19 de octubre 2006 - 00:00

Será muy difícil suplir a Román

Juan Román Riquelme
Juan Román Riquelme
Esta nota pretende ser menos un análisis de la renuncia que una carta abierta a la madre del futbolista Juan Román Riquelme. Quizá logre ejercer alguna influencia sobre la grave determinación tomada, mediante algunos conceptos que contribuyan a reflexionar.

Por ejemplo, ver cuáles son las características de Riquelme como jugador. Es un mediocampista creativo enormemente hábil pero lento, lo que hace que sus desempeños sean polares: cuando está inspirado como en el 3 a 0 frente a Brasil por las eliminatorias su juego resulta excelso, mientras que cuando se encuentra ensimismado y dubitante resulta muy flojo, como ante Alemania en el Mundial.

Jugadores como Sorín, Batistuta o Zanetti oscilan entre los cuatro y los ocho puntos. Riquelme juega para el aplazo o para el fervor. También depende mucho del planteo de los rivales. El equipo de juego abierto, que se propone atacar, que evita las marcas personales, eso permite a un hombre que necesita espacios como Riquelme moverse a voluntad.

En cambio quienes lo aprietan con marca individual, se cierran en defensa de su arco y buscan básicamente salvar un punto, esos equipos reducen las posibilidades de despliegue de Román.

Asimismo es evidente que su velocidad mental supera su velocidad física, a diferencia por caso de Diego Maradona, que a una velocidad mental inigualable sumaba notable rapidez en el cuerpo.

Tanto en la Selección nacional como en Villarreal se advierten estas características. Si lo dejan suelto derrama fútbol, y cuando no hay espacios se desdibuja.

Otra verdad innegable es que le cuesta reponerse cuando participa de dos encuentros en una misma semana. No es un Kempes o un Simeone, sino que le resulta difícil recuperarse en pocos días, y ese factor en un campeonato corto e intenso como un Mundial de fútbol pesa en su contra. Hay quienes adjudican esto a una deficiencia en su genética o a una pobre alimentación durante su infancia. Pero como se intenta llegar a su madre desde estas líneas, no será ése el tópico de más profundo análisis.

Algunos detractores lo creen frío, desapasionado, con trastornos de índole emotiva, y la renuncia a la Selección les vino como anillo al dedo para reafirmarlo. Y si bien no se lo ve como el prototipo del desaforado, tampoco exhibió muestras de frialdad. Al terminar la Copa de las Confederaciones 2005, cuando Brasil derrotó a la Selección 4 a 0, Román cayó al suelo a llorar y se quedó tendido allí cara al suelo largos minutos. En cambio se alegró mucho de ser campeón con Boca en el torneo doméstico, en la Copa Libertadores de América y en la Intercontinental, y sufrió evidentemente la eliminación en Alemania 2006.

Se lo califica de « desmotivado» pero quizá la timidez sea un rasgo distintivo de su personalidad.

Agoreros pronosticaban un seguro fracaso en Europa debido a estos peculiares ingredientes en su manera de ser, y se equivocaron. Es un muchacho extraño, distinto. Y al margen de estos señalamientos técnicos, debe tener presente usted, señora, que el argentino promedio es olvidadizo, exitista y pobre observador. Aquel sorpresivo pase a Saviola que dejó plantada a la defensa de Costa del Marfil en el primer partido del Mundial fue de Riquelme, como fue de Riquelme el tiro libre que devino en el segundo gol, el de Crespo. El tiro de esquina que conectó Ayala de cabeza para la igualdad contra Alemania fue de Román, y tal es así que el eximio defensor en lugar de festejar salió corriendo hacia el costado de la cancha señalando con su dedo al número diez mientras repetía «¡tuyo, tuyo!», según se pudo leer claramente en sus labios, adjudicándole la total responsabilidad con esa ejecución soñada. El mejor gol del campeonato, aquél de 23 pases que finalmente convirtió Esteban Cambiasso, contó con notable participación de Riquelme.

Debido a la característica polar de su juego y a esos rasgos apocados de personalidad, en ocasiones se lo exalta en el firmamento de los ídolos y otras veces se lo denuesta como a un mediocre con quien se exageró. Pero lo que demuestra el partido con España del miércoles pasado es que Riquelme no será fácil de reemplazar. Aunque diste de ser un caudillo ideal como Maradona, no parece probable que algún otro tome su lugar con ligereza.

No fue eficiente el conflictivo Verón en su momento, tampoco el endeble Aimar; se probó con D'Alessandro, con Gallardo, ahora con el estupendo ex volante del Boca tricampeón Insúa, y el resultado ha sido insatisfactorio. Ni los Messi ni los Agüero demostraron igual rendimiento en clubes que con la camiseta de la Selección. Probarán la número diez a su turno Montenegro y Belluschi. ¿Y si continúan los resultados actuales?

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