A dos meses del inicio del gobierno de Yamandú Orsi el escenario para atraer nuevas inversiones se presenta complejo; a una situación fiscal sin amplio margen, se suman las expectativas empresariales desfavorables en torno al clima de negocios y dificultades externas que también presionan.
El gobierno enfrenta el desafío de atraer inversiones en un clima de negocios pesimista
Uruguay necesita más capitales para superar la meseta de crecimiento, pero el clima de negocios desmejora y las presiones internas y externas dificultan la tarea.
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El gobierno se enfrenta al desafío de atraer más inversiones en un contexto que desmejora constantemente.
Uruguay necesita más y mejores inversiones si quiere crecer a tasas más altas de las que, desde hace años, experimenta. No solo es una recomendación de las agencias calificadoras y organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI); sino que es un planteo hecho por el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) que lidera Gabriel Oddone, y una necesidad de la nueva administración frenteamplista que, por un lado, tiene escaso margen fiscal para aumentar el gasto y la presión tributaria pero, por el otro, requiere más fondos para llevar a cabo las políticas centrales de su programa de gobierno.
El problema es que las condiciones para atraer esas inversiones son cada vez más inestables. En un escenario global en el que los países se cierran sobre sí mismos y el flujo de inversión extranjera directa (IED) se redujo considerablemente, hay factores locales que limitan las posibilidades.
Empeoran el clima de negocios y las expectativas empresariales
En tanto, el pesimismo crece entre los empresarios respecto del clima de negocios, el rumbo de la economía y el control de la inflación, según mostró la última encuesta semestral de la consultora Exante.
La percepción del sector empresarial es clave cuando de inversiones se trata, por lo que no puede verse desde ningún aspecto como inocuo que solo el 7% de los 300 empresarios consultados —entre el 25 de marzo y el 23 de abril— estime que la economía crecerá el próximo año; y que apenas el 5% proyecte una mejora en el clima de negocios. Todo lo contrario a lo que el gobierno necesita y uno de los principales desafíos que Oddone tiene por delante.
“Precisamos niveles de inversión del orden del 20% del producto, lo que supone tener una inversión anual del orden de los 16.000 millones de dólares anuales y de los cuales 4.000 millones son del sector público, en el mejor de los casos”, afirmó el ministro de Economía frente a la Cámara de Comercio Uruguay - Estados Unidos. El diagnóstico, ciertamente, lo tiene claro; su tarea nada fácil es la de generar confianza tanto a nivel interno como externo.
“Es una situación manejable, pero les puedo asegurar que todas las preguntas que nos hicieron en Estados Unidos, los fondos de inversiones, es cómo vamos a manejar esto”, enfatizó, y añadió: “Tenemos que tratar de convencer de que hay una trayectoria sostenible y que hay una gestión proactiva de la situación fiscal de Uruguay, que converge a una situación fiscal que es sostenible en el mediano plazo y que es parte de lo que vamos a tener que hacer”. No dijo cómo lo hará.
El rol del gobierno
“Para crecer más, el país necesita atraer más inversión. Si el clima de negocios se deteriora, arrancamos mal. Que tome nota el gobierno si no está contribuyendo a ese deterioro con algunas iniciativas”, alertó, por su parte, el analista económico José Licandro. Su colega Aldo Lema, coincidió: “El deterioro de las expectativas empresariales hace poco probable ‘un despegue’ de la inversión en capital fijo en Uruguay durante la segunda mitad de la década”.
Lo cierto es que la figura de Oddone al frente del programa económico del gobierno ha sido bien recibida por el sector empresarial —hay quienes, incluso, lo han calificado como un “ministro de primera”—; pero algunos desencuentros públicos que tuvo con el ala más intransigente del Frente Amplio encendieron alertas.
A esto se le suman, además, problemas en otras áreas que podrían poner en alerta a los inversores: el diálogo en torno al sistema de seguridad social, la renegociación del contrato por el proyecto Arazatí, el cierre de empresas y el alto nivel de conflictividad laboral en sectores clave, la presión inflacionaria —con su correlato en las expectativas del mercado—, y, por supuesto, la incertidumbre global que tiene su máxima expresión en los aranceles impuestos por Estados Unidos.
Como si fuera poco, la aplicación del Impuesto a la Renta Mínima Global “desafía algunos de los regímenes que Uruguay tiene para atraer inversiones”, reconoció el ministro. Si bien todavía no se aplica directamente en el territorio, hay empresas multinacionales que ya están obligadas a tributar el impuesto y puede generar contradicciones con las condiciones vigentes.
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