10 de agosto 2019 - 00:01

Videojuegos... ¿un problema?

Desde hace mucho tiempo, los padres nos planteamos si los videojuegos son perjudiciales para nuestros hijos o no.

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Chicos con celulares o tablets en el auto, en el supermercado, en un restaurant, en una sala de espera, en la casa de amigos. Algunos están tan inmersos en ese mundo que parecen “perdidos”. No hay contacto visual, no se comunican, no se conectan.

Desde hace mucho tiempo, los padres nos planteamos si los videojuegos son perjudiciales para nuestros hijos o no.

Por un lado, jugar, siempre ha sido una actividad placentera, pero ¿puede ser perjudicial para nuestros hijos?

Como en muchas cosas, el problema no es el recurso, sino qué uso le damos.

¿Por qué resulta tan adictivo? En primer lugar, porque los desafíos, premios o reconocimientos que el juego le va dando al usuario, estimulan su cerebro, y lo impulsan a ir por más. Liberamos dopamina en respuesta a toda recompensa inesperada reforzando las conductas que resultan de la recompensa. O sea, a mayor gratificación, mayor necesidad de seguir jugando.

El problema de la gratificación inmediata, es que ellos “necesitan” seguir avanzando y no pueden esperar, y aprender a esperar, como sabemos, es de vital importancia en la vida. Un niño que no sabe esperar, no podrá confiar en sus habilidades de esforzarse y perseverar para lograr sus objetivos, entre otras cosas.

¿Cuándo mucho es mucho? Como papás nos damos cuenta que el videojuego empieza a ser un problema cuando los chicos no pueden despegarse del juego, cuando se enojan o explotan cuando les pedimos que lo dejen. Ahí, la intervención del adulto es necesaria.

¿Cuándo debemos interferir?

  • Cuando no pueden detenerse a pesar de lo que les pedimos.
  • Cuando están tan absortos en el juego que no reaccionan cuando se les habla.
  • Cuando dejan el juego enojados, angustiados, agitados o ansiosos.

Es decir, cuando el juego los controla a ellos, en lo que se refiere a frecuencia, duración e intensidad. Pero no todo es negativo...

Algunos estudios acerca de los videojuegos han demostrado beneficios interesantes, que incluyen desde mejoras en el desarrollo de la memoria y otros procesos cognitivos, como el anticiparse, pensar, armar una estrategia, resolver problemas, razonar, etc, lo que podría reflejarse en una mejor desempeño académico. Además, pueden disminuir el estrés, mejorar la visión, y reforzar las relaciones interpersonales.

De hecho, algunos videojuegos son excelentes desde el punto de vista del ejercicio físico. Juegos como Just Dance, o los deportivos de algunas consolas, son mejores opciones que estar todo el día sentando mirando televisión.

¿Más memoria, más creatividad, mejores decisiones, más amigos? Suena bien. Pero todo en su justa medida.

Veamos…

Lo primero que debemos preguntarnos es qué estarían haciendo nuestros hijos si no estuvieran jugando al videojuego. Si la respuesta es jugando con amigos, leyendo, o haciendo algo creativo, claramente sería mejor alentarlos a hacer todo esto último.

Si el uso del videojuego reemplaza el contacto social con otras personas, limita o entorpece la posibilidad de hacerse de amigos o los retrae socialmente, ahí hay un problema. También es un problema si el celular se utiliza como “chupete tecnológico”.

Por ejemplo:

Hijo: Má, me aburro.

Adulto: Usá la tablet.

Hijo: No tiene batería.

Adulto: Bueno, tomá mi celular.

¡Cuidado! No sólo no estamos ayudando a los chicos a auto-regularse, habilidad esencial para la vida, sino que además recordemos que el aburrimiento es la semilla de la creatividad. Si salimos a resolver cada situación de aburrimiento con el uso de la tecnología, ¿cuándo les enseñamos a generar juegos o actividades por ellos mismos, o a relacionarse con otros? ¿Cuándo los alentamos a desarrollar la creatividad?

Es decir, el videojuego se torna negativo si impulsa al niño a recluirse socialmente o le genera tal adicción que no puede desprenderse de él. En estos casos, tendremos que imponer un límite de tiempo al uso de videojuegos (días por semana /horas por día).

Si existiese un tema de retraimiento social, tal vez podríamos pedirles que inviten a amigos a jugar a esos videojuegos, pero en casa. Esto reforzará habilidades importantes como el socializar, la comunicación, organización, planificación, etc.

También podemos considerar que jueguen en lugares visibles de la casa para poder supervisar el tipo de juego y sus reacciones. No olvidemos supervisar el tipo de juego, en función de la edad, madurez y necesidades de los chicos.

Si los chicos no desean mostrarnos a qué juegan, tal vez deberíamos levantar la ceja derecha, presumir que hay alguna razón para esto, e intervenir.

Lo que buscamos es que el juego sea un evento social o recreativo positivo, y no un mero escape para no relacionarse con otras personas o responsabilidades.

En definitiva, jugar siempre ha sido una actividad placentera y los videojuegos tienen, en particular, un potencial enorme para la salud, la educación y los temas sociales. El tema será, como siempre, hacer un buen uso del recurso.

Cada familia tendrá que ver qué les funciona y qué no. Cada niño, al igual que cada familia, es diferente.

(*) Oradora TEDx y capacitadora docente.

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