Para nadie es novedad lo que significa el raid París-Dakar como banco de pruebas de camiones, motocicletas y vehículos diversos que compiten en este evento único. Lluvia, barro y frío en cualquiera de las cabeceras europeas históricas desde donde arrancó históricamente (París, Granada, Arras, etc.) que se convierten en dunas de arenas cambiantes de más de 100 metros de altura en Libia, piedras filosas en Egipto, selvas subtropicales en el cuerno de Africa y hasta playas paradisíacas, aunque traicioneras, en la periferia del Lago Rosa, llegando a la senegalesa Dakar. Casi todos los climas y terrenos propone este recorrido de alrededor de 10.000 kilómetros que también supo de robos a mano armada por parte de bandidos del desierto, intrépidos taxistas locales que se pusieron a correr (y a chocar) con los verdaderos participantes, algún que otro guardia fronterizo que con alcohol y balas quiso convertirse en héroe de la mano de un dudoso sentido patriótico, los inevitables accidentes fatales (incluyendo el de su creador, Thierry Sabine), lógico complemento de una carrera única en el mundo, en la cual el mejor amigo es el GPS (Sistema de Posicionamiento Global), sistema satelital que es una ayuda vital cuando no hay caminos por donde transitar...
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Hasta allí se acercan desde hace 25 años, cuando los brindis por la llegada del Año Nuevo todavía no terminaron, unos 400 participantes de todas las categorías: los solitarios motociclistas, los tríos camioneros y las parejas que compiten con los vehículos más convencionales (4x4, buggys, pick-up, etc.). Esta última especialidad es la elite del Dakar, de donde surge el ganador en la general y, por lo tanto, es la categoría más solicitada. Allí, la edición 2003 tuvo una vedette indiscutida: la pick-up Mitsubishi L200 Strakar (combinación de su nombre original, Strada, con el influyente Dakar). Conducida por el portugués Carlos Sousa, la Strakar logró el cuarto puesto en la general, sólo superada por los Mitsubishi Pajero-Montero oficiales. Se convirtió así en la pick-up que más alto llegó en una clasificación del Dakar.
Un resultado relacionado con una tecnología derivada de sus primos hermanos consagrados en esta edición. Recibe de ellos un motor V6 de 3,5 litros y 24 válvulas que orilla los 270 CV a 6.000 rpm, con un respetable torque de 35 kgm a 3.500 rpm. Utiliza también de los Pajero-Montero una caja de seis marchas hacia adelante y MA que le posibilita un interesante fraccionamiento y, obviamente, la tracción es integral. Las suspensiones independientes están asistidas en su totalidad por ocho amortiguadores. Tiene frenos de disco ventilados en las cuatro ruedas con seis pistones en las delanteras y cuatro en las traseras. Un depósito único de combustible de 400 litros, está ubicado a espaldas de la tripulación.
Con un peso cercano a las dos toneladas, la Strakar es, sin embargo, uno de los vehículos más ágiles que compiten en el Dakar. Cosa que se pudo apreciar en el barro europeo, donde Sousa clasificó muy bien, y en los vericuetos montañosos del sur de Libia, donde inició su arremetida hacia la punta de la carrera.
No le fue mejor en las planicies arenosas. Allí, sus 180 km/h de velocidad máxima se vieron penalizados por los 200 plus de sus primos de marca y los veloces buggys de tracción 4x2. Sólo el poderío del equipo oficial Mitsubishi pudo derrotar a la L200 Strakar de Sousa, que batió a los encumbrados BMW X5 4x4, a sus homónimas y grandes candidatas, las pick-up Nissan, a los buggys VW oficiales e inclusive a los Schlesser-Ford, favoritos en los papeles por su condición de dobles ganadores del Dakar. Un resultado impensado para un vehículo preparado para disputar la prueba de velocidad libre más exigente del mundo, pero cuya tecnología arranca de un simple, sencillo y convencional dibujo de pick-up.
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