29 de octubre 2001 - 00:00

Guerra de nervios

washington: Especialistas antiterrorismo se preparan para entrar en el Washington Post
washington: Especialistas antiterrorismo se preparan para entrar en el Washington Post
Por NANCY GIBBS

(TIME) -- Hay cosas que un presidente debe callar, pero son ellas precisamente las que el vicepresidente debe transmitir. George W. Bush no ha perdido oportunidad para elogiar el espíritu y la generosidad de los estadounidenses para instarlos a continuar y tener esperanzas. Pero el vicepresidente Dick Cheney se muestra sombrío, y la semana pasada predijo que lo peor aún estaba por venir. "Debemos partir de la suposición que habrán más ataques", declaró. "Por primera vez en nuestra historia, probablemente suframos más bajas en nuestro territorio que entre nuestras tropas en el extranjero".

Cheney había visitado el lugar de los hechos esa misma tarde. La devastación le pareció "abrumadora, casi indescriptible". No cabía la menor duda de los daños que este enemigo estaba preparado a infligir al país. No titubeó al responder a quienes le preguntaron cuánto tiempo duraría todo esto: "Los cambios que estamos presenciando serán permanentes, al menos durante nuestras vidas". Y apenas es posible imaginar cómo terminará la situación: "No habrán negociaciones, conferencias, comunicados ni coexistencia pacífica con los terroristas. Esta es una lucha que sólo puede terminar con su permanente y completa destrucción".

¿Quiénes son estos enemigos? El director del FBI Robert Mueller reveló el viernes pasado que las muestras de ántrax enviadas a Florida, Nueva York y Washington son "exactamente iguales", lo que sugiere un ataque concertado. También su origen lo sugiere: Trenton (Nueva Jersey) y Boca Raton (Florida). Varios de los terroristas vivieron en Nueva Jersey hasta el momento en que abordaron el fatídico vuelo en Newark. Y fue en Boca Raton donde Mohammad Atta aprendió a volar e investigó acerca de aviones fumigadores, y donde un día acudió a una farmacia en busca de algo que le aliviara una urticaria en las manos.
Pero otros funcionarios del FBI piensan que no se trata de una sola red sofisticada con habilidad para sembrar el caos masivo, sino de grupos terroristas surgidos en EE.UU. y que actúan por cuenta propia. No se puede comparar la violencia de los ataques del 11 de septiembre con los de la semana pasada. Pero aunque las víctimas de los atentados bioterroristas fueron muy pocas, no se puede pasar por alto el daño causado: el sistema de salud pública de EE.UU. fue puesto al borde del colapso. Las salas de emergencia de todo el país se llenaron de pacientes aquejados por síntomas similares a la gripe, y nadie sabía si se debían al ántrax al incipiente frío del otoño.

Los empleados postales debieron utilizar guantes de goma y muchos oficinistas se negaron a abrir su correspondencia. Hubieron tantas falsas alarmas ocasionadas por la increíble cantidad de chanzas, que los policías juran que encerrarán de por vida a los bromistas si les echan mano. El FBI admitió que, teniendo sólo 11.000 efectivos, debió transferir agentes de la investigación de los sucesos del 11 septiembre para investigar los atentados con ántrax. Y esto hace más difícil descubrir y prevenir otros ataques. La policía de las distintas ciudades, que también podría funcionar como línea de frente contra la próxima ola de atentados, también fue bombardeada con reportes de "sustancias sospechosas". "¡Esa cosa verde que hay en las calles es sólo salsa de aguacate!", decía un exasperado portavoz de la policía de Chicago. "¡La sustancia blanca que hay en las escaleras es bicarbonato! No es razón para llamar a la policía. Alguien va a tener que empezar a usar el sentido común".

Quien debería manejar esta crisis nacional del ántrax es el Gobierno, pero es difícil saber quién es el responsable directo, o siquiera si lo hay. Un senador se quejó que "han sido muy lentos para manejar la información y hacerse presentes de forma clara, precisa, visible y ordenada". Poco se ha sabido de Tom Ridge, director de Seguridad del Territorio Nacional, desde que asumió su cargo la semana pasada. Ahora bromea con los periodistas que "éste el momento adecuado para salir a la luz". Si bien Ridge insistió en que tiene todos los recursos necesarios y que puede entrar a la oficina presidencial para hablar cuando lo desee, también dejó en claro que carece de toda "autoridad operativa técnica" para lidiar con la crisis. En reuniones que sostuvo con representantes de ambos partidos "nadie salió muy entusiasmado", confió a TIME un legislador demócrata. "Cuando se le preguntó cuál era su prioridad, respondió con un largo y prolongado silencio".

Cuando Ridge asumió la dirección de la recién creada Oficina de Seguridad del Territorio Nacional, se supuso que los sucesos del 11 de septiembre bastarían para que recibiera el apoyo necesario, y que el sentido colectivo de responsabilidad le haría más fácil coordinar a las 46 agencias gubernamentales de seguridad que ahora tiene a su cargo. La semana pasada Ridge sostuvo tres reuniones con el presidente para informarle sobre los avances de la investigación del ántrax, pero mientras tanto la CIA y el FBI realizaban sus propios encuentros con Bush. Al parecer, las dimensiones mismas de la crisis podrían más bien impedir que Ridge asumiera el control central. En efecto, las agencias están demasiado ocupadas con los atentados para cederle el mando, ya sea porque no tienen tiempo o porque no quieren renunciar a su autoridad. Un funcionario gubernamental leyó el primer anteproyecto de la orden ejecutiva que estipula las funciones de Ridge, y afirma que "sólo dice 'coordínese esto y coordínese aquello', sin darle autoridad real. Todos simpatizan con Ridge, así que pocos lo criticarán, pero en todas partes se dice que 'seguramente debe estar arrepintiéndose de haber aceptado el puesto'".

No sólo la tarea de Ridge parece imposible. El secretario de Salud y Servicios Humanos Tommy Thompson primero aseguró que el Gobierno ya estaba preparado para responder a un masivo atentado bioterrorista. Pero luego quintuplicó las reservas del antibiótico Cipro y ordenó la adquisición de 300 millones de vacunas contra la viruela. Le Ordenó a la Oficina de Alimentos y Medicamentos, la encargada de autorizar medicamentos en EE.UU., apurar el examen de otros antibióticos, como penicilina y doxiciclina, los que de ser aprobados podrían usarse contra el ántrax. Estos medicamentos son más baratos y abundantes, y por ello Thompson pudo afirmar que para producir equivalentes genéricos no sería necesario derogar la patente de Cipro, que pertenece a la farmacéutica Bayer.

Aunque Thompson elogió la agilidad y eficiencia del sistema de salud pública, lo cierto es que le tomó una semana y media confirmar el diagnóstico de ántrax en la NBC, en parte por una demora de más de medio día causada por un apagón de una hora en el laboratorio del Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) en Atlanta. En un principio, se pensó que el bebé infectado con ántrax en el edificio de la ABC sufría de un piquete de araña. La red nacional de 81 laboratorios de Salud Pública recibió un torrente de muestras sospechosas para analizar, y tuvo que aprender los riesgos del triage (la selección de los casos más urgentes). Así, los investigadores del CDC asesoraron a otros laboratorios para evaluar riesgos y decidir cuál sustancia debería ser analizada primero. También dieron el alerta sobre los síntomas de otras enfermedades, como la peste (fiebre, tos y flemas), viruela (urticaria y algunos síntomas similares a la gripe), y botulismo (párpados caídos, mandíbula rígida y visión borrosa). Aunque no se han reportado evidencias de estas enfermedades, la subdirectora del CDC Julie Gerberding afirma que "en estos tiempos, se trata de posibilidades reales".

En la sede del CDC se instalaron catres para que los investigadores pudieran trabajar durante todo el día. Tan sólo en un laboratorio de Minnesota recibió más de 600 llamadas en menos de una semana. En Nueva York, ochenta personas acudieron a un hospital de Staten Island, temerosas de haber sido infectadas en el trasbordador que hace el recorrido a Manhattan. "Era una histeria de masas", dijo un médico. Los doctores trataban de razonar con la gente, explicándoles que era más fácil sufrir un accidente de tránsito yendo hacia el hospital que contraer ántrax. Kathy Barton, jefe de relaciones públicas del Departamento de Salud y Servicios Humanos de Houston afirma que "hemos tenido que analizar edulcorantes artificiales, polvo de paredes, azúcar y talco. En cuanto creemos que el público comienza a calmarse, algo sucede en Washington y Nueva York, y la situación se vuelve crítica otra vez".

El consenso en Washington es que las instalaciones de salud pública cuentan con equipo necesario para manejar una veintena de casos de ántrax propagados por carta, pero no medio millón causado por un avión fumigador. El año pasado la Oficina del Congreso de Evaluación Tecnológica publicó un reporte donde se demostraba que esparcir las esporas de ántrax sobre una ciudad grande causaría 3 millones de muertes, y otro informe estimaba que de esparcirse la viruela el saldo de fatalidades sería de 40 millones. Aún así, el presupuesto de Bush había asignado este año 345 millones de dólares a medidas preparativas contra el bioterrorismo. A su vez, el Congreso había promulgado la Ley de Emergencias y Amenazas contra la Salud Pública en donde se pedían 1.400 millones con el mismo fin.

Ahora también esta suma se considera demasiado pequeña. El secretario Thompson pidió la semana pasada casi 1.500 millones extra, y según algunos cálculos, la cifra final podría llegar a ser casi triple. Todo esto cambiará en los próximos meses. El gobierno sigue discutiendo para saber cómo usar los nuevos presupuestos, pero es un hecho es que estos presupuestos ya fueron asignados. Ya nadie le tiene paciencia a las agencias gubernamentales que piensan más en sus derechos que en sus obligaciones, y que cuidan más de su esfera de poder que en el país. Todos dicen claramente que las reglas han cambiado, y ahora les toca a ellos cambiar en consecuencia.

Pero algunos cambios han dejado perplejos hasta a los altos oficiales del Pentágono. "Lo único que nos protegía hasta ahora era un límite para la decencia que nadie quería transgredir", afirma un militar que ahora duda sobre su capacidad de proteger a sus propios hijos. "Y alguien lo transgredió". Ahora, para anticipar el siguiente ataque, la imaginación del país se ha tornado igualmente siniestra. Hay empatía para con los reportes de niños quemados en hospitales afganos, y los civiles muertos en un autobús, porque se ha agudizado la conciencia acerca de las víctimas inocentes en una guerra. Existe el deseo de detener la matanza de inmediato, tanto aquí como allí, y por ello se debe decidir si la única esperanza es ir hacia las llamas, y luchar.

-Informes de John F. dickerson, Andrew Goldstein, Viveca Novak, Elaine Shannon, Karen Tumulty y Douglas Waller/Washington, con otras oficinas

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