26 de septiembre 2007 - 00:00

"No imaginé que esta novela iba a ser la más negra"

Volpi dice que en «No será la Tierra», donde investiga desdela caída del comunismo hasta el Proyecto GenomaHumano, buscó «mostrar cómo en el siglo XX, los seres humanostrataron de controlar el futuro sin lograrlo nunca».
Volpi dice que en «No será la Tierra», donde investiga desde la caída del comunismo hasta el Proyecto Genoma Humano, buscó «mostrar cómo en el siglo XX, los seres humanos trataron de controlar el futuro sin lograrlo nunca».
Una vez más el escritor mexicano Jorge Volpi en su nueva «No será la Tierra», que considera el cierre de una trilogía sobre el siglo XX, mezcla géneros dentro de un estilo de relato clásico, que remite a la de los novelistas del siglo XIX. En esta tan extensa como febril crónica de los últimos años del siglo XX, entrelaza la novela de carácter científico (que ya había practicado en su consagratoria «En busca de Klinsor») con el relato detectivesco y el bestseller de fondo político. Y dado que tres mujeres protagonistas -en realidad son cinco-, entrecruzan desde mundo distintos sus destinos, no faltan la pasiones tanto las amorosas como del Proyecto Genoma Humano, la del rock bajo el comunismo o las de una ecologista en Estados Unidos. En su breve visita a Buenos Aires dialogamos con el gran escritor mexicano

Periodista: Después de haber tratado sobre el nazismo y los revolucionarios de los años '60 y '70 ¿cómo estableció los escenarios de una novela de más de 500 páginas y unos 170 personajes?

Jorge Volpi: Conforme me iba acercando en mi ciclo narrativo, en esta reflexión sobre el siglo XX, lo que más me sorprendió desde la lejanía de México fue presenciar la caída de la Unión Soviética. No era sólo la caída de un imperio sino la sensación sobrecogedora al imaginar cómo la gente que vivía en el Bloque del Este sobreviviría a un derrumbe tan brutal y tan rápido. Nos tocó en ese momento presenciar la Historia. El juego de la novela fue la sensación, que es la que tiene el narrador, de qué habrá sentido la gente cuando se enteró de que cayó Troya. Fue algo semejante. Se derrumbó en apenas seis años no sólo un imperio físico sino también un sistema de pensamiento completo. ¿Cómo hizo la gente para adaptarse rápidamente y olvidar todo en lo que creyó o en lo que no creyó pero fue obligada a creer durante tanto tiempo?

P.: ¿Usted siempre yendo contra el canón latinoamericano? ¿Ahora mezcló a Tom Clancy con el Lev Tolstoi de «Guerra y Paz»?

J.V.: (Ríe) En alguna medida va por ahí. Al pensar en una obra coral surgió Tolstoi como modelo. Y no en Tom Clancy pero sí en cuestiones de la realidad más inmediata, en hechos que todos presenciamos o leímos en los periódicos. Cuando pase el tiempo supongo que será vista como una novela histórica.

P.: Si no es Clancy de donde toma la idea de observar las crisis en Rusia y en Estados Unidos ¿cuál considera que es el autor de bestsellers que lo ha influenciado?

J.V.: John Le Carré, que es un escritor de temas relacionados con el espionaje muy interesante, literariamente muy bueno, que pasó de radiografiar la Guerra Fría a su actual militancia antinorteamericana, a través de un ex espía.

P.: ¿Cómo ha hecho para dar datos reales de personajes históricos a cada momento?

J.V.: Hice una investigación muy larga. Ese tipo de estructura de base, de fundamentos concretos, es parte de mi estilo.

P.: En su monumental trilogía ¿ha venido trabajando el tema del siglo XX o el del desencanto, la crisis personal?

J.V.: Creo que en buena medida trato sobre la forma como, en el siglo XX, los seres humanos intentaron controlar el futuro sin lograrlo nunca. Estos sistemas utópicos, y los personajes que los viven, buscan cómo tener certezas, seguridad y enfrentarse a un mundo que jamás las ofrece. En el caso extremo del comunismo, el sistema imaginaba que todo el planeta poco a poco se volvería comunista, y no que poco a poco todo el planeta se volvería capitalista.

P.: «No será la Tierra» pareciera no tener la influencia de los narradores mexicanos sino del muralismo de Diego Rivera.

J.V.: Es bueno que lo diga porque lo había pensado, y todo el mundo piensa que no tiene nada que ver con México. Creo que mi procedimiento tiene algo de «Guerra y Paz», que tiene 200 personajes y es un retrato completo de la época; y del mural de Diego Rivera en el Palacio Nacional, que tiene 170 o más y retrata de los aztecas al futuro. Buscan dar una visión de conjunto que es lo que yo quería en «No será la Tierra».

P.: ¿Por qué los personajes centrales son mujeres?

J.V.: Fue un desafío personal sobre el punto de vista. Al tratar temas que, como la política, la economía y la ciencia, por lo general se asocian con los hombres. Son cinco mujeres de lugares distintos, de generaciones distintas, con ideas y profesiones distintas. A mí me atrajeron las marginales, la ambientalista norteamericana y la poeta rockera soviética.

P: ¿Por qué hace la trampa de ese relato que el lector cree que es de un narrador omnisciente resulta que es el de un asesino pasional encerrado en prisión?

J.V.: En mis tres libros hay una constante que decidí desde el principio: debían ser narradas por hombres, en los márgenes de la historia que están contando, saben de lo que están contando. En «En busca de Klingsor» es un científico recluido en un manicomio. Quise hacer creer al lector que en cada caso es una novela sin narrador, para luego darse cuenta que eso que creía narrado como si estuviera ocurriendo en realidad era relatado por alguien con cierta intención.

P.: Y esa intención muestra un pasado cruel y un futuro dramáticamente incierto si no apocalíptico.

J.V.: Lo terrible de esta novela, y lo que yo no sabía hasta terminar de escribirla, es que iba a ser la más negra, la más pesimista de todas; es haber observado lo que va de la época autoritaria de Breznev al golpe de estado contra Gorbachov, y luego observar que oligarquías se instalaban al instaurarse el libre mercado.

P.: En «No será la Tierra» trata de la caída del comunismo, de los problemas del capitalismo y del Genoma Humano; en la primera de la trilogía de la relación entre ciencia y nazismo, y la segunda, donde trató los ideales de los revolucionarios latinoamericanos, no llegó nunca aquí ¿fue censurada?

J.V.: Más que de censura se trata de cómo funciona el mercado del libro en América Latina. «El fin de la locura» es una novela distinta tanto de «En busca de Klingsor» como de ésta, es una sátira mucho más asida. Me divierto criticando todos los ideales revolucionarios en Francia y en America Latina en los años '60 y '70. Como no anduvo bien en España no la trajeron.

Entrevista de Máximo Soto

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