Viajar y leer podrían ser sinónimos. Y es que emprender una nueva aventura siempre requiere de un movimiento. Ya sea externo o interno. Una jugada inicial para activar el mecanismo de despegue. La acción necesaria para dar ese paso que, inmediatamente, se convierte en huella. Y en ese recorrido viajar y leer se cruzan como parte de un genoma. Un bucle. Y es que ambos verbos tienen el don de romper la línea de tiempo y espacio. Y ese camino, son varios los autores los que pusieron en juego la idea de viajar desde la comodidad de un sillón.
Viajar a través de los ojos de otro
La cruza entre la literatura y el placer o el deber de viajar siempre fue una buena excusa para trazar un camino. Un recorrido por aquellos libros que permiten estar en diferentes puntos del planeta sin salir de la comodidad del sillón.
Claro, hay distintas formas de salir. La ficción es uno de los más transitados a la hora de dar a conocer los movimientos, por situar un ejemplo, de una generación. Así sucede en “En el camino” (On the road), la novela que rompió varios moldes editoriales al momento de su publicación en 1957. Su autor, el estadounidense Jack Kerouac, logra una exponer de manera clara la llamada generación beat.
Con Sal Paradise como alter ego, Kerouac sale al camino acompañado por Dean Moriarty a la búsqueda de su propio estilo de vida a través de diferentes viajes por Estados Unidos. Siempre con la ruta como conexión indispensable. Rumbo a Los Ángeles y San Francisco, atravesando Oklahoma, Chicago y Kansas, entre otros lugares.
Si de escritores famosos se trata, Henry Melville logró con “Moby-Dick” entrar en todas las casas. Pero es con “Viajar” que logró salir del ambiente. Luego de recorrer las islas polinesias entre 1838 y 1844, el escritor partió a Europa en 1849 y recopiló una serie de textos que son el grueso que integran este trabajo. “Para un inválido, cambiar de habitación ya es un viaje, es decir, un cambio. Descubrir horizontes, explorar nuevas ideas, romper con viejos prejuicios, abrir el corazón y el espíritu; tales son los verdaderos frutos de un viaje correctamente realizado”, asegura.
Melville aprovecha su experiencia de mar para ir recorriendo de norte a sur y de este a oeste las diferentes aguas a través de un viaje en el que también aparece la historia. Y es en esta última temática en la que se apoya para narrar su viaje por Roma. Un libro para acompañar con humor y conocimiento un camino a través del tiempo.
“Soy un viajero que nunca ha hecho viajes para escribir sobre ellos, algo que siempre me ha parecido una estupidez. Sería como si uno quisiera enamorarse para poder escribir un libro sobre el amor”, dice Antonio Tabucchi en “Viajes y otros viajes”. No hay dudas de que viajó. Pero este libro lo que expone es la oportunidad de vivir junto al que es considerado el mejor escritor italiano de su generación las referencias que otros hicieron sobre esos viajes. La idea de revisitar. De volver a pasar por un lugar en el que está, pero a través de los ojos ajenos.
Así, el libro es una oportunidad para ver a Tabucchi sentado en el zócalo de la estatua del abate Faria en Goa, en la India; delante del templo de Poseidón, en el Cabo Sunión, en Grecia; en el “cementerio marino” de Sète, en Languedoc. Y allí, con él, compartir la reminiscencias de “El conde de Montecristo”, los versos de Sophia de Mello Breyner, el “mar que se repite” de Paul Valéry. O dejándose inspirar por Cortázar en las salas de Paleontología del Jardín des Plantes, en París. Una compañía ideal y sencilla que se vuelve invaluable para atravesar una calle más de su eterna Lisboa.
Martha Gellhorn recorrió el mundo, ejerció de corresponsal de guerra en numerosos conflictos y viajó por su cuenta. En “Cinco viajes al infierno: aventuras conmigo y ese otro” narra sus diferentes experiencias en los caminos por lo que transitó. Algunos de ellos junto a Ernest Hemingway, con quien estuvo casado durante cinco años. Aquí los viajes que se sucedieron tras un incidente fastidioso en Creta. El resultado es una China en guerra, una búsqueda por el Caribe de submarinos alemanes, su travesía por África y una probada de la rusa soviética. “En la Patagonia” es la primera obra de Bruce Chatwin basada en viajes. Un libro que se convirtió en ícono de la bibliografía del viajero. Entre la crónica y el relato, Chatwin plantea una suerte de investigación en la que se entremezclan sus impresiones y sus vivencias, en una búsqueda que lo lleva hasta la Patagonia.
Un libro en el que se mezclan los personajes reales con la propia experiencia del autor, algunos de ellos desmentidos por los propios habitantes del lugar.
Para los amantes de la filosofía oriental, “En las cumbres del Himalaya” es un clásico. El libro cuenta la historia de un deportista que va al Himalaya porque le agrada deslizarse por la nieve en la tabla conocida como snowboard y tiene un sueño en el que se aparece un monje tibetano. Al día siguiente, mientras practica su deporte favorito, se cruza con el monje de su sueño. Así se inicia una relación casi cotidiana en la que el joven va asimilando las enseñanzas del monje sobre el pensamiento budista y la meditación. Un encuentro entre dos hombres, dos culturas y dos espíritus en las montañas de Nepal, que revela los valores profundos de la filosofía oriental.
El placer de viajar a través de la literatura es quizá una de las formas más simples de iniciar el propio camino. La aventura.
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