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«Si decidimos prohibir unos símbolos, deberíamos prohibir todos los demás», dijo Jan Zahradi, legislador checo. «Queremos un trato equivalente con otros males totalitarios como el sistema comunista», dijo Jozsef Szajer, miembro húngaro del Parlamento Europeo.
Estas expresiones son compartidas por parlamentarios de la Unión Europea, procedentes de naciones del Este, es decir los que más recientemente han «disfrutado» de gobiernos comunistas, como reacción al proyecto de Franco Frattini, comisionado europeo de Justicia, de prohibir en la citada unión la exhibición de cruces esvásticas y otros símbolos nazis, aparentemente como respuesta a la desaprensiva actitud del príncipe Henry al aparecer con una cruz esvástica en un atuendo de tipo militar al asistir a una fiesta de disfraces.
Ese conjunto de parlamentarios, proveniente de Eslovaquia, Estonia, Lituania y Chechia, sostiene que los símbolos comunistas -la hoz y el martillo y la estrella roja- deben ser incluidos en la prohibición debido al sufrimiento que provocaron los regímenes de esa ideología.
La aparentemente inconscienteactitud de ese príncipe podría derivar a que finalmente se termine con una hipocresía prevaleciente desde hace décadas, en relación al más nefasto sistema de gobierno en la historia de la humanidad. Régimen responsable de la muerte de cien millones de seres humanos a lo largo de su existencia, aunque con la habilidad de no dejar evidencias concentradas y concretas de sus crímenes como ha ocurrido con las infraestructuras y otros horribles testimonios del nazismo. En resumidas cuentas, que es tan repudiable lucir la hoz y el martillo como la esvástica. Sin embargo, mucho me temo que la iniciativa de los citados parlamentarios pueda prosperar atento a que, a pesar de que para muchos entendidos «el comunismo ya no existe», los hechos demuestran que sigue vigente enmascarado en otras denominaciones. Para cualquier observador medianamente inteligente, resulta fácil comprobar dicha infiltración cuando los «derechos humanos» son objeto de consideración según de qué régimen se trate con total exclusión de la crítica, por ejemplo, de la cubana. Los terroristas lo son según a quién ataquen, para convertirse en «jóvenes idealistas de izquierda» para la TVE o el «The New York Times». La pena de muerte es repudiada, aun en casos individuales, pero no los espectáculos de ejecuciones masivas en China.
En conclusión, que cualquier proyecto de condenar los símbolos del comunismo tendrá de inmediato la oposición de distintos sectores, con un aspecto positivo: se pondrán en evidencia.
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