14 de septiembre 2021 - 00:00

Lo Presti: la importancia de tener un buen nombre

Lo Presti. Su nuevo libro de relatos se titula “Los nombres”.

Lo Presti. Su nuevo libro de relatos se titula “Los nombres”.

Detectar personas que tienen un conflicto íntimo y en la convivencia enfrentan a otro que ponen en marcha su engranaje desajustado es una de las características centrales de los ocho sorprendentes cuentos que componen el libro “Los nombres” (Obloska) de Flavio Lo Presti. El escritor y crítico literario cordobés Lo Presti ha publicado los libros “Recuerdos de Córdoba”, “Yo escribo mucho peor” y “Los veranos”. Dialogamos con él.

Periodista: ¿Sus cuentos son sobre personas en crisis?

Flavio L: Los cuentos, por lo general, me aparecen a través de situaciones, y armo libros cuando tengo un cúmulo de situaciones que tienen algún parecido. En “Los nombres” eran bastante parecidos los padecimientos neuróticos que conectaba a los personajes, pero no es que en un momento me dije voy a hacer una galería con ellos. A medida que iba revisando la escritura me di cuenta de que siempre había alguien que podía dar nombre al cuento, por eso decidí llamar al libro “Los nombres”, y de ahí la impresión de que es una serie de retratos a propósito.

P.: ¿“Los nombres” es un guiño al lector dado que es el nombre de un personaje lateral el que lleva a una nueva lectura?

F.L.: Creo que en un solo cuento tuve el impulso de poner el nombre del narrador en el título pero me di cuenta de que en los otros llevaban el nombre de alguien diferente y dejé ese procedimiento. También hay algo de azar. Los cuentos, “Elisa” Y “Nadal” ya estaban escritos, habían sido publicados, y estaban titulados con nombres. En el caso del cuento “Nadal” ese nombre dejaba un sentido difuso que se estuviera esperando todo el cuento a donde iba a aparecer ese Nadal. Luego escribí “César” y casi todo lo que pasa allí lo soñé. Soñé que me encontraba con el crítico rosarino Alberto Giordano en una terminal de colectivos y le reprochaba que no se había dedicado a mi obra dado que encajaba con su objeto de estudio, la literatura del yo, etiqueta que no me gusta, como no le gusta a nadie, y él me decía “es que no tuve tiempo, pero tus libros le encantan a César Aira”. Me obsesionaba con eso y me iba a buscar a Aira, que había vuelto a vivir en Pringles, y se daba una escena que ya no sé si soñé o terminé inventando. César aparece al final y da otro sentido al relato.

P.: ¿Por qué dividió las historias en gente que vive y gente que escribe?

F.L.: La división “La vida” y “La literatura” sale de la “gente que escribe”. Me di cuenta que había cuatro cuentos relacionados con el oficio de escribir, sus miserias, sus vanidades, sus neurosis. Los otros cuatro cuentos no tenían un eje tan claro. Pensé en lo contrapuesto, en una fuerte tradición que es el literatura y vida, par que trataron de unificar los beatniks, los románticos, entre otros, sonaba bien, y a mí me gusta mucho el librito de crítica de Deleuze “La literatura y la vida”, que tiene tres ensayitos sobre Kafka. Así separé los cuentos en “La vida” y “La literatura”. “La literatura” como lo específico y “la vida” cómo lo general.

P.: ¿Qué tipo de situaciones lo llevan a escribir?

F.L.: Las historias donde un conflicto interior tiene su reflejo en otro, eso me despierta la generación de ficciones. Una persona que tiene un problema interior y de golpe enfrenta un espejo que es otra persona. En “Tamara” un escritor que no ha tenido del todo éxito quiere que los que lo rodean en su vida más inmediata, en su trabajo, lo reconozcan. Me interesa la ficción cuando el personaje tiene un engranaje desajustado y encuentra en otro el motor para que se ponga en marcha ese engranaje desajustado. En ese sentido creo que cuando el narrador y crítico Edgardo Scott señala la dimensión política se refiere a que muestro el conflicto que aparece en la vida íntima al relacionarse con la vida en común, a cómo se enfrenta el lazo social, la vida en comunidad. La única manera de vivir sin conflictos sería flotar en la nada y no hablar con nadie. Quizá el escenario de la pandemia provocó con él encierro, además de tragedias, un conjunto de vidas con conflictos suspendidos, fue muy duro todo esto.

P.: ¿Cómo ve la literatura argentina actual?

F.L.: Con muchas mujeres escribiendo y publicando. Bueno, en Córdoba las principales talleristas han sido mujeres. Según estadísticas las principales lectoras de literatura son las mujeres, es como que las mujeres salvaron la literatura. Hoy, por una cuestión de dinámica social, eso tiene reflejo en la cantidad de mujeres que han podido publicar y tener éxito. Luego está que después de 2001, con la explosión de las editoriales independientes, se dio salud y vitalidad a una cantidad de literatura que antes no tenía posibilidades. Eso se sostuvo en el tiempo a pesar de las crisis y el coronavirus. Y por otro lado hay un movimiento, con una fuerza que puede venir de mercado o de una tendencia histórica que estaba oculta, de ir hacia los géneros, con autores como Lamberti o Mariana Enríquez, algo que en la Argentina tiene una gran tradición si pensamos que nuestros escritores de cuentos más importantes son escritores de literatura fantástica.

P.: ¿Ahora qué está escribiendo?

F.L.: Una biografía de Vicente Luy, poeta de importancia en Córdoba. Era nieto de Juan Larrea, patrono secreto del surrealismo español, amigo de Picasso y César Vallejo, quien a la muerte de sus padres lo cría. Cuando muere Larrea, Luy se dedica a la poesía, se une a músicos del rock como “Palo” Pandolfo, y a malgastar la herencia, y a los 50 años se suicidó en Salta. Y tengo un libro de cuentos ligados con géneros literarios de forma marginal.

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