La ministra de Economía, Azucena Arbeleche, presentó hace pocos días los números del cierre de su gestión, enfatizando la reducción del déficit fiscal en comparación con 2019 y el control de la inflación, entre otros puntos. Remarcó que “no hubo Carnaval Electoral” y que “no será necesario un ajuste fiscal”, proyectando una reducción del déficit al 3% del PIB para este año (proyección pasiva).
La transición fiscal
El déficit fiscal bajaría este año, pero los supuestos del equipo económico saliente lucen algo optimistas.
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El saliente equipo del MEF.
Adjudicó el aumento del gasto (y del déficit) en los 2 últimos años de su gestión, a una inflación menor a la esperada inicialmente, lo que aumenta el gasto en términos reales. En su visión, el éxito del Banco Central del Uruguay (BCU) en el combate a la inflación generó el referido costo fiscal. Efectivamente, si la inflación es menor a la estimada, el déficit será mayor porque sube el gasto en términos reales y la recaudación es menor a la esperada; la cuestión es que esto -al menos en parte- podría haberse previsto. Más allá de la deseable independencia del BCU, su política incide; además, incorporando el déficit del propio Banco Central (parafiscal), la reducción del déficit total (consolidado) respecto a 2019 es muy modesta (cuadro).
Los referentes económicos del gobierno entrante, que habían sido muy críticos con la situación fiscal, han optado -por ahora- por el silencio. La respuesta a Arbeleche llegó, en cambio, desde un vocero político clave del próximo gobierno, como es Alejandro “Pacha” Sánchez, quien pidió a la ministra saliente que no le dé consejos a Gabriel Oddone y que “suelte”.
La reacción del futuro Secretario de Presidencia confirma que lo de Arbeleche se registró al detalle en la Torre Alemania (sede del gobierno electo). En realidad, la ministra cumplió con lo exigido y pedido: calcular y divulgar la proyección fiscal pasiva para 2025, es decir, la estimación del déficit para este año, de continuarse con la estructura de gastos e ingresos actual, sin innovar (por eso lo de “pasiva”). Sin embargo, lo hizo en público, en conferencia de prensa y con sus propios énfasis, no en una reunión bilateral de transición entre equipo entrante y saliente; su claro objetivo fue “no soltar” el dominio de la agenda informativa sobre temas económicos hasta el último día.
La proyección tiene un par de supuestos audaces. Por un lado, incorpora una estimación de inflación promedio del 5,2% para este año. De acuerdo a los últimos datos de la variación anual del IPC, parece un supuesto razonable: el 2024 cerró con 5,5% de inflación y en el último año móvil a enero quedó en el 5,1%. Sin embargo, se esperan ciertas presiones inflacionarias y la mediana de las expectativas que recoge el BCU la ubican en 5,9% al cierre del año. Un 5,2% promedio luce algo optimista.
De todos modos, eso -en buena medida- dependerá del BCU. Las próximas autoridades monetarias han señalado que seguirán con la misma política monetaria para mantener la inflación baja y dentro del rango meta (lo que podría implicar nuevos aumentos de la tasa de interés).
Mantener la inflación baja es clave en términos de estabilidad macroeconómica, pero tiene un costo: si sube la tasa de interés se encarece el crédito y baja el tipo de cambio, lo que puede complicar la competitividad y el crecimiento. Y aquí vamos al otro supuesto que también se ve optimista: el equipo económico saliente, en su proyección pasiva del déficit, supone un crecimiento de la economía del 3,4%, cuando la mediana de las expectativas está en 2,5% (la proyección oficial del equipo económico, en la última Rendición de Cuentas, era 3,1%).
Todo gobierno tiende a ser optimista (“gobernar es un acto de optimismo”, decía un personaje en la recordada serie “The West Wing”) y esto vale para los que salen y los que llegan. Durante la administración que termina hubo algunos avances en términos de competitividad, con cierta racionalización en las relaciones laborales y en algunos otros planos, que podrían darle un impulso adicional a la economía en adelante. Pero queda mucho todavía para avanzar en términos de competitividad, generación de más inversiones y productividad. Ojalá se crezca 3,4% o más. Pero no es seguro y más aún teniendo en cuenta que el desempeño de la economía uruguaya también depende mucho de lo que sucede fronteras afuera, donde la incertidumbre es muy alta. Hay que soñar, pero con los pies en la tierra.
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