20 de octubre 2015 - 00:00

Un error de cálculo que debilita una causa sensible

La decisión de rodear con muros barrios palestinos de Jerusalén desató un inesperado conflicto en el gabinete de Benjamín Netanyahu. Si no se puede controlar el este de la ciudad, ¿cómo hablar de ella como “capital unida e indivisible” de Israel?
La decisión de rodear con muros barrios palestinos de Jerusalén desató un inesperado conflicto en el gabinete de Benjamín Netanyahu. Si no se puede controlar el este de la ciudad, ¿cómo hablar de ella como “capital unida e indivisible” de Israel?
Jerusalén - La nueva oleada de violencia que sufren Israel y Palestina y las decisiones del Gobierno de Benjamín Netanyahu para ponerle freno, que incluyen el cerco de barrios árabes de Jerusalén, reabrieron el debate: ¿es, o debe ser, Jerusalén una ciudad unida?

Cualquiera que conozca la urbe más allá de sus principales puntos turísticos puede constatar que Jerusalén es una ciudad partida, donde conviven dos mundos totalmente diferenciados.

Los ordenados y arbolados barrios de Rehavia o la Moshavá Haguermanit, en el oeste, la parte judía, tienen poco o nada que ver con lugares como Isawiya o Yabel Mukaber, en la parte palestina, en el este, ocupada por Israel en 1967 y anexada trece años más tarde en una decisión que ningún país del mundo reconoce.

Ahora, tras una cadena de más de 30 ataques palestinos contra israelíes, el Gobierno de Netanyahu ordenó establecer puestos de control a la salida de varios barrios y, también, cerrar o rodear con bloques de cemento de varios metros los barrios de Isawiya, Yabel Mukaber y Sur Baher. Se trata de una medida que ahondará la fractura más o menos invisible que divide la ciudad.

No se trata sólo de diferencias físicas, la apariencia o la sensación de encontrarte en Oriente u Occidente en uno y otro lado, sino que en cada parte rigen reglas no escritas, que no tienen vigor en el otro lado: las casas tienen canales de televisión satelital diferentes, escuchan música distinta, visten de otra forma y profesan otra religión.

En un lado se oye la llamada del muecín cinco veces al día o las campanas de las iglesias y, en el otro, las sirenas de los viernes marcando el inicio del Shabat. Celebran festividades diversas, compran productos distintos, incluso los precios difieren y hay servicios que únicamente pueden encontrarse en uno u otro lado.

Pero, sobre todo, sus poblaciones casi no se hablan ni se mezclan; muchos coinciden sólo por motivos laborales, cada uno tiene su gastronomía típica, en general no comparten ocio y la mayoría ni siquiera habla el mismo idioma: muchos palestinos, sobre todo mayores, no han aprendido hebreo y la inmensa mayoría de israelíes no habla árabe.

Sin embargo, el discurso del Gobierno y de la derecha israelí no admite lugar a debate. Jerusalén es la capital "unida e indivisible" del pueblo judío, una concepción que ningún país del mundo acepta y que choca con el reclamo palestino de convertir Jerusalén Este en la capital de su Estado.

"No vamos a dividir la ciudad más de lo que hacen en cualquier ciudad europea o de Estados Unidos en la que ponen un toque de queda en un barrio o ciudad", dijo Netanyahu en una comparecencia ante los medios extranjeros. "No se hagan ilusiones", ironizó.

"Cerrar algunos barrios no significa que renunciemos a la soberanía", abundó el ministro de Infraestructura, Yuval Steinitz. "Algunos piensan que se trata de dividir Jerusalén, nada más lejos de eso", apostilló.

Sin embargo, para muchos eso es precisamente lo que está sobre la mesa. "Con esta decisión, el Gobierno se hizo un gol en contra", dijo Meir Margalit, político pacifista y activista de izquierda que defiende "una ciudad sin murallas pero políticamente separada": la parte este como capital del Estado palestino y la oeste como capital de Israel.

"Precisamente la derecha, que no deja de hablar de la unidad, es la que dividió la ciudad y demuestra que el modelo unificado se hundió. Esto no funciona. La decisión (de imponer controles y cercos a los barrios árabes) demuestra que Jerusalén Oriental está más cerca de Cisjordania que de Israel", dijo.

La periodista del Yedioth Aharonot Yoaz Hendel criticó ayer la medida de protección como una decisión no sopesada y originada por "la histeria y el estrés" del Gobierno.

Agencia EFE

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