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¿Lo sabía usted?
Uno de los edificios más hermosos de la Ciudad de Buenos Aires, el Palacio del Congreso, fue proyectado dentro del estilo grecorromano del academicismo italiano, por el arquitecto italiano Victor Meano, del estudio de Francisco Tamburini, que fue el proyectista y constructor del actual Teatro Colón. Meano no llegó a ver su obra concluida porque fue asesinado, el 1 de junio, por Carlos Pasera, un mucamo a quien había despedido meses atrás. Tras aquella tragedia la obra fue terminada por el belga Jules Dormal, quien respetó el proyecto original, modernizando y afrancesando el conjunto.
Cuando se inauguró el edificio, el 1 de mayo de 1906, había en la fachada principal dos espacios vacíos que estaban previstos para que la escultora Lola Mora (que se dice fue amante de Roca) instalara dos grupos escultóricos de hombres y mujeres «muy desabrigados», lo que motivó el enojo de las damas de la sociedad. Las estatuas fueron retiradas y enviadas a depósito, en donde estuvieron embaladas mucho tiempo, hasta desaparecer como por arte de magia.
Lola Mora tenía su taller-atelier en el Palacio del Congreso, donde realizó esos grupos escultóricos y el famoso de Las Nereidas que fue a parar a la Costanera Sur por pudores que hoy resultan incomprensibles y que motivaron la «veda visual» dentro del área micro y macrocentro.
Al día de hoy, esos espacios del Congreso Nacional donde debían estar las obras de Lola Mora continúan vacíos, restándole a la fachada un atractivo adecuado con la imponencia del edificio. Aquellas estatuas, que durante mucho tiempo fueran dadas por desaparecidas, las encontró en una plaza de la ciudad de Jujuy el actual vicepresidente de la Nación, Daniel Scioli, quien habría propuesto un canje haciendo construir ese mismo grupo escultórico e instalar las recuperadas donde debieron estar, en los lugares a ambos lados de la escalera principal de acceso al Congreso con frente a la
Av. Entre Ríos. Hasta ahora esa idea ha quedado como expresión de deseo.
O.H.D.
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