La pugna por los liderazgos desdibujó a una coalición que todavía debe afianzarse como oposición

La unidad fue más un discurso que un logro en la Coalición Republicana, que enfrentó disputas internas y tensiones interpartidarias en momentos clave.

Las diferencias internas fueron grandes protagonistas de los primeros 100 días de la Coalición Republicana como oposición.

Foto: Equipo Delgado

El gobierno de Yamandú Orsi cumplió 100 días, pero el Frente Amplio (FA) no es el único que está de festejo: la Coalición Republicana (CR) alcanzó el mismo hito como oposición, con el desafío —no siempre logrado— de mantener una unidad y cohesión interna que presentaron más dificultades de las esperadas.

El experimento de la CR como gobierno no estuvo exento de roces internos pero, como no se cansaron de señalar los distintos dirigentes durante la campaña electoral, no solo llegó al final de su gestión como tal sino que, además, lo hizo con intenciones de extender la experiencia. La incógnita se abrió el 24 de noviembre pasado, cuando los primeros resultados del balotaje ya apuntaban hacia Orsi como el próximo presidente, y a Álvaro Delgado, el candidato coalicionista, como perdedor.

La pregunta la planteó esa misma noche el líder de Cabildo Abierto (CA), Guido Manini Ríos: ¿qué sentido tendría una coalición para oponerse a algo?

El líder de Cabildo Abierto, Guido Manini Ríos, insistió en varias ocasiones que la coalición no tenía sentido de ser como oposición.

Más allá de algunos comentarios de ese talante, por el momento la Coalición Republicana sigue existiendo y alcanzó los 100 días como oposición con cierta coherencia a nivel parlamentario e, incluso, un triunfo importante en el escenario departamental, con la victoria en Salto en las elecciones de mayo. Aunque, no por ello, los últimos poco más de tres meses estuvieron exentos de tensión, cruces y dificultades para alcanzar acuerdos.

Las diferencias internas de cada día

Lo cierto es que el hecho de oponerse al gobierno del Frente Amplio —y de “defender los logros” alcanzados durante el quinquenio previo— viene siendo el principal factor de cohesión entre los partidos de la CR. El mismo oficialismo lo ha facilitado, ofreciendo algunas cuantas polémicas y un discurso al que hacer frente en la “pesada herencia” económica.

Sin embargo, detrás del estar todos “en la misma vereda”, el Partido Nacional (PN), el Partido Colorado (PC), el Partido Independiente (PI) y CA han mostrado sus diferencias: la más reciente quedó en evidencia con la dificultad de acordar una propuesta en común al proyecto de reforma de la Caja de Jubilaciones y Pensiones de Profesionales Universitarios (Cjppu) del gobierno.

Las tensiones interpartidarias también quedaron en primer plano con el “trancazo” en las designaciones de cargos públicos que demoró todo el proceso para elegir no solo los nombres de la lista, sino también qué empresa u organismo le tocaría a cada sector. Más adelante, con la estrategia electoral de cara a los comicios departamentales, hubo más desacuerdos que, igualmente, fueron dándose en otras situaciones menores de apoyo o rechazo a decisiones del gobierno.

El resumen detrás de todos los episodios es que entre blancos y colorados, al final del día, hay una diferencia fundamental o, más bien, una característica común que hace difícil reconciliar posturas: todos quieren tener el liderazgo.

La dificultad para alcanzar acuerdos entre los partidos de la coalición se observó en la demora en la designación de cargos públicos.

¿Cultura de la unidad o del liderazgo?

Algunos lo disimulan mejor detrás de la lealtad coalicionista. Con Andrés Ojeda a la cabeza, el Partido Colorado se ha mostrado como el defensor número uno de la Coalición Republicana. De hecho, el disgusto generalizado por la estrategia de la oposición en las elecciones departamentales —expresado en diferentes ultimátums— fue rápidamente reemplazado por la euforia expansionista, sustentada en el triunfo en Salto.

Detrás de esto está el deseo colorado de alcanzar posiciones con poder de decisión a través de una base electoral blanca más amplia bajo el paraguas coalicionista. Pero el debate por la generalización de la CR de cara al futuro o el mantenimiento de las expresiones partidarias individuales, incluye también el argumento enarbolado por la dirigencia blanca, que no siempre necesita los votos colorados. Y que, salvo que sea necesario —como a nivel nacional—, la "cultura de la unidad" no le es conveniente porque no piensa repartir poder con sus socios.

Los problemas de liderazgo no son solo entre el PN y el PC, sino que las disputas se dan también a nivel interno: la lista de unidad con la que se conformó el Comité Ejecutivo Nacional (CEN) colorado, con Ojeda como secretario general, no zanjó la pugna interna que se abrió con la renuncia de Julio María Sanguinetti, y que se profundizó con el regreso de Pedro Bordaberry en la escena; y ahora el Partido Nacional se enfrenta a la elección para designar a su directorio, en busca de quien ocupe la vacante de conducción dejada por Luis Lacalle Pou —al menos, hasta lo que se espera que sea regreso en 2029.

Días atrás, el expresidente Luis Lacalle Herrera sostuvo que el Frente Amplio “tiene que convertirse primero en un partido”. La oposición, en un escenario marcado fuertemente por las disputas internas en varios niveles, tendrá el desafío de convertirse verdaderamente en coalición y en una coalición republicana, sobre todo. Los primeros 100 días pueden pensarse como la prueba piloto de lo que vendrá en el quinquenio, con el debate en torno al presupuesto como la primera gran prueba de fuego.