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Una isla digna de un poema griego
La Conca d'Oro fue mágicamente llenándose de mezquitas y minaretes. El refinamiento y la belleza de la ciudad fue de gran atracción para los normandos que decidieron conquistarla (1061) y la convirtieron en capital de su reino, comenzando así la Edad de Oro de Palermo (de 1072 a 1194).
El saber y las artes fueron los mejores exponentes de esa época. También dejaron sus huellas los virreyes españoles en el arte y la arquitectura barrocos, cuando tomaron el poder en 1282. Los virreyes trajeron también a Palermo la Inquisición, que alimentó las sociedades secretas que en el tiempo se convirtieron en la Mafia actual, según el juicio de algunos historiadores.
La ciudad de Palermo, dominada al norte por el monte Pellegrino -«el promontorio más hermoso del mundo», según Goethe-, es una región de cítricos que se encuentra en el centro de la denominada Conca d'Oro. Posee un patrimonio artístico muy importante, que la convierte en una ciudad de gran interés turístico.
Un desarrollo urbano un poco desprolijo ha ido rodeando el centro histórico, pero conservando un trazado medieval. Entre calles irregulares se distinguen tres grandes vías: Maqueda y Roma (que son paralelas) y Vittorio Emanuelle (perpendicular). En una hermosa plaza con jardines y rodeada de estatuas de estilo barroco se encuentra la Catedral, construida en 1185. En su interior hay tres naves de estilo neoclásico. La Catedral fue escenario de la coronación de varios reyes, y recorriéndola se pueden ver majestuosas sepulturas imperiales y reales.
El Palazzo dei Normandi, de origen árabe, es hoy sede administrativa de la región siciliana. Se hace imposible enumerar la cantidad de iglesias y palacios realizados especialmente en los períodos árabe-normando y barroco predominando este último en la ciudad.
Empedocles y Pirandello
A 85 kilómetros al sudoeste de Palermo está Segesta. Sus vistas del monte Erice y el mar son inigualables. Sobre una colina desnuda, se puede observar uno de los templos griegos más importantes y mejor conservados del mundo. Sus 36 columnas de fuste liso se destacan en ese paisaje desértico. Trapani, muy cerca, es hoy una ciudad moderna y con un puerto comercial de donde parten los barcos hacia las islas Egadi y la isla Pantela.
En la costa meridional siciliana se encuentra Agrigento; fue fundada por colonos griegos rodiocretenses en 581 AC. La ciudad conserva vestigios de épocas en las que sobrevivió al período romano y a la Edad Media, bajo el sometimiento de árabes y normandos. Su ciudad medieval con estrechas y empinadas callecitas es testimonio de esas épocas.
Más arriba se extiende la ciudad moderna que fue creciendo desordenadamente y no precisamente en lugares correctos. Nacieron en la isla el filósofo griego Empédocles y el moderno dramaturgo Luigi Pirandello, pero más allá de estos hijos dilectos, la mayor atracción turística, por su gran importancia arqueológica, es el Valle de los Templos.
Poder contemplar la imagen de estos templos cuando son dorados por el sol de la primavera, rodeados de almendros en flor, nos hace recordar cuando Píndaro reconoció en Agrigento «la ciudad más hermosa levantada por los mortales». A medida que vamos avanzando por la carretera, el Valle de los Templos nos deja perplejos. Sobre una loma encontramos el magnífico templo de Juno de mediados del siglo V AC, que posee 34 columnas, 6 de ellas en la fachada.
A muy poca distancia está el templo de la Concordia, de la misma época, que con sus 34 columnas es ejemplo de la arquitectura griega. Cercano a este templo se levanta la Villa Aurea con algunas necrópolis. El camino nos va llevando hasta el más antiguo, que es el Templo de Hércules, de estilo dórico contenido en 38 pilares y construido en el siglo VI AC.
Cruzando la ruta aparece el templo de Zeus Olímpico, uno de los más grandes, tenía muros externos y colosales figuras de atlantes. En un amplio espacio, el Templo de Castor y Polux con sus 4 columnas se convirtió en el símbolo de Agrigento. Muy cerca el Museo Arqueológico Nacional, con importantes colecciones de vasijas y maquetas.
Frente al Museo, cuatro calles paralelas, algunas de piedras originales, nos muestran lo que fue el barrio helénico y romano en 734 AC, fundado por colonos griegos.
La Sicilia griega tuvo sus comienzos sobre las costas del mar Jónico. Siracusa superó a Atenas en muchos aspectos llegando a ser la más grande y poderosa ciudad-estado de la Magna Grecia. Píndaro, Esquilo y Arquímedes, son algunos de los grandes personajes que pertenecieron a su corte en el siglo V AC. Aunque los atenienses trataron de destruirla mandando una flota, su intento fracasó convirtiéndose en una de las mayores batallas navales de la historia antigua. Esta ciudad siguió prosperando hasta dos siglos después, cuando fue conquistada por los romanos. En su Parque Arqueológico, de extraordinaria importancia para el conocimiento de la antigua civilización helénica, encontramos, entre otros tesoros, las ruinas de un anfiteatro romano de grandes dimensiones que muestran un pasado de gran esplendor y un teatro griego que es el más completo de la antigüedad, donde se representan tragedias y comedias clásicas en un festival que se celebra en los años pares. Siracusa es una ciudad moderna y dos puentes la unen a la isla de Ortigia, primer emplazamiento de la ciudad con un trazado urbanístico de características medievales y barrocas, encontrándose allí las ruinas del templo de Apolo.
A sólo 60 kilómetros está Catania, importante centro comercial y agrícola (cítricos y vinos). Es la segunda ciudad de Sicilia en población. Situada al pie del volcán Etna, uno de los más activos del mundo, fue destruida por varias catástrofes, aunque siempre pudo comenzar de nuevo.
Al otro lado del monte, con una fama mundial muy bien ganada, la hermosa Taormina nos deslumbra con sus paisajes, que pueden ser contemplados desde las grandes terrazas que semejan ser acantilados al caer al mar. Por su belleza, los escritores le han dado a este pueblo medieval durante siglos un halo romántico y misterioso. La cercanía del volcán Etna provoca en su cielo azul grandes bocanadas de nubes blancas. En la entrada de la ciudad (Porta Messina) descubrimos la plaza Vittorio Emanuelle. En ella encontramos el nuevo Palacio de Congresos y el Palazzo Corvaia. Al norte de la plaza vemos ruinas romanas de edificios termales de época imperial, varios teatros e iglesias. Su calle principal, corso Umberto, con elegantes tiendas, cafés y comercios de antigüedades, recibe con cordialidad y elegancia al turismo internacional. Los grandes palacios han sido cuidadosamente conservados. Su teatro griego posee una acústica excepcional y en él se representan grandes obras teatrales.
La eterna Sicilia posee una infraestructura turística de gran nivel que, sumada a una exquisita gastronomía, dada por la fusión de distintas culturas culinarias, logra magníficos y deliciosos platos, y unidos a la hospitalidad y generosidad del siciliano, hacen que esta visita sea única e inolvidable. Como tan bien la definió Goethe, «Sicilia es para mí un preludio de Asia y Africa, y hallarse en persona en este maravilloso centro en el que convergen tantos rayos de la historia universal no es cosa pequeña».
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