29 de junio 2007 - 00:00

¿Lo sabía usted?

El 10 de junio de 1945 todo el país cambió el sentido de orientación del tránsito y dejamos de circular por la izquierda para pasar a circular por la derecha, excepto los ferrocarriles y los subterráneos que mantuvieron el sentido de circulación anterior. Inexplicablemente 62 años después ningún medio recordó la fecha de tan importante acontecimiento en el sistema vial argentino.
La Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires debió cambiar la flecha indicadora de sentido de tránsito en gran cantidad de calles y avenidas, trabajo de gran enver-gadura si tenemos presente que la Capital Federal tiene una superficie de 200 kilómetros cuadrados y alrededor de 25 mil cuadras. El cambio de sentido del tránsito produjo durante los primeros días innumerables accidentes y muertes, muchas producidas en quienes ignoraban dicha medida y cruzaban distraídos, mirando en sentido contrario y eran atropellados especialmente por tranvías.
Años más tarde, en 1966, el entonces intendente coronel Eugenio Schettini convirtió en mano única y cambio de orientación a las avenidas Córdoba, de Mayo, Independencia y Garay como vías de salida del microcentro, y de entrada del micro y macrocentro a las avenidas San Juan, Belgrano, Corrientes y Santa Fe.
El plan de manos únicas se mantuvo en reserva hasta un día antes de su implementación para que nadie se aprovechara de saberlo y contratara espacios publicitarios en lugares preferenciales como Corrientes y 9 de Julio. Pero un secreto entre varios pierde esta condición, la noticia se filtró y Leonardo Barujel, hombre de radio y TV, contrató la mayoría de los espacios sobre terrazas en edificios que enfrentarían la nueva orientación para instalar grandes carteles publicitarios. Excepto el frente del Trust Joyero Relojero, dado que según las reglamentaciones vigentes no se podía «tapar vanos», o sea ventanas, para no restar ventilación a las oficinas o viviendas frentistas. Hoy Ambito Financiero posee allí un gran cartel que anuncia su 30° aniversario y agradece a sus lectores.
Osvaldo H. DAgostino

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