«Guardavidas» Dramaturgia y Dir.: R.Podolsky. Int.: N. Vavassori y E.Massa. Esc. y Vest.: A. Polito.Ilum.: E. Sirlin. (Teatro del Abasto.)
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La puerta con mosquitero, el alambrado que rodea la casa, la pileta de lona que nadie se ocupó en desarmar. Todo habla de un ritmo vital, tranquilo y pausado, que poco tiene que ver con el caos urbano. En medio de esa quietud, un hombre va trabando relación con la mujer que diariamente cuida y alimenta a su esposa, ya en los últimos tramos de una grave enfermedad. El espectador nunca verá a la moribunda, pero podrá captar su presencia ominosa a través de los gestos y comentarios de los dos protagonistas.
Aun cuando la muerte ande rondando por el lugar, el dueño de casa -un guardavidas jubilado que no ha perdido su vitalidad y energía- disfruta como un chico con las visitas de su empleada, a quien trata como a su discípula o como a una nueva compañera de juegos. Se esmera en enseñarle a bailar, en brindarle rudimentos teóricos de natación y hasta pretende explicarle cómo pasear a un perro, puesto que él es un hombre que se las sabe todas.
Ella, que no es experta en nada pero evidencia un talento innato para cuidar enfermos, lo escucha con calma y procura seguirle el ritmo amablemente, aunque, de tanto en tanto, sus atinadas observaciones ponen en evidencia la ridícula y enternecedora fanfarronería de este macho que saca a relucir su antigua heroicidad de guardavidas ante una tímida interlocutora que desconoce la seducción y la coquetería.
El inevitable contraste entre esta virilidad inflamada y la sabia sencillez de una mujer que es pura mesura y paz espiritual, provoca carcajadas en la platea. En cambio, en otros momentos, también emerge el dolor.
La puesta de Román Podolsky (el elogiado director de «Harina») tiene la virtud de valorizar los silencios, el vacío y los gestos mínimos dejando que el espectador determine por sí mismo el destino de estos personajes y su real dimensión. Las notables interpretaciones de Nacho Vavassori y Elvira Massa (que también colaboraron en los textos) dan carnadura a esos dos seres de tierna humanidad.
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