11 de septiembre 2008 - 00:00

En torno de lo real, los años 30. El espacio institucional de la feria

Antonio Berni, «Retrato», 1935,óleo.
Antonio Berni, «Retrato», 1935, óleo.
En el marco de la Feria Expotrastiendas, la Asociación Argentina de Galerías de Arte presenta la exhibición «En torno de lo real. Los años 30», curada por Diana Wechsler. En un diálogo con la curadora, ella nos cuenta los diferentes ejes en los que concibió el desarrollo de la muestra.
Periodista: ¿A qué se debe que los espacios institucionales tengan cada vez mayor protagonismo en las ferias comerciales?
Diana Wechsler: Las ferias de arte, lejos de remitirse estricta y únicamente al mercado, suelen generar otras actividades, como puede verse en arteBA, Arco Madrid y Expotrastiendas. Por una parte, generan mesas de debate e invitan a críticos y especialistas de distintos lugares del mundo, y por otra parte, en este caso concreto, Expotrastiendas realiza esta institucional, que es un espacio museográfico dentro de la feria. Ya es la cuarta vez que lo hacen dentro de las ocho ediciones de Expotrastiendas. La primera fue sobre los años 60 para luego decrecer en el tiempo.
Dado que tengo bastante trayectoria curatorial en distintos aspectos de la plástica de los años 20, 30 y parte de los 40, fui convocada para realizar el relato curatorial de los años 30.

P.: ¿Qué características tendrá esta exhibición?
D.W.: Esta edición presenta algunas novedades respecto de otras experiencias de curaduría histórica dentro de una feria. Una de ellas está relacionada con el espacio en el que se emplazará la muestra. En las ediciones anteriores, la muestra temática estaba emplazada en la entrada del Centro Municipal de Exposiciones. Fui bastante insistente en este punto, y gracias a los organizadores de la muestra en la exposición, quienes se mostraron muy abiertos a propuestas nuevas, este año ocupará un espacio aparte, a un costado de la feria en sí, y además contará con una relativa autonomía. Al mismo tiempo, se desarrolló una serie de señales gráficas que van a estar en todos los stands que incluyan obras de los años 30 y que no forman parte del relato curatorial, pero que son una señal para que el público tenga conocimiento de la muestra.
El espacio es generoso; está pensado para ser visto por zonas, algo que es propio de la reflexión plástica de estos años, que, entre otras cosas, se propone volver al oficio, a la práctica del oficio del pintor, y en ese sentido rescata y revisita los géneros antiguos o tradicionales. Para exhibir esto desde otra perspectiva, la muestra está organizada por géneros: la naturaleza muerta, el paisaje y una zona más, tal vez la más abundante, que es la de figuras, retratos y alegorías, donde la cuestión de alegorizar sobre la realidad aparece en distintos lugares de la muestra.
En la zona de los paisajes aparece la obra «Desocupado», de Horacio March, en la que el paisaje urbano domina la escena y muestra un personaje sentado en un banco; el título funciona como alegoría de una problemática del momento. La naturaleza muerta de Víctor Cúnsolo, titulada «Tradición», abre la serie de naturalezas muertas. También aquí el título funciona como referencia; en este caso, haciendo alusión a la tradición plástica argentina. En la parte de figuras y retratos se pueden ver, entre otras obras, «La ilusión», de Lino Eneas Spilimbergo; y «Redes», de Raquel Forner. El conjunto intenta mostrar la gran cantidad de desplazamientos, que pueden ser leídos como las distintas maneras en que la alta modernidad revisa el pasado y opera con él.

P.: ¿Esto implica un desafío curatorial?
D.W.: Al haber ya organizado otras muestras acerca del período, para mí el desafío era contar otra cosa. Hasta ahora venía contando algo que tenía que ver con el eje más fuerte de estos años, que es la tensión entre arte y política, y la manera en que el debate del arte moderno de los años 20 y 30 hace un giro y se politiza fuertemente. Pero con el mismo giro se produce también otra cuestión, ya que es el momento en que comienza a consagrarse cierta dimensión del arte moderno. Un arte moderno que está del lado de las instituciones de las vanguardias, que es desde donde se nos ha contado la historia del arte moderno que habitualmente queda sin clasificar desde este gran relato y que, sin embargo, es el modo de construcción o representación de lo real que se instala como alternativa en el período de entre guerras, con una fuerte impronta política, pero también con una fuerte impronta de modernidad.
Las experiencias de la vanguardia, el cubismo, el futurismo y la revisión de los métodos constructivos y de los materiales con que se construye la representación están en la base de esta figuración, esta recuperación figurativa que se hace entre el 18 (fin de la Primera Guerra Mundial) y el 39 (fin de la Guerra Civil española), para poner fechas más o menos ajenas al mundo del arte. Dentro de este proceso, los artistas argentinos funcionan como coproductores de esta apropiación y este modo de revisitar las figuraciones del pasado. Y dentro de estas alternativas el surrealismo aparece como un elemento más en disputa. Y es a partir de esta tensión entre lo surrealista y lo realista, estas figuraciones de nuevo cúneo que se desarrollan entre los años 20 y los 30, que la muestra toma su nombre: En torno a lo real, arte argentino de los años 30, ya que es a partir de allí cuando alcanza cierto nivel de consagración pública.

P.: ¿Cuáles son sus hipótesis?
D.W.: Dado que ésta es una muestra que está en un espacio de galerías, en un espacio de mercado, la hipótesis sobre la que trabajé es la de revisar las maneras en que se va entronizando lo nuevo, y cómo esto nuevo circula por espacios públicos y, sobre todo, por galerías. En este sentido, hay una imagen muy fuerte de este proyecto, que es la de Horacio Coppola. En 1936 le encargan hacer un registro fotográfico de la ciudad y del nuevo monumento que se estaba emplazando. El resultado es la serie de los obeliscos.
De acuerdo con la línea de trabajo que vengo desarrollando, donde la modernidad sólo puede ser pensada en el espacio metropolitano, esto era como una especie de clave para el análisis. Con la primera exhibición exclusiva de fotografía en las salas de la editorial Sur, Horacio Coppola y Grete Stern introducen la fotografía en la disputa del terreno de las Bellas Artes. Coppola tiene el encargo de registrar este monumento que, por un lado, enlaza con la historia de la fundación de la ciudad que aspira a ser metrópoli moderna, y que, por el otro, es claramente un volumen en el espacio, una conmemoración moderna. Me parece que era una especie de imagen para invitar con este recurso a pensar sobre todas estas dimensiones de lo moderno en el espacio urbano.

P.: ¿Cuál es la dimensión de la exposición?
D.W.: La muestra cuenta con 32 obras procedentes tanto de museos públicos, como el Museo Eduardo Sívori, el Museo de Bellas Artes de La Plata, la Fundación Mundo Nuevo y la Fundación Forner-Bigatti, como de colecciones privadas. Esto le permite al espectador realizar recorridos alternativos, ver cómo las obras circulan por las colecciones y descubrir qué colecciones están preocupadas por períodos determinados de la producción artística argentina. Son varias las obras que me parecen fundamentales. Entre éstas, se pueden mencionar «Obelisco», de Horacio Coppola, con esa gente que se abre para mirarlo; «Tradición», de Víctor Cúnsolo; «El desocupado», de March, que me parece interesante por lo extraña, ya que es de una colección privada pequeña y se mostró pocas veces. Dentro de las figuras, sin dudas las grandes figuras-retrato de Berni y de Spilimbergo son obras importantes. Entre las versiones que alegorizan con lo real, «La ilusión» y «Redes» me parece que funcionan como obras clave.

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