De forma algo repentina Sergio Massa tuvo que mudar de la función candidato a la función ministro para ocuparse de una crisis cambiaria y tener sobrevida electoral subiéndose al ballotaje. Aún no se ha superado, solo alcanzó a ponerla en modo pausa en principio hasta el domingo 22-O
Transiciones electorales y cobertura en el dólar: ¿lo peor ya pasó?
Siempre las transiciones electorales en Argentina provocan huida del peso y cobertura en el dólar, pero en esta oportunidad el fenómeno está amplificado y es más peligroso por dos razones.
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La manera que se presentan los acontecimientos y la forma destructiva que muestra la competencia electoral hacen pensar que el puente de transición no resiste.
Una enorme cantidad de pesos comenzó a correr peligrosamente atrás de cualquier activo o bien que implique un refugio, pero más que nada y como siempre el dólar. Las últimas jornadas financieras insinuaron una peligrosa espiralización en el mercado cambiario que retroalimenta con la salida dinero bancario y desarme de posiciones en algunos títulos en pesos del tesoro.
Más cepos para los dólares financieros, feriados de por medio y el amedrentamiento de la fuerza pública para los segmentos ilegales solo parecen alcanzar para una tregua dónde el dólar no salte de $1.000 y la brecha se estacione en 150%, el mismo valor de salida de Guzmán. Cómo en otras crisis, el BCRA ausente y siempre a destiempo. Sin instrumentos (básicamente sin reservas), sin reflejos y menos credibilidad, reacciona con una súper tasa en 300% anual que no servirá para nada en una crisis de fin de ciclo donde la demanda de dinero huye basada en la expectativa de un tipo de cambio cada vez mayor.
Siempre las transiciones electorales en Argentina provocan huida del peso y cobertura en el dólar, pero en esta oportunidad el fenómeno está amplificado y es más peligroso por dos razones. En primer lugar, la extrema debilidad del gobierno en variables clave para enfrentar estos fenómenos de crisis financieras: no tiene reservas, está vendiendo divisas en el MULC a pesar de ofrecer múltiples tipos de cambio diferenciales, gasta unos USD 80 millones por día para contener el MEP y cabalga sobre un proceso inflacionario que ya viaja cómodo en dos dígitos mensuales. A todo esto, no para de emitir pesos ya sea para frenar el desarme de las curvas de algunos bonos en pesos, para compensar la liquidación de dólares especiales y para gastar robusteciendo ingresos en función de las necesidades electorales.
Pero existe una segunda razón, y muy importante en esta corrida, que es el combustible que derrama sobre la crisis el candidato opositor mejor posicionado para ganar (según la mayoría de las encuestas). Es inédito en una competencia electoral que un contrincante aclame que cuánto más alto el dólar mejor y se aliente a desarmar plazos fijos (que ya han caído 14% desde fines de agosto en términos reales). Es lo mismo que incentivar evaporar el ahorro de los argentinos y empobrecerlos repentinamente en el caso de precipitarse una escalada hiperinflación montada sobre una corrida cambiaría y bancaria. Sin duda esto fue un golpe abajo del cinturón, algo que magnificó el movimiento de las variables del mercado, aunque ello no exime de ninguna manera la responsabilidad en el descalabro de la actual gestión. Existe un contrafáctico, cercano en el tiempo, que opone a esta actitud para nada responsable de LLA. En plena corrida contra los depósitos en USD en septiembre de 2019 el apoyo y mensajes tranquilizadores respecto a la solidez y liquidez de los bancos fue unánime en todo el arco de profesionales de la economía, sin distinción política. Fue sensatez y actitud profesional lo que prevaleció. Ahora parece ser lo opuesto, ya que se intenta que el dólar no tenga techo y la salida de los pesos no haga piso.
La manera que se presentan los acontecimientos y la forma destructiva que muestra la competencia electoral hacen pensar que el puente de transición no resiste hasta el 10 de diciembre. En estas circunstancias preguntarse por la macro bajo distintos regímenes económicos en 2024 parece un ejercicio de ciencia ficción. El horizonte es más acuciante, se cuenta por días, y necesitará de algún atisbo de cooperación y coordinación entre las fuerzas políticas que queden en la carrera electoral hasta fin de noviembre (lo mismo si hubiera ganador en primera vuelta) para evitar una estampida de las variables que desestabilice aún más el frente cambiario, inflacionario y la demanda de pesos, lo que asestaría un nuevo golpe a la economía real, la producción y los ingresos.
“Lo peor ya pasó” acaba de manifestar el ministro candidato oficialista en el debate presidencial. Lamentablemente es difícil coincidir. Falta atravesar el puente de la transición política hasta diciembre, y ello requiere un mínimo consenso sobre la necesidad de desterrar la idea de que tierra arrasada es el mejor escenario para comenzar a gobernar. El cuadro económico y social actual es muy malo. Pero evitar romper contratos, atravesar una hiper y/o corrida de depósitos es mucho mejor punto de partida que destruir todo para empezar de nuevo.
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