Rejas, barrotes, celosías, cerramientos, vallas, jaulas, parrillas, en tramas de madera o metal. Es imposible no relacionar la serie «Defensas», que Daniel García presenta en esta muestra en el Museo de Arte Contemporáneo de la Universidad Nacional de Misiones, Posadas, con la «problemática de la inseguridad», real o incentivada, con la que el discurso público llena espacios cada vez mayores en nuestra sociedad, al punto de que pareciera la única manera de referirse al verdadero problema, el de la exclusión y la marginación de millones de personas. ¿Defenderse? ¿De qué? De una intemperie implacable y un cinismo sin límites, que como los ajetreados campos de color sobre los que se recorta la imagen, impregnan con su atmósfera opresiva la totalidad de la existencia. Protección ficticia, parecen decir estas obras: no hay manera de aislarse, porque la «banalidad del mal» asegura su presencia ubicua en todo el espectro de la vida. Porque la reja defiende, pero también encierra, ahoga al defendido en su cápsula paranoica, se vuelve cárcel del miedo, que no puede ignorar en ningún momento la fragilidad de su situación. Por otra parte, la defensa instaura inmediatamente la existencia, real o ficticia, de enemigos contra los que es menester precaverse, de la legítima defensa, y en este punto, las estructuras defensivas se convierten en ofensivas: los límites de la guerra siempre son difusos. Más allá de las interpretaciones posibles, sin embargo, puede decirse que lo que esta nueva serie de obras de Daniel García pone en juego es una defensa de la pintura, de la que el artista se hace cargo por completo, una manera de seguir pintando en un mundo contaminado de imágenes. Francisco Ali-Brouchoud
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