Ausencias legislativas justificadas en el evento diplomático más importante del año: el 4 de julio cayó el viernes en que en el Congreso se discutía una ley clave. Igual, hubo jugosos comentarios sobre -por caso- el rescate más mediático de los últimos tiempos y los devaneos sentimentales de la rescatada.
También se esbozó una lista de los cuatro principales enemigos del gobierno, según el matrimonio gobernante. Un día antes, un ex presidente festejó su cumpleaños casi en la clandestinidad: no porque no haya convocado a invitados, sino porque ningún medio recogió su virulento discurso anti-K. Otro ex mandatario albergó en su flamante fundación al gobernador de San Luis, "la única provincia que no expulsa a su población", dijo. Veamos.
Como siempre, inundada la Embajada de los Estados Unidos. Y no por la humedad, sino por tantas caras -«que yo no veo desde hace tanto tiempo», confesó Mirtha Legrand, quizás porque comprensiblemente el repertorio de sus personajes asiduos se limita a los almuerzos-, algunas hasta del propio gobierno: mínimos, claro, como Beatriz Nofal, Eduardo Luis Duhalde y Martín Granovsky. A menos que uno incluya en la lista de la Casa Rosada a Daniel Scioli (se fue no demasiado sonriente, con destino solitario en La Ñata, pues su mujer está en el exterior), explicando tal vez al inexplicable kirchnerismo, lidiando también con sus ministros más de lo que podía imaginar cuando asumió (¿no habrá llegado la hora de algún cambio?). Estaban de su gobierno Guillermo Francos y el Arslanian II bonaerense, Carlos Stornelli. Coincidía fecha y hora con la apertura de la sesión parlamentaria por las retenciones y, con un simple paneo por los invitados, en ese encuentro no hubiera triunfado el oficialismo como sí lo hizo a la mañana siguiente en la Cámara de Diputados. Ese era, claro, el tema dominante de la fiesta patria de los norteamericanos -hito histórico también por una rebelión contra los impuestos-, casi lo único que atraía opiniones en los corrillos. De qué se hablaba y discutía luego de que el embajador Anthony Wayne saludara con su esposa, diplomático al que se le atribuye la mejor gestión frente a sus antecesores, sea para la obtención de negocios para las empresas de su país como del alineamiento de la Casa Rosada para los intereses estratégicos y de seguridad de Washington:
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-¿Qué sabés del diálogo de Mabel Müller con el ex presidente Kirchner? -le preguntaron a Miguel Angel Toma, quien siempre parece saber todo. Pero, no sabía o hizo como si no estuviera enterado, y puso su mejor oído para escuchar.
«Bueno -comentó- el diálogo de Kirchner fue con Oscar Rodríguez, el marido, a quien trajeron del Uruguay donde consiguió un ganapán oficial (como si lo necesitara) en la embajada argentina en Montevideo. Fue una sorpresa, lo llevaron al 'confesionario' del jefe santacruceño, allí le espetaron un monólogo y, quizás, hasta le recordaron que nadie se ocupa de su presunta responsabilidad en la muerte de Kosteki y Santillán, en Avellaneda, episodio que significó el fin del gobierno Duhalde, cuando él ocupaba el segundo lugar de la SIDE. Después de oír, Rodríguez visitó a su esposa y, casi bromeando, le dijo: 'Date vuelta'. No era, obvio, una propuesta sexual, sino que le indicaba a la Müller que se apartara de la resistencia contra el proyecto oficial sobre retenciones y se olvidara, además, de que había firmado la iniciativa modificatoria y opuesto que había preparado Felipe Solá. No hubo defensa femenina y ella se dio vuelta, inclusive sabiendo que ofendía a su amiga Hilda Chiche Duhalde, al marido de ésta, a quienes ella siempre se especializó en prepararles pizzas y atenderlos pródigamente en su casa. Mientras -continuó el testimonio-, el funcionario de inteligencia de Kirchner en el Uruguay aprovechó su rauda visita a Buenos Aires y fue a jugar al golf con la vieja guardia duhaldista: como lo asediaron con preguntas y sospechas, casi deja el partido quejándose, diciendo que él sólo quería pegarle a la pelotita y no entrar en debates sobre desvíos o tránsfugas en el green.» Delicioso relato que encandiló a varios, casi todos a favor de que se apliquen tributos a la renta extraordinaria pero molestos con la intención oficial de destruir esa renta extraordinaria. Después, entre varios, una encuesta: ¿quiénes serán los máximos enemigos de la Casa Rosada luego de finalizado el conflicto con el campo? Son, por lo menos, cuatro los que encabezan la lista: 1) Eduardo Buzzi, a quien le atribuyen replicar al gobierno aduciendo que ni el campo es la Unión Democrática, ni los Kirchner son Perón y Evita; 2) Felipe Solá, para el que claman «ni justicia», como recomendaba el general; 3) Ricardo Lorenzetti, quien lo expuso a Kirchner cuando éste le reclamó una desmentida e insiste, duramente, contra el Estado que le pincha los teléfonos y le intercepta los mails. Además, como se sabe, desde la Corte respondió que ésta no intervendría en la cuestión del campo hasta que no se pronunciara el Congreso, para disgusto del Ejecutivo; 4) Julio Cobos, tan irritante para los Kirchner que hasta reflotaron al jefe de Gabinete, Alberto Fernández, para que lo cuestionara públicamente. Nadie sabe si habrá venganza, pero sí «ninguneo» ostensible.
Había importante lista de jueces federales (Claudio Bonadío, Rodolfo Canicoba Corral, María Servini, Ariel Lijo, Jorge Ballestero), ex como Gabriel Cavallo o Alberto Piotti, ex funcionarios como Jorge Telerman o José Bordón, diplomáticos en cantidad encabezados por Fernando Petrella, empresarios como los Werthein (x tres, Julio, Adrián y Gerardo), Jorge Brito, Guillermo Stanley, Amalia Lacroze de Fortabat, Rodolfo Hess (Esso), Héctor Magnetto del monopolio «Clarín» y Juan Carlos López Mena de Buquebús, confesando que aún no había podido empezar el due dilligence para integrarse en Aerolíneas Argentinas (y no por su culpa; se presume que tampoco por falta de acción del gobierno). No faltaron economistas, Daniel Marx, Miguel Kiguel, Ricardo López Murphy, Felipe de la Balze (ninguno optimista sobre el futuro), abogados inquietoscomo Emilio Cárdenas o Rosendo Fraga, el sindicalistacoleccionista Andrés Rodríguez (municipales), al tiempo que trascendía un mensaje de Duhalde avisando su inasistencia por encontrarse en Brasil. Otro ex mandatario, Fernando de la Rúa, en cambio, atraía todo tipo de atenciones, y a su alrededor se generaban diálogos sabrosos por sus penurias con la Justicia. Protestaba el ex por algún tipo de persecución, mientras adláteres se escandalizaban con otras causas: ustedes vieron lo de la falta de mérito de Claudio Uberti, ¿no es una vergüenza? Volvían a preguntar: ¿nadie se hizo cargo de que trajeran en un avión contratado por una empresa del Estado a un valijero como Antonini Wilson? Acaso, por menos entrecruzamientos telefónicos, el famoso Excalibur, no mandaron a Alfredo Yabrán al suicidio, mientras hoy hay silencio y no se conocen pesquisas ciertas sobre las comunicaciones descubiertas de Uberti y su merodeo por la residencia de Olivos (horas más tarde del secuestro de la valija con 800 mil dólares en Aeroparque) sacudiendo con el celular varias veces al entonces presidente Kirchner hasta que éste lo recibió (para hablar, se dijo, del importante viaje de Uberti a Venezuela).
Generoso servicio de bocaditos, sándwiches y hasta pequeños hot dogs con onions como en las calles de Nueva York (faltaban, eso sí, pretzeles), los discursos de Wayne y, antes, los dos himnos entonados por un tenor del Colón (lo mismo que el maestro pianista) como en el Super Bowl, aunque con rara unción por parte de los argentinos. Había viajeros que coincidían: ahora, en EE.UU., se vive más barato que en la Argentina. Y se referían a ciudades importantes y caras, como Chicago, donde los huevos, la comida en general, la ropa, cuesta menos que en Buenos Aires. No era día para hablar del dólar. Los empresarios de EE.UU., ¿también altos diplomáticos?, en cambio confesaban que no son recibidos por determinados ministros, de las dificultades que atraviesan algunas compañías y la devaluación de sus inversiones (inclusive, las realizadas en tiempos de Kirchner) en el país. Algún infidente anunciaba: la semana próxima aterriza Tom Shanon, ese hombre que enlaza a los gobiernos de la región con Washington. ¿Distensión o complicación con Cristina? Nunca se sabrá, menos cuando lo digan las cancillerías. Quien parecía la estrella de la noche era Jorge Bermúdez, joven académico egresado de Oxford, que en la Argentina oficia como embajador de Colombia (será, en pocas semanas, el próximo canciller de Alvaro Uribe, ya con 77% de adhesiones en su país para ser reelegido como presidente, el mismo sino de los populistas de esta América latina, incluyendo a una senadora condenada a 4 años de prisión por haber vendido su voto para darle la segunda reelección). Comprensible demanda sobre Bermúdez: la liberación de Ingrid Betancourt, original maniobra, por primera vez expuso la estupidez de los guerrilleros, cuando a lo largo de sangrientas décadas fueron los insurgentes quienes demostraron con sus acciones la estupidez de los ejércitos. Cambió la onda. Tanto que, de la última reunión del Mercosur, en Tucumán, los venezolanos se interesaron en la compra de 50 automóviles blindados a ser provistos por el Uruguay: una asistencia a un país más pequeño, una previsión del palacio Miraflores por si la situación se complica.
Sin embargo, quizás lo más sabroso pasaba en otro sector, con cronistas de la tarde televisiva, pero alineados en la política exterior, deseosos por relatar episodios amorosos de la recién liberada Betancourt. Recordaban, por ejemplo, que esta hija de diplomáticos se casó con otro del gremio de su padre (Fabrice Delloye, de ahí su ciudadanía francesa), pero que no había sido este galo el primer famoso en su vida sentimental: le atribuyen un idilio con su profesor del Instituto de Estudios Políticos de París, Dominique de Villepin, luego canciller de Francia durante muchos años (también la mencionan complicada con un cuñado que, a su vez, fue embajador de Colombia en París). En fin, historias que no tendrían sentido si no fuera que, en 2003, sea por una cuestión humanitaria o por recuerdos personales, Villepin organizó una misión secreta para liberar a Ingrid desde la Amazonia brasileña, sin avisar -claro- a Brasil ni a Colombia. Casi una gestión privada, encabezada por aquellos que dirán que jamás recibieron órdenes de nadie, pero torpes como el inspector Clouseau. Tanto que se hicieron notar en Manaos, explotó el caso por la prensa y Villepin quedó expuesto. Hay fundamentos, sin embargo, para imaginar que alguien destapó esa operación encubierta, al margen de las estupideces de sus protagonistas. Responsable: Nicolas Sarkozy, rival de Villepin en el gobierno, entonces ministro del Interior. Para salvar esa incidencia, luego él mismo se lanzó al rescate de la Betancourt -inclusive, hasta utilizando a un personaje de Villepin, un diplomático instalado en Bogotá- para hacer lo que no había podido hacer su adversario. Cierto o no, esa historia de telenovela apasionaba a los que la escuchaban. También a los que la leen.
Algunos ex presidentes no van a embajadas, pero sí festejan cumpleaños. Caso Carlos Menem, a quien llevaron a La Diosa (boliche-disco de la Costanera) para celebrar -antes había almorzado en Morena, días acuáticos por lo visto- con más de 400 invitados que pagaron 80 pesos para comer locro y empanadas. Estuvo con su hija Zulema, con su hermano Eduardo, con su hijo Carlos Nair (simpático pero algo tentado por la farándula), ex colaboradores como Jorge Rodríguez, Jorge Igounet, Félix Borgonovo y, en la ocasión, pronunció un duro discurso contra el gobierno. Nula prensa, ninguna repercusión, aunque el educado Domingo Cavallo lo llamó por teléfono desde Nueva York.
Al revés del hermano Alberto,-de otro ex mandatario fugaz (Adolfo)-, el Rodríguez Saá menor habló en dos lugares, en la Asociación de Dirigentes de Empresas y en el Movimiento Productivo Argentino, unas oficinas que le sirven a Eduardo Duhalde de búnker para cuestionar al gobierno. En esta reunión (unas 300 personas apiñadas), hubo problemas: apagón y luego humo que salía de los acondicionadores de aire. Final apresurado, a pesar de que habían asistido el matrimonio minicooper de los Duhalde, Héctor Maya, Rodolfo Frigeri, Miguel Toma, Carlos Brown, «Chicho» Basile, el regresado Antonio Arcuri, unos 15 intendentes de la provincia y, como si fuera un haz luminoso, Hugo Toledo. Es que el ex intendente y ex ministro (sin cartera y ad-honorem del propio Duhalde) debió tener un problema de daltonismo con la tintura de su cabello, ya que le quedó la cabeza color remolacha, particularmente observada pues se hace la raya al costado, casi sobre la oreja, mientras un mechón le atraviesa la frente hacia el costado izquierdo. Había otros que también, estéticamente,daban mucho para comentar.Frente a esta ONG de los Duhalde -lo presentó, ciertamente, como el único gobernador de provincia que no expulsa a sus habitantes-, Rodríguez Saá expuso sobre San Luis y sus virtudes, bromeando con un power point: «Yo no lo usaba, pero vi que lo usaba otro tocayo, entonces me permití copiarlo». Poca política, al revés de lo que mostró en el desayuno, también aristocráticamente asistido por Juan Carlos Blumberg, Alieto Guadagni, Moisés Ikonicoff, Rodolfo Barra, Jorge Herrera Vegas, Juan Carlos Sánchez Arnau, Adelina de Viola, Ramón Puerta, Julio Werthein y Jorge Casanovas, entre otros. Todos, claro, a favor de otro peronismo que no sea el oficial, excitados con el café con leche y las medialunas, protestando el orador contra los Kirchner: no se aguanta más el doble comando, la señora tiene que sacarse de encima al marido, mandarlo al exterior, de vuelta a Santa Cruz o incorporarlo como ministro. A propósito, había un anecdotario incierto sobre ásperas peleas del matrimonio en Olivos, repitiendo diálogos improbables entre la Presidente y su marido, hasta puntualizar en testigos de esos enfrentamientos: el gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, había asistido a un duelo de la pareja, algo comprometido para sus oídos, tanto que empezó a retroceder de espaldas hacia la puerta hasta que, al llegar, uno de los dos contendientes le gritó: «Y vos, ¿adónde vas?». Luego siguieron otras opiniones, Puerta -quien dijo que el gobierno de los Kirchner es un Guinness-, hizo pelear al país con Uruguay, Chile, Brasil, los Estados Unidos, Colombia, España, Francia, Alemania, Italia, la Iglesia, los militares,el radicalismo, etc.hablando de que el peronismo debía mostrar otro rostro, de ahí que demandara la foto conjunta de «Duhalde, De la Sota, Reutemann, los Rodríguez Saá, Busti y yo para que la gente sepa que hay otra gente distinta al oficialismo». Lo que promovió la respuesta de Ikonicoff, anunciando que «Kirchner se lleva puesto al peronismo, ya es tarde para diferenciarse». Lo cual, claro, le motivó una rechifla: vos lo decís porque ya te pasaste a Lilita Carrió. Desayuno entretenido, por lo menos.
Como la cena anual, en el Alvear, de la Cámara Española de Comercio, casi todos anonadados por la deserción de Cristina de su viaje a Zaragoza. En verdad, decían, «nunca lo confirmó, nunca entonces lo suspendió». Pero, claro, iba a ir y, lo que molestaba en la cena -base de un lomo con salsa- fue que trascendiera como razón un presunto malhumor del gobierno con el de su colega Rodríguez Zapatero cuando, es público, la Presidente no viajó porque parecía insoluble el conflicto con el campo. Igual, ¿son muchos los problemas que hay entre los dos países, especialmente empresarios? Bueno, sí, admitió uno de los que dicen no figurar en la nómina de la embajada. Buena parte de la cena transcurrió en homenajes a Aldrey Iglesias, considerado medio dueño de Mar del Plata, quien se ganó el título de empresario español del año (en realidad, gallego, que nunca proclaman su autonomía a pesar de ser la etnia más autónoma de España). Siempre gana esos títulos y, al parecer, le va mejor que a otros empresarios de la península: al menos, ganó la licitación del Hotel Provincial, la misma que tuvo en el pasado y que, al abandonarla, se llevó la vajilla y los cubiertos con el emblema característico a su nueva propiedad hotelera, el Hermitage. En verdad, por esos materiales había pagado, le correspondía usarlos si lo deseaba y, en ese tránsito, además mostró un espíritu ahorrativo que define a los gallegos. Ahora, comentaban,tendrá el Provincial por 30 años (asociado con los españoles de NH), lo abrirá en noviembre -junto al tradicional festival de cine- y cuesta imaginar cómo habrá de administrar este edificio que construyó Bustillo, hermoso, pero de escasa funcionalidad para la hotelería como el Llao Llao. Habrá que ver, lo mismo que se ignora el destino de la suite presidencial, una de las más grandes del mundo con 19 habitaciones.
En la reunión, con acento imaginado, se comentaba también la actividad casi periodística del embajador español, Rafael Estrella, quien por Internet despliega un blog con el título: «Desde la Argentina». Este hombre, quien se suponía más hábil que su antecesor, ha empezado a descubrir -en verdad, ya descubrió- que el caso gobernante del matrimonio Kirchner parece inexplicable para el cartesianismo europeo. Y escribe, con prudencia, sobre su propio gobierno, sobre los semáforos, sobre las visitas que recibe y hasta se burla de una ley que le encantaría a la pareja gobernante: en Rumania, el Congreso -más democracia para la democracia- aprobó una ley que obliga a publicar 50% de noticias buenas y 50% de noticias malas. Divino ese ejercicio periodístico, sobre el cual no entra demasiado en detalles, ya que prefiere impulsar un festival de música flamenca en Buenos Aires (al fin algo diferente de este diplomático que dice admirar a Joan Manuel Serrat). Ya habló con Mauricio Macri para la experiencia que, curiosamente, reflotará a un personaje vital en la época de oro del flamenco (mediados del siglo-XIX), cuando la mayor estrella era Silverio Franconetti, un cantaor de origen italiano pero nacido en Sevilla, a quien se le reconocen los mayores aportes al género a pesar de que los gitanos se negaban a compartir música y canto con él debido a que era rubio. Curioso, este Silverio vivió en el Uruguay de joven, sirvió en el Ejército (fue oficial) y habrá lidiado contra los privilegios del puerto argentino sobre los de Montevideo. A su vuelta a España, incorporó al flamenco la milonga uruguaya, más rica y florida que la argentina, fue el cantaor más famoso de su tierra aunque no se conserva ningún registro de su voz. Sí, Silverio -como se hacía llamar- puede ser reclamado como propio por los uruguayos con más justificativo que el apoderamiento de Carlos Gardel.
Vamos a terminar con un chiste de la línea fuerte. Una pareja de recién casados va a pasar la luna de miel a la India. Allí, mientras pasean por el mercado, oyen a un vendedor que parece escapado de un cuento de Rudyard Kipling. El hombre grita:
-Vengan, entren a mi humilde tiendita, tengo algo fabuloso para ustedes, jóvenes. ¡No se lo pierdan!
La parejita entra, y el vendedor les muestra un par de sandalias. El calzado parece ordinario, pero el vendedor dice:
-¡Estas sandalias tienen poderes mágicos: con ellas harán el amor enfurecidos, como animales en celo!
La chica se sonroja, pero el muchacho dice:
-A mí no me hace falta ninguna ayuda para hacer el amor salvajemente con mi mujercita...
-¡Pero pruébalas, pruébalas! ¿Qué pierdes con probarlas?
La chica comienza a mostrarse interesada, y el muchacho, ante la insistencia de su joven esposa, accede. Se calza las sandalias, y apenas el marido se las pone, se le dibuja una mirada enloquecida. Con una furia que su esposa jamás había visto, el joven agarra al vendedor, lo da vuelta, le baja las babuchas y se dispone a violarlo. Y el mercachifle, desesperado, grita:
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