El concepto de la muerte ha sido, a lo largo de la historia de la humanidad, uno de los misterios más profundos y una fuente de constante reflexión en campos que van desde la filosofía hasta la biología.
Hay algo después de la muerte: el hallazgo científico que respalda al Día de Muertos
Se explora la investigación científica actual para ofrecer una perspectiva objetiva y biológica sobre el fenómeno de la muerte, distanciándose de su interpretación tradicional como un evento trágico.
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Qué dice la ciencia sobre la muerte
Tradicionalmente asociada con la pérdida y el fin, la perspectiva sobre este evento está siendo reinterpretada a través de los avances en la investigación científica.
La ciencia moderna, particularmente en disciplinas como la neurología, la medicina paliativa y la biología molecular, ha aportado nuevas ópticas para comprender los procesos fisiológicos que ocurren en los momentos finales de la vida, los cuales le dan un respaldo científico a la tradicional celebración del Día de Muertos y sus creencias.
Qué dice la ciencia sobre la muerte: ¿hay algo después?
El fallecimiento siempre se ha visto como la culminación definitiva de la existencia, una fatalidad inevitable que marca el final absoluto de la consciencia y la experiencia personal. Sin embargo, los avances científicos recientes en áreas como la neurociencia, la física cuántica y el estudio de la consciencia están poniendo en tela de juicio esta concepción tradicional. Estas nuevas líneas de investigación sugieren que la muerte podría ser una transición hacia una forma diferente de existencia, más que una simple terminación total.
Con la llegada de la ciencia moderna, las explicaciones de corte espiritual o místico quedaron relegadas. El enfoque se movió de la metafísica del alma a la biología del cuerpo físico. Así, la muerte se transformó en un suceso clínico, que se podía medir y, sobre todo, que se consideraba irreversible. Se estableció que una persona moría cuando su corazón y pulmones dejaban de funcionar. No obstante, la tecnología del siglo XX, en particular con el desarrollo de los respiradores artificiales, complicó esta sentencia.
Un cuerpo podía mantenerse "vivo" con soporte mecánico, aunque el cerebro estuviera completamente inerte. De esta realidad surgió el concepto de "muerte cerebral": el paro irreversible de todas las funciones del encéfalo. Pero ni siquiera esta definición ha logrado poner fin a la polémica. Hoy en día, la comunidad científica reconoce que morir no es un proceso de apagado instantáneo, sino una secuencia compleja y gradual que todavía encierra muchos misterios.
Y es justamente en los momentos finales de ese proceso donde la neurociencia ha realizado los descubrimientos más reveladores. Lejos de ser un silencioso desvanecimiento hacia la nada, los instantes previos a la muerte parecen estar acompañados de un incremento extraordinario en la actividad cerebral.
Investigadores que han monitoreado la actividad cerebral de pacientes moribundos han detectado un aumento súbito de las llamadas ondas gamma, similares a las que se producen durante el sueño profundo o los estados de meditación. Es como si la consciencia, justo antes de extinguirse, liberara un destello final e intenso.
Pero la frontera más revolucionaria de estas investigaciones sobre el fin de la vida nos lleva más allá de la biología, adentrándose en el mundo extraño y poco intuitivo de la física cuántica. En este campo, algunos científicos proponen una analogía que podría cambiar nuestra comprensión. A nivel subatómico, la materia no se comporta como en nuestro mundo cotidiano. Una partícula, como un electrón, puede existir simultáneamente como un punto fijo (una "partícula") y como una onda de probabilidad que se extiende por el espacio. No es una cosa u otra; es ambas, hasta que un observador la mide y la "fuerza" a definirse en un solo estado.
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