El contenido al que quiere acceder es exclusivo para suscriptores.
El secretario de Finanzas del gobierno nacional, en reciente presentación ante la TV italiana, pidió disculpas en nombre del gobierno argentino y de los argentinos, a titulares de bonos de la deuda pública de nuestra República radicados en Italia que fueran damnificados por la declaración de cesación de pagos que, en su momento, dispusiera el Congreso de la Nación.
No he de discutir el acierto del pedido de «perdón» que un político puede realizar por responsabilidad gubernamental en la situación descrita, pero de ninguna manera es admisible, y resulta indignante, la pretensión de incluir al pueblo argentino en el citado pedido, extremo que haría aparecer a cada uno de nosotros en la condición de victimario, en lugar de víctima de aquella clase política. Vale para ello mencionar que los argentinos nos vimos sucesivamente privados de las jubilaciones, la integridad de los salarios, los empleos, la seguridad y la dignidad, antes aún -cronológica y moralmente posterior- de aquella vejación de impedírsenos disponer del dinero que teníamos en nuestras cuentas corrientes bancarias -que no pertenecían a financistas acaudalados-, de recuperar los dólares depositados en el sistema financiero -que tampoco eran de propiedad de grandes magnates-, dineros que fueron confiscados y pesificados con el agravante de enrostrársenos, a través de un insólito fallo del máximo Tribunal de Justicia de la República, una supuesta falta de previsión y seriedad, por haber aceptado la presunción de legitimidad y validez de los actos públicos que cimentaran nuestra confianza, ahora calificada casi de estúpida. Ese pueblo argentino arrastrado a la catástrofe social y económica que atraviesa el país desde hace décadas, que vio con espanto la realización de saqueos y el actual estado de miseria de gran parte de la población, sujeta a la dádiva mísera de quien no sabe, no puede y no quiere procurar creación de puestos de trabajo que dignifiquen, en vez de envilecer y excluir.
Es cierto que los personeros de esa clase política son «nuestros representantes», que nos han paseado por las distintas clases del infierno, como si fueran el Dante argentino y que ellos han sido nuestro « castigo». Pero que asuman nuestra representación para pedir disculpas en nuestro nombre a terceros es una indignidad que no puede digerirse.
El pedido de disculpas sirve sólo como un principio, aunque es absolutamente insuficiente y no sólo puede extenderse a los extranjeros. La obligación funcional, legal y ética a partir de la aceptación de esa realidad política y jurídica impone arbitrar urgentemente las medidas necesarias para que los funcionarios responsables de los sucesivos gobiernos, culpables de tales descalabros, carguen con las consecuencias legales que corresponden a sus conductas, anticipo de las sanciones morales y políticas que la sociedad, esta vez, deberá aplicar, separando la paja del trigo, sin admitir generalizaciones que sólo pretenden esconder los nombres y apellidos de quienes decidieron el rumbo de la catástrofe, a sabiendas.
Sólo esa actividad en procura del restablecimiento de la moralidad y legalidad dañadas autoriza luego a pedir disculpas, pues de otro modo el hecho no es sino otra patraña más de la misma clase para adormecer al «soberano» local, que tampoco conmoverá a ningún «soberano» de otras tierras. La recuperación del verdadero estado de derecho y del orden jurídico, moral y social que el país necesita exige interna y externamente esta respuesta cuidadosamente omitida, de cara a quienes todavía pretenden asesorar a los actuales gobernantes, desde la oscuridad típica de sus atributos inherentes. En el plano interno, esa conducta evitaría que los funcionarios, verdaderamente involucrados en el pedido de disculpas y que fueran verdaderamente responsables de tantos males, reciban el correspondiente castigo legal, que no puede atribuirse mansamente a una «década», y no vuelvan en uno o próximos gobiernos a ocupar cargos que no supieron honrar con su conducta. Ha llegado la hora de que la Patria así se lo demande.
Dejá tu comentario