Desde la regulación del mercado de la marihuana en 2013, la industria cannábica del Uruguay comenzó una lenta expansión que la lleva hoy a estar comprendida por casi un centenar de proyectos y a emplear de manera directa a unas 756 personas, de las cuales un 77% desempeña sus labores en el interior del país.
La industria del cannabis en Uruguay y sus desafíos en el escenario global
La mitad de las empresas cannábicas habilitadas para el cultivo y la industrialización concretaron exportaciones en 2023.
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La industria uruguaya de la marihuana busca expandirse de la mano de la inversión internacional.
La mitad de las empresas del sector que se encuentran habilitadas para el cultivo y la industrialización del cannabis lograron concretar exportaciones a lo largo del 2023, específicamente en flores y medicamentos. En total, de los 90 proyectos activos en el país, solo el 4% podría definirse como grandes empresas, mientras que el restante 96% corresponde a mipymes, según datos de la agencia gubernamental Uruguay XXI.
En 2023, unas 27 empresas pudieron colocar 25 toneladas de subproductos de cáñamo en el exterior, reportando una facturación total de 3 millones de dólares, una disminución del 44% con respecto a 2022, cuando se facturaron más de 5 millones de dólares. El declive en el monto a lo largo del año acumulado se explicó principalmente al bajo nivel de precios en el que se transó la mayor parte de la mercancía.
El año pasado, las flores medicinales totalizaron ventas por 1,5 millones de dólares, representando una caída anual del 66%, aunque se logró la apertura de mercados tales como Australia, Brasil, España, Nueva Zelanda y República Checa, con Alemania como el principal destino. Los volúmenes colocados cerraron con un retroceso del 14% frente a igual período del año anterior.
En ese orden, la producción de cannabis medicinal alcanzó un total de 28.574 kilogramos, con 24.186 kilogramos de cannabis no psicoactivo (flores en un 100%) y 4.388 kilogramos de cannabis psicoactivo (flores en un 72% y trimming en un 28%). A marzo de este año, se registraba un stock de cultivo de cannabis de 46,5 toneladas y casi 1 tonelada de productos comerciales basados en cannabis.
Las 35 empresas autorizadas por el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) para cultivar cannabis no psicoactivo abarcan un total de 335 hectáreas de capacidad productiva a cielo abierto y cuentan con instalaciones de cultivo cubiertas que suman 43.000 metros cuadrados. A nivel nacional, existen unos 43.750 metros cuadrados cubiertos de cáñamo, mayormente en el departamento de Canelones.
Uruguay se posicionó como el octavo máximo exportador de cannabis medicinal a lo largo de 2022, alcanzando una participación del 2,1% en el escenario de global y colocando unas 15 toneladas. A su vez, ocupó el 1,2% del stock mundial con 15,3 toneladas, según datos de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE).
Las dificultades legales a la hora de vender marihuana en la plaza global
Con este panorama, la industria de la marihuana uruguaya busca captar nuevos inversores nacionales o extranjeros que puedan darle un nuevo impulso a un mercado que de por sí ya enfrenta varias dificultades para el comercio internacional, principalmente por las rígidas normas internacionales que operan bajo la órbita de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y las diversas regulaciones por parte de los diferentes Estados.
Si bien las regulaciones para su uso medicinal se encuentran más extendidas, el crecimiento del comercio internacional del cannabis está atado al avance de las legislaciones vigente en los distintos países y la revisión de tratados internacionales influyen a nivel normativo a la hora de regular la marihuana para uso recreativo por parte de los adultos.
La falta de un marco regulatorio claro ahoga, al menos de manera momentánea, cualquier incremento exportador por las limitaciones que impone sobre el ecosistema cannábico a en el plano internacional. Por ello, la revisión y el cuestionamiento que llevan adelante algunos países desarrollados sobre la prohibición como medida efectiva de combate a las drogas podría ser clave para un cambio de paradigma en el asunto.
En julio, Brasil liberalizó el porte legal de marihuana por parte de los ciudadanos, aunque su comercialización continúa siendo ilegal. En Argentina —donde el uso recreativo es ilegal— ese mismo mes, la empresa estatal jujeña Cannava cerró millonarios contratos de ventas de flores de cannabis para uso medicinal con destino a Alemania, Australia y Portugal.
Además de las regulaciones actuales de la ONU sobre drogas lícitas, que prohíben el consumo y distribución de la marihuana con fines no médicos, los países suelen disponer de límites máximos de THC —Tetrahidrocannabinol—, los cuales a su vez varían en cada uno, dificultando aún más el comercio.
La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) sostiene que, "desde hace tiempo", el cannabis es la droga más consumida del mundo, con 228 millones de consumidores estimados en el 2022, implicando un aumento del 28% en comparación con la década pasada.
El mercado mundial de cannabis totalizó unos 42.000 millones de dólares en 2023, y las previsiones estiman que cerrará el corriente año cerca de los 47.000 millones de dólares, escalando a más de 51 millones de dólares en 2025. BDSA, el principal investigador del sector, estimó que, tan solo en Estados Unidos, se superarían "ampliamente" los 30.000 millones de dólares en 2024, representando ingresos fiscales por más de 4.000 millones de dólares.
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