5 de enero 2007 - 00:00

Muchos solamente ven el glamour de la profesión

Muchos solamente ven el glamour de la profesión
Los aviones siempre han llamado la atención porque sacan al hombre de su espacio natural que es la tierra. Y, por ende, siempre se ha mirado con admiración, y, a veces, hasta con un dejo de envidia, la vida que llevamos los pilotos. Pero nuestra profesión es mucho más sacrificada de lo que parece, porque desde afuera se ve el glamour de estar siempre con una valija, viajando, estar en hoteles de lujo, quedarse dos o tres días en lugares muy codiciados desde el punto de vista turístico. Pero a medida que pasa el tiempo, uno se da cuenta de que deja por largos períodos la casa, la familia, los amigos, y quizá, de pronto, comienza a postergar los planes que tenía por estar mucho tiempo afuera.

Llega un momento en que al ver la valija cuesta arrancar, pero una vez que estamos en vuelo haciendo lo nuestro, disfrutamos mucho estar en la cabina de comando, con el despegue y el aterrizaje. Esa es nuestra vida, somos fanáticos. No hay un piloto que continúe ejerciendo si no está enamorado de su trabajo.» Con la precisión que exige su profesión, Rubén Gazzera -hoy comandante de Aerolíneas Argentinas, empresa a la que pertenece desde hace 35 años- detalla los pormenores de quienes se dedican a unir personas y ciudades a través de los cielos.

Tal vez, fue él quien eligió ser piloto, o la aviación lo escogió. Eso no puede saberse a ciencia cierta, porque proviene de San Francisco, Córdoba, provincia de la que surgió una enorme cantidad de pilotos porque cuenta con la Escuela de Aviación militar. Quizá por esa razón su hermano también tiene la misma profesión (se retiró hace un año también como comandante de Aerolíneas).

«Las aerolíneas comerciales siempre fueron la meta. Yo tuve la oportunidad de entrar realmente joven, a los 24 años. Ahora los aspirantes ingresan con menos edad. La diferencia reside en que los medios de hoy facilitan los cursos, juntar la experiencia y todas las habilitaciones que requieren las líneas aéreas. En ese momento, era uno de los de menor edad. Después de ahí se entra en el escalafón, un trencito en el que uno va esperando la posibilidad de un ascenso y así va escalando posiciones», asegura Gazzera, quien, además, fue copiloto y comandante de los aviones Habro, hasta que llegó la época del jet. Y recuerda que «desde hace tiempo la gente que ingresa a las líneas aéreas no llegó a conocer las hélices».

Chequeos de rutina, ir al simulador una vez por año, controles en ruta, exámenes psicofísicos, controles de máxima hora de actividad, son todas palabras básicas incorporadas al vocabulario de los pilotos. «No hay muchas profesiones -sostiene Gazzera- que exijan lo mismo que nos piden a nosotros. Eso no nos hace perfectos, pero yo desearía que en otras profesiones ocurriese lo mismo, como, por ejemplo, en la medicina. Pero, además de todo lo que nos puedan exigir, hay que recordar que el egoísmo es absolutamente natural, entonces uno realiza los controles del avión concienzudamente porque sabe que de eso depende también el bienestar de uno», afirma este hombre, viudo, pero que vive nuevamente en pareja, padre y abuelo -tiene dos hijos y seis nietos- y con dos sobrinos pilotos, para quien su mayor hobbie, al que más tiempo le gusta dedicarle, es, después de su familia, ver a sus amigos, el segundo de sus sostenes.

Pasando la posta

Muchos se preguntarán cómo se desenvuelven los pilotos, cuánto puede durar un viaje, ir y volver a un destino. En realidad, todo depende de la periodicidad de los vuelos de la empresa a una ciudad. «Vamos a utilizar el ejemplo de Miami. Uno sale un lunes, llega un martes, sale el miércoles para arribar el jueves. Ese sería el vuelo más corto. Ahora, si yo voy a Miami, y en vez de tener vuelos diarios tiene tres vuelos a la semana, tengo que esperar tres vuelos para que esa frecuencia me lleve el avión y que yo vuelva. En ese orden, hay vuelos a Roma que pueden llegar a ser de seis días y tenemos vuelos a Auckland, que son de ocho o nueve días. Ese es el vuelo transpolar, es en el que más tiempo quedamos lejos del continente y llegamos a veces a bordear el casquete polar.»

Cuando la tripulación llega a destino, tiene varias posibilidades: dedicarse a leer un libro, jugar al golf o, cuando hay tiempo, se programan actividades; si no, se sale de imprevisto. «Así, seguramente va a ser la mejor posta -afirma Rubén-. Así lo llamamos, porque es como en las carreras, uno está esperando el estímulo para volver. En este caso, el estímulo sería el avión.»

Cuando está bien planeado, entre los amigos de la tripulación salen a «turistear», a «matar el tiempo». Así es como puede opinar que Nueva Zelanda desde el punto de vista de paisajes, de naturaleza, es muy bonito, y no ahorra palabras de admiración para Italia.
«Antes volábamos con tripulación fija y así era como nos hacíamos grandes amigos. Yo soy uno de los conocidos por hacer bromas», afirma, al tiempo que no quiere hablar mucho de ello para no ser tildado de irresponsable, aunque la alegría no esté relacionada con la destreza profesional. «Hay cosas en las que uno no puede equivocarse como comandante y uno tiene que velar por la seguridad y la disciplina, y eso puede ser que genere una duda sobre si el vuelo va a ser seguro. En los vuelos transpolares, uno llega a un punto de no retorno, porque llegado un momento está más cerca el destino que la partida. Por lo tanto, si hay un incidente, un segundo puede cambiar las cosas.»

Rubén, en su profesión, está en ese punto de no retorno. Y es allí donde puede concluir que «cada trabajo tiene sus pros y sus contras. Yo lo veo en la mayoría de los colegas, que las vacaciones es estar en la casa antes de estar de viaje. A mi señora, que es auxiliar, le gusta viajar. Yo intento convencerla de que ella empezó después, de que nosotros desde chiquitos que estamos viajando. Pero algunos de mis argumentos no son ni siquiera válidos», confiesa, como quien tiene que resignarse a subir a un avión comandando por otro, preparar nuevamente sus valijas, pero, seguramente, como esta periodista pudo percibir, sus pensamientos estarán volando en otros proyectos, demasiado secretos para ser revelados en esta nota.

Sin cuestión de sexo

«Al principio, resulta algo extraño estar con una mujer en la misma cabina, sólo por una cuestión de costumbre. Uno sabe que se da vuelta y ve a un hombre. Pero, en mi opinión personal, nuestro trabajo es tan esquematizado que el rol de comandar lo puede cumplir tanto un hombre como una mujer», afirma el comandante Rubén Gazzera, al tiempo que habla de los avances que acompañaron a la industria de la aviación. «Antes, todo era muy artesanal. Hoy, el avión se prepara bien en forma previa a ponerse en marcha. Después de estar funcionando, algo que se sigue haciendo manualmente, tenemos un sistema tecnológico y de precisión con respecto a la navegación. Pero con respecto al tránsito, que ahora es mayor, hay que cuidar otras cosas que antes no existían.»

Gazzera también pasó por la Asociación de Pilotos. «Muchos hemos estado ahí; no somos especialistas, lo hacemos por una cuestión de que creemos que en algún momento hay que ponerse al frente. Fue allí donde tuve la oportunidad de conocer a Enrique Piñeyro -director de 'Whisky Romeo Zulú' y 'Fuerza Aérea Sociedad Anónima'.» Sobre las denuncias realizadas por el ex piloto, Gazzera afirma que «no cree que tenga otro motivo para hacer esa exposición, solamente mostrar las cosas que sabe. Creo que es totalmente transparente en eso».

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