olazábal que le tomaba prueba -suave, casi displicente- a quien se postula como candidato presidencial del peronismo genuino, el gobernador Alberto Rodríguez Saá. Pero el auditorio, entre ellos, pretendía conocer más novedades sobre el affaire de Aeroparque. ¿Es cierto que este Guido Antonini, el de los dólares, tiene registrados más de 100 ingresos en la empresa PDVESA de Buenos Aires? Dicen que está en el registro de la compañía de seguridad que protege el edificio. ¿Es cierto que Antonini está vinculado a los servicios de inteligencia, inclusive -se dice- hasta hizo cursos en la SIDE, en unas oficinas de la calle Libertad? Preguntas que se encendían frente a unos bocaditos, con gente indignada además por una sospechosa morosidad de la Justicia argentina: no pasa nada con el caso Picolotti, tampoco con Skanska, menos con el INDEC, nadie cita a Felisa Miceli, se olvidaron de Guillermo Moreno. No son las únicas preguntas sin respuesta que existen, como la principal: ¿Hasta dónde afectan estos hechos de corrupción a la candidatura de Cristina de Kirchner, quien según las encuestas permanece incólume? Rodríguez Saá acercó este dato: en la capital de San Luis hace diez años que estábamos fuera del gobierno, y hace dos meses, los encuestadores afirmaban que nuestra candidata estaba por debajo de los 25 puntos de su rival. Bueno, el domingo ganamos.
Se pasó a la mesa, hubo un budín de choclo antes del lomo salseado, Aufiero (Medicus)advertía que el aumentode 40% de empresas rivales con ventajas fiscales (OSDE) y la suba de 20% de los remedios lo obligaban ya a decidir un alza de las prestaciones médicas. «Tendré problemas como en octubre del año pasado», reconoció, cuando casi lo ponen preso. Rattazzi reconocía que, tal vez por la nueva crisis en el mundo, se adelantó un proceso que él ve inevitable en la Argentina: inflación, devaluación, sucesivamente. Estamos cerca, advirtió. Otro, más chismoso, preguntaba si era cierta la versión de Ambito Financiero: ¿están de novios Zulemita y el hijo de Jorge Sobisch? Sólo un bien informado confirmó: Federico, el muchacho, está entusiasmado. ¿Y Rodríguez Saá? Entró en escena con la palabra al avanzar la cena, cuando ingresó Jorge Luis Borges al diálogo, señalando que lo había utilizado para un aviso de su provincia ( homenaje al sanluiseño Juan Crisóstomo Lafinur). Tocó la tecla que los no peronistas jamás hubieran imaginado ni que los porteños podían esperar de un provinciano y se explayó sobre ese patriota del cual algunos sólo conocían la calle, guerrero en varias batallas, filósofo (uno de los primeros reconocidos, con Ingenieros y Korn), literato y poeta, autor justamente de la «Oda a Belgrano», a la cual Borges admiraba, tanto que «me hubiera gustado escribirla a mí». Pensar, agregó el gobernador/candidato, que Lafinur vivió esa vida intensa en apenas 27 años, perteneciendo a una logia masónica cuyas tertulias se dedicaban a desbrozar cuestiones que aún se discuten en este siglo.
Después, en esa presentación en sociedad, habló sobre libertades individuales e incorporó la inclusión social como derecho de la humanidad, a través de distintas formas de trabajo y capacitación. Hizo un desarrollo de fuerte flexibilización laboral en ese sentido y lo cuestionaron, le dijeron que ese proyecto no sería admitido por los sindicatos. Respondió: «Esto se hace sin los sindicatos, entre el Estado y las empresas. No hay fuero laboral, es otro el fuero a crear. Podrán opinar los gremios, no intervenir: hay derechos de la humanidad que ellos no pueden bloquear». Gustaba la propuesta, pero se notaron ciertas reservas sobre la aplicación en un núcleo de invitados demasiado boxeado en la Argentina por la realidad. No habló mal de Carlos Menem, aunque «yo sí estuve en contra de él cuando fue gobierno». Mejor estuvo, en lo personal, cuando al hablar de Eduardo Duhalde sin rencores dijo que «jugaba bien al ajedrez -recordar que él, en San Luis, organizó el torneo mundial- y acepta lo que pocos aceptan». ¿Qué? «Jugar con el sistema Fischer Random (algo así como 'Fischer al azar', invento del prodigioso jugador norteamericano Bobby Fischer), que significa poner los peones en la posición habitual pero el resto de las piezas según la voluntad de cada jugador, admitiendo el enroque corto y el largo, de modo que se deben ampliar la estrategia y la imaginación, ya que hay entonces 920 formas de ubicar las piezas». De política, entonces, ya no quiso hablar nadie.
Rattazzi y otros invitados, dos días después, se juntaron en la Boca (sin Rodríguez Saá, claro). Era la fiesta de Fiat en un viejo depósito, con 2.500 personas, para presentar un nuevo vehículo que anaranjado bajó de las alturas acompañado por el Blue Man Group, ese exitoso trío -en esta ocasión- nacido hace más de 15 años en el Village y que hoy revoluciona las taquillas internacionales. Otras estrellas en la presentación, Mauricio Macri, Jorge Telerman, Miguel Peirano, Ginés González García, pocas damas jóvenes en el acto, ninguna de la vieja escuela Rattazzi (siempre acompañado por su mujer), esposas en su mayoría y envueltas en tapados por el frío. Empresarios a granel, una caprese en sándwich, luego un lomo trozado al método Jockey Club y, de postre, la curiosidad de un helado con berries servido en vasos. Como si fueran los años 40. O, tal vez, porque no había vajilla suficiente para tremendo gentío. De todo lo social, un dato político: comentaban que a Macri no lo afectaría pronunciarse, a último momento, a favor de Roberto Lavagna.
Vamos a terminar con un chiste fino. Una delegación extranjera es invitada a recorrer una fábrica argentina de artículos de látex cuyos productos principales son tetinas para mamaderas y profilácticos. El grupo se detiene ante una máquina, de cuyo interior van saliendo las tetinas ya empaquetadas. Se escucha un ruido: «Hisss, puf; hisss, puf; hisss, puf». Uno de los visitantes pregunta a qué se debe el ruido y su regularidad. Un ingeniero le explica: -El «hisss» es de la inyectora de látex, que forma la tetina; el «puf» es de la agujereadora que perfora la punta. Siguen recorriendo la planta, y llegan a otra enorme máquina automática, que «escupe» profilácticos en blisters. El ruido que se escucha en este caso es «hisss, hisss, hisss, hisss, puf». El mismo visitante pregunta: -¿Y esta máquina por qué hace ese ruido? -Bueno, el «hisss» es igual que en la de las tetinas: llena la matriz con látex y forma el condón. -¿Y el «puf»? -Igual que la máquina de las tetinas, pero con una diferencia: la aguja perfora uno de cada cuatro o cinco condones... -¡¿Pero eso es una hijaputez?! -Y sí... pero es muy bueno para el negocio de las tetinas...
Dejá tu comentario