29 de octubre 2004 - 00:00

El tango es la primera atracción del turista que visita Buenos Aires

Luis Veiga le devolvió a Buenos Aires El Viejo Almacén, el reducto de tango que fue a la quiebra después de la muerte de Edmundo Rivero. Hoy vuelve a ser el centro preferido del turismo internacional.
Luis Veiga le devolvió a Buenos Aires "El Viejo Almacén", el reducto de tango que fue a la quiebra después de la muerte de Edmundo Rivero. Hoy vuelve a ser el centro preferido del turismo internacional.
  E l tango es majestuoso y en «El Viejo Almacén» alcanza dimensiones que parecen imposibles de albergar en esta casa que no es precisamente amplia. Gran parte de la gente que vive en Buenos Aires se sorprendería de cómo el tango ha evolucionado hasta alcanzar el nivel de show internacional.
La respetable porción de porteños que ignora esta música la más de las veces la escucha cuando le toca en suerte viajar en un taxi de conductor tanguero. En cambio, los extranjeros aman el tango. Es la primera atracción de su desembarco en Buenos Aires.
Le dieron la jerarquía que las nuevas generaciones locales le niegan.

Un argentino que mira el espectáculo de 1 hora 45 minutos, mezclado entre europeos, chinos, japoneses y latinoamericanos, se asombra de que el tango ya no tenga que disfrazarse de gaucho para que lo conozcan en el mundo y que gente que no domina el castellano acompañe a los cantantes en « Caminito», «Uno» «Yira, Yira» y «Volver», por nombrar los más conocidos. El tango tiene formas modernas, sin perder sus ritos.
Los extranjeros miran el show en un estado hipnótico, parecen hechizados. Pero cuando aparecen los bailarines se desbordan. Es en ese momento cuando el espectador argentino agradece que se hayan inventado las cámaras digitales, porque no se escuchan los sonidos cliqueantes de los que se quieren llevar el show en fotos.

El espectáculo del local que inauguró en 1969 como tanguería Edmundo Rivero tiene el nivel de los grandes shows de «Moulin Rouge» o del «Crazy Horse» de París. Los bailarines, además de deslizarse y entrelazar sus piernas sobre el limitado escenario, cuidan su vestuario, sus peinados y sus gestos.
El bailarín de tango luce seductor, varonil, pero también débil de carácter y sufrido ante la mujer, como dicen las letras. Esa actitud la integran al baile. Ellas seducen con su decisión, con sus vuelos. Son etéreas, amagan besarlos y se van. A diferencia de las antiguas bailarinas de tango, muestran más sus cuerpos trabajados en el gimnasio y en las barras de baile clásico.
Las cuatro parejas que integran el show viajaron por todos los continentes, están consagradas, pero su lugar es Buenos Aires, donde algunos de ellos tienen escuelas de tango.

«La cultura no se clona. Este lugar es auténtico, está a 9 cuadras de donde se fundó por primera vez Buenos Aires (Parque Lezama) y a 18 cuadras de la segunda fundación (cerca de Plaza de Mayo)», cuenta Luis Veiga, el propietario de «El Viejo Almacén».
Veiga, durante 52 años, fue operador de bolsa. Después llegó al fútbol; fue presidente de Argentinos Juniors entre 1992 y 1996. Con «El Viejo Almacén» cerró el círculo de amores del porteño de ley: fútbol y tango.
Sus años de operador bursátil infiltran la lógica en la conversación. «El 82 por ciento de los pasajeros de los cruceros visita 'El Viejo Almacén'. Hemos llegado a hacer cinco shows por día», explica.

Pero lograr que el local se llenede lunes a domingo nada tieneque ver con la viveza criolla de arreglar al conserje de un hotel para que le envíe pasajeros. Es un trabajo de empresarios. Hay que estar presente en todos los «workshops» de turismo que se realizan en el planeta. « Fuimos a Dallas, donde tuvimos nuestro stand. Lo mismo hicimos en Alemania, España y Brasil. Usted debe negociar con los mejores operadores de cada país para que le incluyan 'El Viejo Almacén' en los paquetes turísticos. Cada pasajero llega con el show y la cena compradas en el exterior.» Los espectáculos que pueden ver los pasajeros de cruceros están licitados hasta 2005.
El relato de Veiga vuelve al diseño del show y recuerda que trajo al maestro Osvaldo Berlingeri para dirigirlo y que incluyó a Virginia Luque porque «la gente sabe quién es quién. No se crea que por ser extranjeros les puede imponer cualquier músico o cualquier cantante». El tango parece tener el poder de revivir a quienes lo aman. Virginia Luque se agiganta y rejuvenece en el escenario. Da pasos de baile. Allí no tiene edad. Las manos de Berlingieri vuelan por el piano y ofrecen un «Adiós Nonino» inolvidable junto a su orquesta de seis músicos. Carlos Morel, el otro cantante, repasa las piezas más populares.


SORPRESA Y EMOCION
El tango sólo es interrumpido un momento por el Grupo Antara, que hace música del altiplano. Su versión de «El humahuaqueño» y de «El cóndor pasa», impone sorpresa al principio y emoción, después. El sonido de quenas, flautas y charango asombra y excita.
En ese edificio, donde en 1844 se hizo la primera operación quirúrgica con éter de la Argentina, cuando era el Hospital Británico, Veiga encontró fascinantes documentos de época. Desde una foto con la avenida Independencia angosta, empedrada, surcada por vías de tranvía de ida y vuelta, hasta cuadernos de los años '70 con anotaciones manuscritas que muestran que en una parte de esa década Edmundo Rivero llegó a recaudar allí 35 mil dólares diarios.

El de Rivero era un escenario más rústico. Tocaban los maestros Baffa y Berlingieri, bailaba un veterano Virulazo con su mujer Elvira, sin la fama que les llegó después con la gira de «Tango Argentino» por Estados Unidos. Cerraba el show Edmundo Rivero con dos guitarristas. Cada noche entonaba su inigualable versión de «Sur». El único grande que no cantó en la casona fue Roberto Goyeneche. Estuvo presente una vez, y para saludar a amigos. Eran los años donde se discutía si Astor Piazzolla hacía o no tango. En el nuevo show de «El Viejo Almacén», Berlingieri le dedica uno de los momentos más intensos. Los años han convertido a la obra de Piazzolla en la música clásica del tango, y es venerada por los extranjeros que jamás dudaron del genio.
Piazzolla se consagró en Europa más rápido que en la Argentina.
Con la muerte de Rivero el 8 de enero de 1986, llegaron al reducto los años más aciagos que terminaron con la tanguería declarada en quiebra. Veiga compró la propiedad y la marca «El Viejo Almacén» en noviembre de 1995 y el 25 de enero de 1996 se lo devolvió a Buenos Aires, despuésde cuatro años de cierre. Ahora está desarrollando « master franquicias» para que haya otros locales exactamente iguales en distintas ciudades del mundo. Hay interesados en Brasil, Europa y Japón. No sólo hay «tango for export», sino tanguerías.

Hay un calendario de arribos que marca el ritmo de trabajo de «El Viejo Almacén». De setiembre a marzo llegan los europeos. Los cruceros arriban desde la primera semana de abril. Coinciden con el fuerte turismo latinoamericano. Después llega la temporada baja en mayo y junio, donde el acento de los argentinos domina las mesas del restorán y del show.
Veiga reconoce que el turismo es fundamental en su negocio, pero también hay argentinos que cenan y ven el espectáculo, y él los alienta: «Lo que un extranjero paga 150 pesos a un argentino le cuesta 90».
Cuesta comprender a algún viajero cuando cuenta que escuchó un tango en el extranjero y se emocionó. El tango hecho con nivel, como sucede hoy en Buenos Aires, emociona. Bien vale que se le dedique una noche a redescubrirlo.

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