Corría el año 2004 y ya se vislumbraba que el Frente Amplio (FA) accedería al gobierno nacional, lo que efectivamente ocurrió con la elección de Tabaré Vázquez. Eran meses de intensa discusión política en la campaña electoral, con particular atención a cómo el FA iba a plantear la conducción de la economía. En esos tiempos, José Mujica decidió dar una batalla importante en la discusión interna de la izquierda, oponiéndose a medidas que podrían conspirar contra el crecimiento exportador, particularmente de los agronegocios. Cuando en el FA se esbozó plantear detracciones a las exportaciones, “el Pepe” respondió contundente: "choriceses de economistas".
José Mujica contra la grieta
El expresidente se inclinaba al diálogo para acercar cuando la gente tiende a apartarse y avanzar de manera pragmática en busca de sus objetivos.
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Más de 5.000 personas pasaron por el Parlamento para darle el último adiós a José Mujica
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"La gente veía a un igual, eso se tiene o no se tiene", destacó Yamandú Orsi en el sepelio de José Mujica

El expresidente José Mujica saltó la grieta y se inclinó al diálogo para avanzar de manera pragmática en busca de sus objetivos.
Fue una señal fuerte -para muchos dura- hacia la interna del FA de plantear un rumbo que luego daría enormes frutos para la propia izquierda en el gobierno y para el país. En los años subsiguientes el Uruguay tuvo un crecimiento como no se había vivido en casi un siglo, entre otras cosas por el protagonismo excepcional de la expansión agroexportadora impulsada por la demanda externa. Uruguay -en buena medida gracias a ese rumbo- logró apartarse del camino que, lamentablemente, sí transcurrió nuestra vecina Argentina, que llevó a un conflicto histórico con el sector agropecuario. Esta peripecia no solo demuestra cómo determinadas decisiones en política tienen consecuencias tiempo después, sino también una forma de hacer política, optando por un determinado conflicto particular en aras de una avance más general. Si bien Mujica no eludía los conflictos, siempre -o casi siempre- buscó zurcir, acercar, evitar la grieta.
Porque José Mujica -más allá de su aura internacional como gurú y filósofo antisistema-, era esencialmente un político: conflictivo, polémico, pero inclinado al diálogo con la mayoría de los sectores de la sociedad, para acercar cuando la gente tiende a apartarse y avanzar de manera pragmática en busca de determinados objetivos. En el caso particular del agro -sector con el que tuvo varias idas y vueltas- y en su vínculo estrecho con los intendentes del llamado “interior”, le ensanchó la base política a la izquierda, robusteciendo la posición del FA.
Mujica fue ministro y luego Presidente del Uruguay, coincidiendo sus años como mandatario con los de mayores expansión de la economía uruguaya en varias décadas. Su gobierno fue particularmente polémico con una agenda social que plantó mojones históricos, como la legalización de la marihuana, el matrimonio de persona del mismo sexo y otras; concreciones de una agenda que impulsaban las nuevas generaciones y que él apoyó.
Su gestión del Estado fue particularmente difícil, en la medida que el FA estaba dividido (aquello de los 2 equipos económicos); avaló además una expansión de las inversiones en las empresas del Estado, que -en especial en Ancap- generaron más pérdidas que soluciones. Buscó también reformar algunas áreas de la administración estatal, siempre resistente a los cambios. Él diría que fracasó con todo éxito; sin embargo, dejó vigente la idea de que más reformas son necesarias. Luego de su recordado discurso de asunción, en el que remarcó la necesidad de apostar más que nunca a la educación, buscó -entre otras iniciativas- elevar la UTU (Universidad del Trabajo) a un estatus superior, cosa que no se concretó. Sin embargo, de ese empuje nació la UTEC (Universidad Tecnológica), seguramente una de las cosas que le generaron más orgullo; esa nueva institución educativa desplegada hoy por todo el territorio.
Su visión integracionista para América Latina era explícita y activa, de la que cosechó verdes y maduras. La peripecia venezolana le resultó especialmente amarga. Aún así, persistió en rumbos de encuentro y -en un gesto mayor- acompañó al presidente Lacalle Pou a la asunción de Lula da Silva, en 2023, saltando con toda energía -otra vez- la grieta que buscaba abrirse entre gobierno de izquierda y derecha en el continente, y poniendo su estrecho vínculo con Lula al servicio de un gobierno de otro palo. Lacalle Pou lo recordó y reconoció en estas horas de homenaje, rescatando lo bueno.
Con pasado guerrillero en el MLN, y luego de años de dura cárcel, buscó también -con su compañero de ruta Fernández Huidobro- un acercamiento al ámbito militar, que le generó varios dolores de cabeza en la izquierda, pero que -otra vez- le permitió al FA ampliar el alcance de su base política. También así buscó evitar la grieta, aunque -lamentablemente- muchas heridas del pasado siguen abiertas.
En estos años en que Mujica ejerció su liderazgo, reafirmado en una postura y estilo de vida despojado, el Uruguay vio elevar su ingreso y la capacidad de consumo de las nuevas generaciones, a niveles que no se veían hace décadas. Esto puede resultar contradictorio y, sin embargo, no conspiró para que su liderazgo referente se mantuviera. Seguramente porque esa filosofía no está definida por lo material (se codeaba con cualquiera, de los más encumbrados a los más humildes), sino por un determinado espíritu y forma de ver la vida.
Es esa combinación de acción política con diálogo amplio la que seguramente se va a extrañar y bastante más de lo pensado en los próximos años. Ojalá que Uruguay pueda mantener sus anticuerpos contra las grietas y los enfrentamientos cerriles y que -desde la política- se pueda seguir dialogando y transformando, porque al país le quedan no pocos desafíos, más allá de los logros de los últimos años.
Mientras termino estas líneas, sigue ingresando gente al Palacio Legislativo para despedirlo; y en propios y extraños se percibe un cierto sentimiento de orfandad: Mujica ya no estará para conducir a una parte importante del pueblo uruguayo. Ojalá que lo mejor de su ejemplo perdure.
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