Si hubo una mujer que encarnó la elegancia, el carácter y la grandeza del cine mexicano, esa fue María Félix, “La Doña”. Su vida estuvo marcada por el glamour y la sofisticación, y su mansión en Polanco, Ciudad de México (CDMX), fue el escenario perfecto para reflejar su imponente personalidad. Aquella residencia, hoy parte del acervo de la Fundación María Félix, sigue despertando admiración por su estilo, historia y detalles que parecían sacados de un palacio europeo.
Así era la mansión de María Félix en Polanco: el lujoso refugio de "La Doña" que deslumbró a los millonarios
La mansión de María Félix en Polanco fue un emblema de lujo y poder admirado por los millonarios de México.
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Así era la mansión de María Félix en Polanco: el lujoso refugio de "La Doña" que deslumbró a los millonarios
Ubicada en una de las zonas más exclusivas de la capital mexicana, la casa de María Félix combinaba la elegancia francesa con toques clásicos mexicanos. Aunque la actriz pasaba largas temporadas en París, siempre regresaba a su hogar en la CDMX, donde recibía a artistas, políticos y empresarios de la época dorada del país. Polanco fue, sin duda, su refugio de lujo, un espacio que representaba su amor por el arte, la belleza y los objetos únicos.
Así era la mansión de María Félix en Polanco: el gusto refinado de “La Doña”
De acuerdo con la Fundación María Félix, una de las piezas más emblemáticas que decoraban su casa era un tintero de porcelana Jacob Petit, una manufactura francesa del siglo XIX. La actriz lo exhibía con orgullo en su sala principal. Esta joya artística, completamente pintada a mano, medía 8 por 13.5 pulgadas y pesaba 8 libras. En 2007, fue subastada por Christie's y alcanzó un precio de 5,760 dólares, casi el doble de su estimado inicial, reflejando el valor histórico y estético de los objetos que alguna vez adornaron la mansión de “La Doña”.
El interior de la mansión era un despliegue de sofisticación y buen gusto. Los muros, pintados en tonos beige y blanco con acentos dorados, enmarcaban una sala principal decorada con sillones de terciopelo azul, cortinas gruesas color oro que caían hasta el suelo, y una chimenea blanca sobre la cual colgaba un retrato de la actriz. A los costados, candiles y muebles de porcelana completaban un ambiente digno de una diva del séptimo arte.
En otra de las estancias, los sillones floreados, una pintura de un tigre enmarcada en oro, y una alfombra elegante bajo una mesa de centro daban un aire de romanticismo clásico y teatralidad, muy al estilo de la mujer que conquistó la pantalla grande con su mirada desafiante y su voz inconfundible.
Más que una casa, la mansión de María Félix en Polanco fue un símbolo de poder, belleza y cultura, una extensión tangible de su personalidad indomable. Cada objeto, cada rincón, contaba una historia: la de una mujer que no solo fue una estrella, sino una leyenda mexicana que supo vivir rodeada de arte, lujo y elegancia.
Hoy, su nombre sigue resonando con fuerza entre los millonarios y amantes del cine que ven en “La Doña” la representación más pura del glamour eterno. Su casa, aunque ya no alberga su presencia, sigue siendo un reflejo de su espíritu: majestuosa, inolvidable y única.
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