9 de noviembre 2016 - 00:56

Yobino: “Mantener el espíritu del jazz”

• EL FESTIVAL DE PUNTA DEL ESTE CELEBRA SU 21° EDICIÓN A PRINCIPIOS DE 2017
Duduka Da Fonseca, Hendrik Meurkens, Leroy Jones, Diego Urcola, Pipi Piazzolla, Pernell Saturnino y Orrin Evans son algunos de los nombres que convocará este encuentro dirigido musicalmente por Paquito D’Rivera.

Encuentro. Francisco Yobino junto al saxofonista Paquito D’Rivera.
Encuentro. Francisco Yobino junto al saxofonista Paquito D’Rivera.
Entre el 4 y el 8 de enero tendrá lugar, en el anfiteatro ubicado en Punta Ballena, la 21° edición del Festival de Jazz de Punta del Este, que ha podido sostenerse a lo largo de los años contra todas las previsiones agoreras y las enormes dificultades económicas. Duduka Da Fonseca, Hendrik Meurkens, Leroy Jones, Diego Urcola, Pipi Piazzolla, Pernell Saturnino, Ken Peplowski, Orrin Evans, Grant Stewart, Alex Brown, Victor Provost, Paulo Levi, Maucha Adnet y Walt Weiskopf son sólo unos pocos de los muchos grandes músicos y cantantes que pasarán este año por el encuentro. Siempre con la dirección musical de Paquito D'Rivera, que cerrará el festival presentando su disco en homenaje a la música de Armando Manzanero, y con escaso apoyo público y privado, todo esto es posible gracias al entusiasmo de Francisco Yobino, un argentino que hace tiempo se instaló en Uruguay, tuvo y perdió un emprendimiento rural/industrial, y hoy lleva adelante este festival que es parte indisoluble de su vida. Dialogamos con él.

Periodista: ¿Qué tiene de particular este festival?

Francisco Yobino: Empecé a imaginarlo 10 años antes de su nacimiento. Y fue creado con amor, sin medir el resultado económico. Por aquel entonces, yo tenía un emprendimiento turístico rural cultural en el que organicé una serie de actividades para la familia. En ese marco, con la intención de ampliar esa oferta, sumé un aspecto relacionado con el arte, la música, y dentro de ella el jazz. Y ese espíritu intenté trasladarlo al trato que siempre le brindamos a los músicos, para que se sientan en familia, diferente de una cosa en general más fría de los festivales convencionales. Y tengo la suerte de estar trabajando con mucha de la misma gente -sonido, producción, luces- que me acompaña hace más de 20 años.

P.: ¿Ha podido sostener eso a lo largo de tantos años?

F.Y.: Creo que lo que he podido conservar es el espíritu del jazz. No es fácil. No lo fue nunca y no lo será. Pero no me planteé jamás cambiar el modo. Hay festivales de 50 años de permanencia, sostenidos por gobiernos nacionales o locales, que en las décadas de los 60, 70 u 80 llevaron a los más grandes exponentes de este género. Luego, fueron cambiando y empezaron a llevar números más taquilleros o de otras músicas. De ese modo pueden aumentar su rentabilidad (teniendo en cuenta que un porcentaje del dinero lo reciben del estado). Nosotros estamos lejos de esa situación y quizá no crecimos en la dimensión que hubiéramos debido. Pero en 20 años lo mantuvimos. Tenemos una estructura que no nos ha permitido traer a tocar a algunos grandes que, para venir de tan lejos, piden cosas que nosotros no podemos dar. Pero aquí estamos.

P.: A lo largo del tiempo, el festival tiene una línea estética que se apoya en el jazz norteamericano de mediados del siglo XX, en las fusiones latinas y en el aporte de músicos y cantantes del Cono Sur. ¿Esa línea de estilo tiene que ver con sus propios gustos?

F.Y.:
Nunca tomé al festival como un gusto personal. A los 16 años empecé a trabajar en una empresa inglesa cuyos jefes me llevaban a ver conciertos como invitado. Me fui relacionando con músicos argentinos: Lalo Schifrin, el Gato Barbieri, Rodolfo Alchourrón y otros. Y por aquella época pude escuchar a Oscar Peterson, a Dizzy Gillespie, a Stan Getz, a Duke Ellington, a Count Basie, a Ella Fitzerald. Eran tiempos de conciertos a la mañana en el Gran Rex y no me perdía uno.

P.: ¿Qué papel juega Paquito D'Rivera en el diseño y el sostenimiento del festival?

F.Y.:
Es alguien muy importante. Estuvo con su grupo en el primer festival (el único al que faltó el trompetista Diego Urcola, que por otra parte es quien ha tocado más veces). Yo había conocido a Paquito en un congreso de JazzTimes pero el que lo convocó al festival fue Jorge Navarro, el primer director artístico que tuvimos. Ahí empezó a forjarse una amistad. Para el segundo encuentro le consulté si le gustaría ser el director musical e inmediatamente me dijo que sí. Es un gran músico que tiene además el don de los cubanos y los caribeños: la simpatía, el humor, su modo de hablar. Nos hablamos durante todo el año y al finalizar cada festival ya empezamos a pensar en ideas para el año siguiente. Él es además quien cierra cada encuentro con su grupo de ese momento y quien me sugiere muchos de los músicos emergentes, casi todos del circuito de Nueva York. Por razones de trabajo hubo dos años en que no pudo estar; y sentimos esa ausencia.

P.: Paquito lo bautizó "El Quijote" y no faltan los que le han dicho que estaba un poco loco al sostener un proyecto de esta naturaleza en una plaza como Punta del Este.

F.Y.:
No creo estarlo, aunque sí sé que cada año es una gran incertidumbre. Yo perdí mi emprendimiento de Lapataia, que era mi sexto hijo. ¿Qué otra cosa puede pasarme por el festival? Lo peor es que tenga que ir a dormir debajo del puente de La Barra. Pero, bueno, me sigue moviendo mi amor por este festival que muchas veces no me hace considerar los riesgos. Cada año me pregunto si es posible seguir y me respondo que si lo hice durante tanto tiempo no puedo abandonar ahora. Es verdad: Paquito me llama El Quijote. Y amigos como Carlos Garaycochea o el Negro Caloi, dos grandes amigos de este festival, me decían Fitzcarraldo, por el personaje de la película de Herzog que quería llevar la ópera al Amazonas.

P.: Mucho antes del festival, usted acompañó a Hugo Díaz por un largo tiempo y se relacionó con otros artistas argentinos. ¿De dónde viene su entusiasmo por la música?

F.Y.:
Me encontré con Hugo Díaz cuando tenía 20 años y tuvimos una amistad que duró hasta su fallecimiento, cuando todavía era muy joven. Él fue quien me hizo profundizar todo ese sentimiento musical que traía desde antes. Para muchos, Hugo era "un negrito folklorista"; pero en verdad era un músico de un talento enorme, muy inteligente, que escuchaba jazz en los viajes. Nunca estudié música; sólo me conmueve escucharla.

P.: Por el festival de Punta del Este han pasado enormes músicos, algunos ya muertos. ¿De cuáles se siente particularmente orgulloso?

F.Y.:
Con Benny Golson se generó una relación. Estuve un par de veces en su departamento de Nueva York pegado al Central Park; un tipo de una gran humildad. También pasaron Ron Carter, Roy Haynes, Kenny Barron, Toots Thielemans, a quien homenajearemos este año. A McCoy Tyner, por ejemplo, lo contacté en el Blue Note de Manhattan. Subí por la escalera estrecha hacia el camarín y en mi inglés básico lo invité a participar. Me dio su tarjeta y me dijo "llamame, con seguridad estaré", y estuvo. Algo parecido me pasó con Michael Brecker. He utilizado pocas agencias o managers; siempre he tratado de relacionarme directamente con los músicos, "face to face". Si una agencia supiera que los músicos utilizan como camarín una vieja caballeriza no los dejaría viajar. Nadie se lo dice y así estamos todos muy felices.

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