A pesar de que los padres ubican las carencias de sus hijos menores en un lugar prioritario, el impacto de la recesión también ha resentido este segmento, generando transformaciones en los hábitos de consumo del público que se está inclinando por prendas de segundas marcas.
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Sin embargo, la disminución en las ventas durante el último año no fue homogénea. Dentro de los dos grandes sectores que conforman el segmento de la indumentaria infantil, la experimentada por la ropa de chicos de hasta siete años sufrió una merma mayor a la correspondiente al mercado de bebés recién nacidos hasta el año y medio de edad, que abarca prendas como los enteritos, ositos, escarpines y baberos.
Las cifras son ilustrativas. Mientras que en el primer rubro la Coordinadora Argentina Mercantil Empresarial (CAME) constató que las operaciones descendieron 40%, en la franja de los bebés, la caída fue de 25%. Según su vicepresidente, Vicente Laurenzo, la sensible diferencia registrada obedece a que «el público se volcó a prendas de menor valor unitario, como consecuencia de la caída en el poder adquisitivo y del alto desempleo. Básicamente porque un desempleado sigue vistiendo a su hijo, pero lo hace con prendas más baratas que las que acostumbraba comprar». Este cambio en los hábitos de consumo también recicló comportamientos que se suponían superados al calor del avance de la tecnología y del abaratamiento de los productos. «En algunas provincias, volvió a aparecer el pañal de gasa, hoy en día reemplazado por el pañal descartable -grafica Laurenzo-, que está siendo utilizado como una mantilla para recubrir al bebé. Otro de los artículos que han comenzado a ser sustituidos por razones económicas es el babero con mangas. Como era muy caro, la gente volvió al clásico babero constituido por una pechera que simplemente se cuelga del cuello.»
Sin embargo, las transformaciones en los hábitos del consumidor no se limitan exclusivamente a este segmento, se verifican también en la elección de indumentaria para niños. Paulatinamente, los padres comenzaron a vestir a sus hijos con joggins en detrimento de los jeans, debido a que las telas en los que están confeccionados como la frisa o el polar redundan en dos beneficios que se valoran cada vez más: el menor valor de estas prendas y la mayor facilidad para lavarlas. «Hoy se puede conseguir un jogging frizado por $ 5 contra un jean que no baja de los $ 12. En comparación, el jean resulta caro porque en definitiva, el jogging resiste más lavados y es más cómodo para usar. No por nada en el sector de los mayoristas de ropa infantil, de las quince empresas que había aproximadamente en Capital Federal, durante el último año fueron cerrando una tras otra hasta llegar a hoy, en que sólo han sobrevivido dos.»
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