15 de junio 2007 - 00:00

La primera botella se vende por la etiqueta; la segunda, por el vino

Carla Pelizzatti se incorporó a trabajar activamente en la bodega durante este año. Pero antes quiso saber más sobre el mundo del vino y por eso llevó a cabo un master en Administración de Empresas con Orientación en Vinos.
Carla Pelizzatti se incorporó a trabajar activamente en la bodega durante este año. Pero antes quiso saber más sobre el mundo del vino y por eso llevó a cabo un master en Administración de Empresas con Orientación en Vinos.
Escribe Andrea Fernández

Tres hermanos solían jugar en una finca durante sus vacaciones en una bodega familiar en Italia. Sus tatarabuelos habían iniciado ese proyecto en el que comercializaban el vino, una iniciativa que luego siguió por cuatro generaciones. Fue así que estos niños, hijos de inmigrantes italianos, iniciaron su relación con el elixir del dios Baco a través de lo lúdico. Una después fue psicóloga y se dedicó al área de recursos humanos; la otra mujer, se metió en la industria de la construcción; el varón, se interesó en el management de compañías internacionales de telecomunicaciones. «No nos imaginamos hasta que fuimos adultos que íbamos a iniciar tiempo después una actividad similar de este lado del Atlántico», afirma Carla Pelizzatti, relationship marketing manager de Bodega Chakana, la psicóloga de esta historia.
«En 2002, después de que falleció mi padre, tuvimos la oportunidad de evaluar una inversión y apareció la posibilidad de comprar una finca de 300 hectáreas en excelente estado en Mendoza con viñedos de 30 años. La realidad es que tanto mis dos hermanos como yo veníamos desarrollando actividades profesionales en relación de dependencia, con un proyecto diferente al del mundo del vino. Mi hermano fue el primer gran apasionado con la posibilidad que surgía, y lo tomó como algo a desarrollar a largo plazo. La finca estaba en Agrelo, en Luján de Cuyo. Fuimos todos a conocerla y fue una pasión familiar que volvimos a vivir. Inevitablemente, allí surgió la pregunta: ¿por qué no lo intentamos?»
En ese momento los Pelizzatti tenían la posibilidad de realizar varios tipos de negocios con la finca, teniendo en cuenta el momento en el que vivía el país: comprarla, buscar rentabilidad (aunque eso los alejaba un poco de la pasión del vino); vender la uva, o adquirirla y armar una bodega. «Esa fue la opción que nos alineó. Mi hermano fue el primero que se dedicó y se mudó a Mendoza».
De allí en más comenzaron a buscar asesoramiento enológico en el exterior, construyeron una bodega y comenzaron a producir sobre la base de un proyecto a escala. La empresa comenzó en 2002; la primera producción llegó en 2004. Eran 300.000 litros, hoy son 650.000. «Los vinos fueron pensados para el mercado externo por distintos factores -comenta Carla-, entre ellos, conveniencia a nivel económico. Se dio que los tres teníamos un perfil internacional -estudiamos afuera, tuvimos experiencias en el exterior y las adaptamos a nuestro país-. Y si bien estábamos en el mercado argentino, fue recién a fines del año pasado que comenzamos a hacer un trabajo específico en el mercado local, el que ahora estamos incrementando».

Amante del nuevo mundo

La parte femenina de la familia, si bien eran accionistas de la bodega, no participaba directamente. Sólo era el varón, Juan, quien se encargaba de la gestión. Este año Carla decidió salir del área de recursos humanos donde estaba trabajando y realizó un master en Administración de Empresas con Orientación en Vinos. «Como venía de un mundo netamente diferente al vino quería aprender de qué se trata más allá del placer del producto, que es el resultado final de este negocio. Así desarrollé este master con la finalidad de conocer la vanguardia vitivinícola de lo que hoy se llama las regiones del nuevo mundo. Soy fanática de los vinos del Nuevo Mundo, como los de Australia y Chile, entre otros. Cuando estudié tuve la posibilidad de probarlos y ver cómo los producen, cuál es su característica diferencial. El consumidor tradicional se rige por las variedades tradicionales. El consumidor de los vinos del Nuevo Mundo es más innovador. Es un consumidor más dispuesto a abrir una botella y ver de qué se trata. No está esperando que le venga algo dado. Nosotros con nuestros vinos argentinos estamos en el segundo grupo, de innovación, pero de alguna manera guardamos algunas tradiciones vitivinícolas. Por lo tanto un consumidor tradicional no se va a sentir mal con nuestros vinos. En esto es importante también la etiqueta. La primera botella se vende por esta razón, pero después hay que encargarse de que el vino sea bueno si no no vendés más».
Después de leer las recomendaciones de Wines of Argentina, el conglomerado que incentiva los
vinos argentinos en el exterior, Chakana decidió ingresar en Estados Unidos, Brasil e Inglaterra. También está en Perú, Colombia, Canadá, Holanda, Dinamarca, Bélgica, España, Italia y Suiza. «Creemos que el mercado sueco tiene un gran potencial. Y ahora estamos incursionando en el mercado asiático, específicamente en Taiwán, Corea y Japón», comenta Pelizatti, para quien «el vino es un arte que detrás tiene un negocio. Es casi un conglomerado perfecto para el que lo tiene como proyecto de vida. Un amigo siempre me dice que si a la gente le pagan por trabajar es porque en realidad no está tan bueno trabajar. En cambio aquí siento que estoy trabajando en algo que es rentable y placentero, que comenzó como un divertimento y hoy es el punto más importante de mi vida».

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