9 de junio 2019 - 00:01

Sufrimiento en el trabajo

Para modificar nuestra vida laboral, debemos luchar muchas veces contra ocultos conflictos internos y prejuicios, arraigados no sólo en el interior de las personas sino también en los grupos de trabajo a los que pertenecemos

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El trabajo ocupa una parte importante de nuestra vida, pero hay muchas personas a quienes su actividad laboral les provoca sufrimiento.

En primer lugar, pensemos en aquellos que, habiendo estudiado con entusiasmo una carrera, se desilusionan cuando empiezan a trabajar en ese campo. Sebastián, por ejemplo, un abogado apasionado por las leyes, aficionado a la historia y deslumbrado por sus ideales de justicia. Cuando entró a trabajar en un estudio, se fue sintiendo cada vez más incómodo y fastidiado: la profesión parecía reducirse a un juego burocrático, la competencia era feroz, y el ideal de justicia… era una utopía. Ahora, se angustia todos los días, pero sigue en el mismo camino. Piensa que ya se le pasará, que dedicó muchos años de su vida a la Universidad, que es tarde para cambiar. Pero nosotros nos preguntamos:¿es realmente tarde para cambiar?

Josefina tiene 34 años. Trabaja en un banco. Los primeros años, pasaba el día en una oficina, con cuatro compañeros, en un agradable ambiente de colaboración, e incluso almorzaba con ellos y compartía episodios de su vida personal. Pero un día hubo una reestructuración y se encontró trabajando con cuatro desconocidos. Nunca logró terminar de asimilar el cambio. Hace 6 meses que lleva comida preparada en su casa y come sola en su escritorio. Ve desplantes donde no los hay, siente que le hacen el vacío. Dice que su vida es “un infierno”. Ni siquiera tiene ganas de levantarse a la mañana. El caso de Josefina es el de aquellas personas que no tienen conflictos para realizar su tarea sino para relacionarse con su grupo de trabajo.

Otro es el problema de los que no se sienten adecuadamente valorados y retribuidos; es más: un invisible techo les impide crecer, aunque su trabajo les guste. Es el caso de Adriana, que trabaja todo el día en una boutique. Es la única persona al frente del negocio y éste marcha muy bien, pero Adriana gana un sueldo muy pequeño para las responsabilidades que tiene, y jamás recibe, de parte de la dueña, felicitaciones ni estímulos de ninguna clase. Sin embargo, le cuesta pensar en cambiar de trabajo. Después de todo, le gusta vender, hacer amistad con las clientas… Sigue trabajando y sigue disconforme.

Los problemas de Sebastián, Josefina y Adriana tienen en común una característica específica. Los tres se resuelven con un cambio. No necesariamente un cambio de trabajo; sí, una nueva actitud. Necesitan ponerse en movimiento: modificar las relaciones con sus compañeros de trabajo, explorar nuevas alternativas, aprender a negociar… Y eso no es fácil. Porque lo conocido, aunque sea malo, tranquiliza, y no queremos perderlo. Pero lo desconocido, aunque prometa ser mejor, despierta temores.

El miedo, a su vez, paraliza e inhibe. Cuando intentamos cambiar las condiciones de nuestro trabajo, es tan grande el pánico ante la posibilidad de sufrir, que nos impide darnos cuenta de que, una vez superado ese sufrimiento, podremos conseguir buenos resultados. A veces, es difícil dar el salto: necesitamos empujarnos a nosotros mismos, tomar valor, darnos cuenta de que tenemos recursos potenciales que muchas veces están dormidos. Frecuentemente me toca, como terapeuta, ayudar a que mis pacientes descubran su propia capacidad para reinventarse en su trabajo.

Algo de vital importancia para prevenir el sufrimiento en el trabajo es la formación de equipos sólidos. El clima de insatisfacción no se produce cuando hay un grupo de trabajo en el que la colaboración prima sobre la competencia, donde los empleados se ayudan y se contienen. Los líderes de estos grupos saben que todo progreso genera angustias y retrocesos, que hay muchos momentos de conflicto y situaciones incómodas, pero que la persistencia en dialogar, y la posibilidad de escucharse, son condiciones indispensables para la eficacia de la tarea y el bienestar de quienes la realizan. Crear esos líderes e incrementar la comunicación disminuye la aparición o la duración de las situaciones conflictivas.

Para modificar nuestra vida laboral, debemos luchar muchas veces contra ocultos conflictos internos y prejuicios, arraigados no sólo en el interior de las personas sino también en los grupos de trabajo a los que pertenecemos. Todo esto es arduo, pero sabemos que, de este modo, haremos del trabajo, que tanto tiempo nos ocupa y da tanto sentido a nuestra vida, una fuente de satisfacción y crecimiento.

*La autora es Licenciada en Psicología, terapeuta familiar, de pareja e individual.

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