Por lo que pudo apreciarse en su espectáculo «The White Cabin», el criterio de puesta de estos artistas está mucho más relacionado con los experimentos dadaístas de principios del siglo XX que con el llamado «teatro de imagen» de estas dos últimas décadas. Al igual que los antiguos seguidores de Tristán Tzara (cultores de la asociación libre y la creación automática), los integrantes de Axe Group se apoyan en lo absurdo e irracional, utilizando métodos artísticos deliberadamente incomprensibles. Pero, mientras que los dadaístas irritaban al público y eran agredidos con todo tipo de proyectiles, hoy ya no hay nada que realmente sorprenda a la platea.
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El azar y el sinsentido, así como la ausencia de reglas o códigos conocidos, son recibidos con gran afabilidad y hasta con una sonrisa cómplice, sobre todo cuando hay buenos recursos técnicos y los artistas apuestan a un humor ingenuo, como lo han hecho estos artistas rusos.
«The White Cabin» resultó un espectáculo de carácter lúdico y de tierna ingenuidad al que sus propios creadores han definido como «teatro naïf». Sin otra intencionalidad que la que pueda surgir de la libre conjunción de imágenes, los artistas rusos invadieron el espacio escénico con objetos y acciones destinados a combinar los materiales más dispares: desde bebidas alcohólicas, material de desecho y pintura, hasta sofisticadas combinaciones de diapositivas y video. Sólo las gracias clownescas de sus intérpretes impidieron que el espectáculo se convirtiera en una liviana performance multimedia.
La acción recién encontró su cauce a partir de la instalación de una pequeña cámara escénica, armada con varias pantallas de papel. Esta especie de guignol resultó el marco ideal para que los artistas jugaran a hacer actores, títeres, muñecos o simples dibujos animados. De buscar algún sentido posible a este espectáculo, podría pensarse como una amable burla a las técnicas de representación.
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