8 de febrero 2008 - 00:00

Algo más que simple fábula para chicos

El adaptador Robert Nelson-Jacobs mejora la novela «El caballo del agua» (del mismo autor de «Babe, el chanchito valiente»), dándole mayor profundidad y dramatismo.
El adaptador Robert Nelson-Jacobs mejora la novela «El caballo del agua» (del mismo autor de «Babe, el chanchito valiente»), dándole mayor profundidad y dramatismo.
«Mi mascota es un monstruo» (The Water Horse: Legend of the Deep, 2007, dobl. al esp.); Dir.: J. Russell; Guión: R. Nelson-Jacobs, sobre texto de D. King-Smith; Int.: A. Etel, E. Watson, B. Chaplin, B. Cox, D. Morrissey, C. Hall.

Una pareja de jóvenes turistas norteamericanos se detiene a charlar con un viejo en una taberna escocesa. Y el viejo les cuenta un episodio muy singular de su infancia, allá por 1942. El vivía entonces con su madre y su hermana mayor en una casona alejada, y era un niño melancólico, temeroso del agua, por donde su padre había sido enviado a la guerra. Lo esperaba, pero en vez del padre vinieron a instalarse en su casa un grupo de militares, un hombre taciturno, y un huevo.

Del huevo salió un bichito simpático, angurriento, una especie de foca con cuello y carita de dinosaurio, que chapoteando en el agua iba creciendo más rápido que un sea-monkey (y con eficacia comprobada, no como los sea-monkey). La cosa es que en pocos días pasó del tacho a la bañera, de la bañera a la fuente de la casona, y de la fuente, en fin, tuvo que pasar al lago cercano, que se comunicaba con el mar. Nadie debía conocer su existencia. El problema es que los militares habían instalado una batería a la salida del lago, y estaban ansiosos de disparar contra cualquier cosa que pareciera un submarino nazi. O tan siquiera el periscopio de un submarino nazi. La novela original «El caballo de agua», de Dick King-Smith, sitúa los hechos en otra época, y les da mayor espacio a la hermana y al abuelo gruñón, que aquí desaparece (es una linda novela, recomendable para mayores de ocho años, del mismo autor de «Babe, el chanchito valiente»). El adaptador, Robert Nelson-Jacobs, cambia bastante las cosas, y también las dramatiza bastante, con bombardeos nocturnos, lluvias, cabalgatas bajo el agua, sospechas sobre el tipo taciturno, y la feroz venganza (fuera de cámara) del dinosaurio contra el bulldog que lo asustaba cuando cachorrito. Por ahí también exagera demasiado. Pero respeta y enriquece el mensaje del libro: hay que aceptar que, alguna vez, los seres queridos se nos van a ir. Eso forma parte ineludible de la vida, y es algo que se comprende sólo a medida que uno crece.

Filmada en Queenstown, Nueva Zelanda, como si fuera el Loch Ness, de Escocia, la película ostenta un buen monstruo digital, de la neozelandesa Weta, mucho mejor incorporado al resto de la pantalla que el monstruo de la factoría Jim Henson's visto en «Mee-Shee, el gigante del agua». Le gana en eso, y en varias otras cosas, incluyendo profundidad y dramatismo. Y además, la tiene a Emily Watson, en papel de madre, lo cual contribuye al crecimiento infantil.

Hay, entre medio, un momento gracioso, cuando dos pescadores enganchan al animal con la caña y se pegan un susto bárbaro. Pero más gracioso era aquel chiste de Fontanarrosa donde, en igual circunstancia, y mientras el monstruo del Lago Ness los mira todo erguido y furioso, un pescador le dice al otro «Largalo, andá a saber la de espinas que tiene».

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