La noticia nos cayó como balde de agua fría: Paquita la del Barrio, la mujer que le puso voz al despecho de todo México, se nos fue a los 77 años. Su partida, ocurrida el pasado 17 de febrero mientras descansaba en su natal Veracruz, dejó un vacío enorme, pero también una curiosidad creciente sobre su vida íntima.
Así es la mansión en la que vivió Paquita la del Barrio: los secretos de cristal y mármol que oculta en la Guerrero
Los lujos de los millonarios palidecen ante el tesoro que Francisca Viveros guardaba en su barrio. ¿Qué pasó con la propiedad tras su partida?
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Así es la mansión en la que vivió Paquita la del Barrio: los secretos de cristal y mármol que oculta en la Guerrero
Aunque Paquita era una de nuestras estrellas más brillantes, nunca olvidó sus raíces. Mientras otras celebridades huyen a zonas exclusivas, ella decidió quedarse en el corazón de la colonia Guerrero, en la Ciudad de México. Allí, donde fue descubierta cantando en su propio restaurante, levantó un santuario que reflejaba su esencia: una mezcla de lujo desmedido, nostalgia y mucha tradición.
Una mansión de doble altura y colores vibrantes: así es la casa en la que vivió Paquita la del Barrio
¿Cómo era la mansión de Paquita? Para empezar, la fachada no intentaba ocultarse: un verde intenso recibía a los visitantes, contrastando con un interior blanco, pulcro y sumamente espacioso. Al entrar, lo primero que golpeaba la vista era la elegancia del mármol, que revestía tanto pisos como muros, dándole un aire de palacio urbano a la residencia.
La casa fue diseñada con techos de doble altura, permitiendo que la luz jugara con los impresionantes vitrales que adornaban las ventanas. No era una casa común; era un museo personal. Paquita, quien confesó alguna vez que de niña no tuvo lujos, se encargó de que su hogar tuviera todo lo que alguna vez soñó.
La distribución de la mansión de la intérprete de "Rata de dos patas" contaba con estancias temáticas para cada ocasión:
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Salas de colores: Tenía una sala blanca, una roja y una beige, cada una con un estilo propio pero unidas por el buen gusto.
La cocina de sus amores: Siendo una mujer de pueblo que amaba el sazón, su cocina era enorme. En la parte alta, lucía con orgullo una colección de tazas traídas de todos los países que visitó.
El gran candelabro: En la estancia central, un candelabro elegante y monumental colgaba del techo, iluminando los pasillos llenos de premios, retratos y fotografías que contaban su ascenso al estrellato.
Lo que realmente hacía especial a esta mansión eran los objetos personales. En repisas estratégicas, Paquita exhibía estatuillas de cristal que compraba en sus giras internacionales. Sin embargo, lo más curioso eran sus vitrinas llenas de figuras de cerámica de payasos. Lejos de ser un adorno al azar, la cantante aseguraba que cada pieza tenía un significado profundo en su vida.
Incluso el arte en las paredes era único: varios cuadros de mandalas pintados y firmados por ella misma. Paquita encontraba paz en el dibujo, y su casa era el lienzo donde depositaba su creatividad.
La ubicación de la propiedad era clave para ella. Paquita amaba caminar por los mercados locales y ser tratada como una vecina más en su barrio popular. Por ello, tras su fallecimiento, el destino de la casa es la gran pregunta.
Debido a que la residencia ya es un emblema de la colonia Guerrero, los rumores apuntan a que los hijos de la cantante podrían convertirla en un museo. Sería el homenaje perfecto para que sus seguidores vean de cerca dónde nacieron tantos himnos contra los "inútiles". Por ahora, la familia mantiene hermetismo sobre si abrirán las puertas al público o si la propiedad seguirá siendo el refugio privado de la leyenda.
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