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Guerra de nervios

washington: Especialistas antiterrorismo se preparan para entrar en el Washington Post
(TIME) -- Hay cosas que un presidente debe callar, pero son ellas precisamente las que el vicepresidente debe transmitir. George W. Bush no ha perdido oportunidad para elogiar el espíritu y la generosidad de los estadounidenses para instarlos a continuar y tener esperanzas. Pero el vicepresidente Dick Cheney se muestra sombrío, y la semana pasada predijo que lo peor aún estaba por venir. "Debemos partir de la suposición que habrán más ataques", declaró. "Por primera vez en nuestra historia, probablemente suframos más bajas en nuestro territorio que entre nuestras tropas en el extranjero".
¿Quiénes son estos enemigos? El director del FBI Robert Mueller reveló el viernes pasado que las muestras de ántrax enviadas a Florida, Nueva York y Washington son "exactamente iguales", lo que sugiere un ataque concertado. También su origen lo sugiere: Trenton (Nueva Jersey) y Boca Raton (Florida). Varios de los terroristas vivieron en Nueva Jersey hasta el momento en que abordaron el fatídico vuelo en Newark. Y fue en Boca Raton donde Mohammad Atta aprendió a volar e investigó acerca de aviones fumigadores, y donde un día acudió a una farmacia en busca de algo que le aliviara una urticaria en las manos.
Pero otros funcionarios del FBI piensan que no se trata de una sola red sofisticada con habilidad para sembrar el caos masivo, sino de grupos terroristas surgidos en EE.UU. y que actúan por cuenta propia. No se puede comparar la violencia de los ataques del 11 de septiembre con los de la semana pasada. Pero aunque las víctimas de los atentados bioterroristas fueron muy pocas, no se puede pasar por alto el daño causado: el sistema de salud pública de EE.UU. fue puesto al borde del colapso. Las salas de emergencia de todo el país se llenaron de pacientes aquejados por síntomas similares a la gripe, y nadie sabía si se debían al ántrax al incipiente frío del otoño.
Quien debería manejar esta crisis nacional del ántrax es el Gobierno, pero es difícil saber quién es el responsable directo, o siquiera si lo hay. Un senador se quejó que "han sido muy lentos para manejar la información y hacerse presentes de forma clara, precisa, visible y ordenada". Poco se ha sabido de Tom Ridge, director de Seguridad del Territorio Nacional, desde que asumió su cargo la semana pasada. Ahora bromea con los periodistas que "éste el momento adecuado para salir a la luz". Si bien Ridge insistió en que tiene todos los recursos necesarios y que puede entrar a la oficina presidencial para hablar cuando lo desee, también dejó en claro que carece de toda "autoridad operativa técnica" para lidiar con la crisis. En reuniones que sostuvo con representantes de ambos partidos "nadie salió muy entusiasmado", confió a TIME un legislador demócrata. "Cuando se le preguntó cuál era su prioridad, respondió con un largo y prolongado silencio".
No sólo la tarea de Ridge parece imposible. El secretario de Salud y Servicios Humanos Tommy Thompson primero aseguró que el Gobierno ya estaba preparado para responder a un masivo atentado bioterrorista. Pero luego quintuplicó las reservas del antibiótico Cipro y ordenó la adquisición de 300 millones de vacunas contra la viruela. Le Ordenó a la Oficina de Alimentos y Medicamentos, la encargada de autorizar medicamentos en EE.UU., apurar el examen de otros antibióticos, como penicilina y doxiciclina, los que de ser aprobados podrían usarse contra el ántrax. Estos medicamentos son más baratos y abundantes, y por ello Thompson pudo afirmar que para producir equivalentes genéricos no sería necesario derogar la patente de Cipro, que pertenece a la farmacéutica Bayer.
En la sede del CDC se instalaron catres para que los investigadores pudieran trabajar durante todo el día. Tan sólo en un laboratorio de Minnesota recibió más de 600 llamadas en menos de una semana. En Nueva York, ochenta personas acudieron a un hospital de Staten Island, temerosas de haber sido infectadas en el trasbordador que hace el recorrido a Manhattan. "Era una histeria de masas", dijo un médico. Los doctores trataban de razonar con la gente, explicándoles que era más fácil sufrir un accidente de tránsito yendo hacia el hospital que contraer ántrax. Kathy Barton, jefe de relaciones públicas del Departamento de Salud y Servicios Humanos de Houston afirma que "hemos tenido que analizar edulcorantes artificiales, polvo de paredes, azúcar y talco. En cuanto creemos que el público comienza a calmarse, algo sucede en Washington y Nueva York, y la situación se vuelve crítica otra vez".
El consenso en Washington es que las instalaciones de salud pública cuentan con equipo necesario para manejar una veintena de casos de ántrax propagados por carta, pero no medio millón causado por un avión fumigador. El año pasado la Oficina del Congreso de Evaluación Tecnológica publicó un reporte donde se demostraba que esparcir las esporas de ántrax sobre una ciudad grande causaría 3 millones de muertes, y otro informe estimaba que de esparcirse la viruela el saldo de fatalidades sería de 40 millones. Aún así, el presupuesto de Bush había asignado este año 345 millones de dólares a medidas preparativas contra el bioterrorismo. A su vez, el Congreso había promulgado la Ley de Emergencias y Amenazas contra la Salud Pública en donde se pedían 1.400 millones con el mismo fin.
Ahora también esta suma se considera demasiado pequeña. El secretario Thompson pidió la semana pasada casi 1.500 millones extra, y según algunos cálculos, la cifra final podría llegar a ser casi triple. Todo esto cambiará en los próximos meses. El gobierno sigue discutiendo para saber cómo usar los nuevos presupuestos, pero es un hecho es que estos presupuestos ya fueron asignados. Ya nadie le tiene paciencia a las agencias gubernamentales que piensan más en sus derechos que en sus obligaciones, y que cuidan más de su esfera de poder que en el país. Todos dicen claramente que las reglas han cambiado, y ahora les toca a ellos cambiar en consecuencia.
Pero algunos cambios han dejado perplejos hasta a los altos oficiales del Pentágono. "Lo único que nos protegía hasta ahora era un límite para la decencia que nadie quería transgredir", afirma un militar que ahora duda sobre su capacidad de proteger a sus propios hijos. "Y alguien lo transgredió". Ahora, para anticipar el siguiente ataque, la imaginación del país se ha tornado igualmente siniestra. Hay empatía para con los reportes de niños quemados en hospitales afganos, y los civiles muertos en un autobús, porque se ha agudizado la conciencia acerca de las víctimas inocentes en una guerra. Existe el deseo de detener la matanza de inmediato, tanto aquí como allí, y por ello se debe decidir si la única esperanza es ir hacia las llamas, y luchar.
-Informes de John F. dickerson, Andrew Goldstein, Viveca Novak, Elaine Shannon, Karen Tumulty y Douglas Waller/Washington, con otras oficinas
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