19 de octubre 2007 - 00:00

Siete colinas de islas, juegos y tranquilidad

Escribe Andrea Fernández

Siete colinas de islas, juegos y tranquilidad
Una obra de alta ingeniería como un puente puede dar un vuelco a la vida de un pueblo. Y quien no crea en el significado de esta frase sólo tiene que llegarse hasta Victoria, Entre Ríos, que por obra y gracia del «lazo de cemento» que la une con Rosario, en los últimos años abandonó su imagen de «pueblo colonial» para intentar darle lugar, paulatinamente, a la figura de una ciudad preparada para recibir al turista, dejando de ser sólo un lugar de paso o al que los que se animaban llegaban luego de navegar cinco horas. «La ciudad las rejas.» Así se la conoce por la diversidad de estos adornos de hierro que recubren, en todos sus estilos, las ventanas de sus construcciones.Las casas aún mantienen la impronta que se les dio entre 1910 y 1940, cuando los inmigrantes europeos -sobre todo de origen vasco y genovés que se dedicaban a la explotación de la piedra caliza- que llegaron hasta la zona grabaron su toque italiano y vasco francés dejándolo marcado para siempre.

PATRIMONIO HISTORICO
Un solo edificio rompe con este diseño: una construcción de departamentos que llegó antes de que se sancionase una ley para preservar los frentes de las casas y mantener el lugar como «patrimonio histórico ». Es así como, espiando mientras se abre una puerta, se pueden ver ambientes absolutamente remodelados, con muebles de diseño, en una casa que por fuera anuncia la salida de una señora dispuesta a barrer la vereda luego de haber amasado las pastas para la familia. O de una señorita de alta sociedad, preparándose para pasear con su sombrero por la plaza principal ante la atenta mirada de los caballeros. Calles angostas, con pequeñas veredas; grupos de chicos que los domingos a la tarde se congregan en la plaza principal para charlar; un camino costanero que se construyó para evitar las inundaciones y hoy reúne una serie de restoranes en los que se puede disfrutar de un sábalo o una boga; locales más típicos como el del Jockey Club, en el que as porciones son tan ricas y abundantes como las que cocinaban las primeras mujeres que llegaron a Victoria -después de que los conquistadores españoles arrasaran con los habitantes originarios-. Todo forma parte de la idiosincrasia de esa parte del sur entrerriano.

VICTORIAS
Esa cándida paz de pueblo fue movilizada, pero no interrumpida, por la llegada de un hotel que cambiaría su eje. Al final de la Rambla, surge su silueta, que parece no encajar con el resto del paisaje, aunque, por lo que cuentan, ha logrado llegar a ser parte de éste. Es el Sol Victoria Hotel & Casino, que ha conseguido que no sólo los oriundos de Victoria hiciesen uso del puente para llegar hasta Rosario en búsqueda del shopping y el cine, sino que, además, ha logrado que los rosarinos se crucen los fines de semana para disfrutar del juego -algo que aún no pueden hacer en su ciudad- y la tranquilidad de una caminata hasta el puerto, de una visita a la Abadía de los Monjes Benedictinos -la primera de Sudamérica-, que tienta a comprar sus reconocidos productos Monacal (licores de dulce de hierbas, lemoncello, arándano y naranja; su dulce de leche artesanal, la miel y los caramelos de propóleo, además de sus quesos, entre otras cosas) e invita a conocerla mejor con sus visitas guiadas que sólo se hacen por la mañana. El edificio del hotel se impone. Emplazado desde una colina -una de las siete de las que hablaba el poeta Gaspar L. Benavento-, presenta una estructura con dos alas de tres pisos cada una, unidas en un núcleo central.

HOTEL CON VISTAS
Desde cada una de las 76 habitaciones se puede observar el atardecer sobre el riacho Victoria (un pequeño brazo del Paraná, el «gigante » que se encuentra en realidad a unos 60 kilómetros) y algunas islas en un cómodo balcón. Y si ya ayudó a darle una vuelta de tuerca a la vida de la zona sur de Entre Ríos, planean que ese giro sea de 180 grados al terminar las reformas que se están realizando. El plan en el que ya se está trabajando contempla la ampliación del spa, llegar a las 90 habitaciones ytener una pileta cubierta, logrando que las familias enteras se acerquen a pasar un fin de semana. Cada uno tendrá su opción, desde las mujeres hasta los niños, a los que se les sumarán atractivos. Hoy el hotel ofrece una variada agenda para sus huéspedes, sobre todo los fines de semana. Hay circuito de pesas, campeonatos de fútbol, torneos de truco, clases de salsa y merengue, hasta la posibilidad de andar en bicicleta con alguno de los rodados que están a disposición, sin olvidar de un city tour gratuito que recorre la ciudad y llega, además, hasta el Museo Carlos Anadon, emplazado en donde fue la casa de uno de los «ilustres» que transitó por sus calles: Isidro Balbi. Gracias al aporte de todos los habitantes, se puede conocer la historia de Victoria a través de juguetes, carteles, revistas y utensilios de cocina. De esa forma, recordando el pasado, «las siete colinas» -de las que dicen que hoy no son tantas- se preparan para el futuro. El mismo grupo inversor del Sol Victoria está trabajando en un complejo termal y en la construcción de otro hotel cinco estrellas. Aunque aseguran que siempre mantendrán intactas las «formas victorianas».

GUIA
Victoria está a 354 kilómetros de Capital Federal, 58 kilómetros de Rosario, 122 de Paraná y 154 de Santa Fe. El casino está abierto las 24 horas de jueves a domingo, y el resto de los días, de 13 a 5. Durante la semana, el hotel Sol Victoria recibe público corporativo que busca alguno de sus tres salones para eventos. Tiene, además, un restorán a la carta y el desayuno es buffet. Un parque de más de tres hectáreas aloja la piscina con dos solariums aterrazados a distinto nivel, separados entre sí por un espejo de agua que se vierte en forma de cascada entre ambos niveles. También se emplazan
una pequeña pileta para niños y un solarium húmedo con jets de hidromasajes.
Más información: www.hotelsolvictoria.com.ar.

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