El hampón Bob Hoskins y el hombre-perro Jet Li en «Danny the Dog», policial que intenta combinar
logradas escenas de acción con la inocencia de un cuento de hadas para adultos.
«Danny the Dog» (Danny the dog / Unleashed, Hong Kong, Francia, EE.UU., G.Bret., 2005, habl. en ingles). Dir.: L. Leterrier Int: Jet Li, M. Freeman, B. Hoskins, K. Condon.
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La primera escena de «Danny the Dog» es formidable, de lo más fuerte que se haya visto en el cine negro moderno: Bob Hoskins va a la oficina de un hombre a cobrarse una deuda, éste no quiere pagar, y entonces Hoskins agarra a un chino que tiene atado con una correa de perro, le suelta la correa y se queda mirando cómo muele a patadas al deudor y toda su pandilla. Cuando termina la paliza, el chino vuelve con su dueño a que le ponga la correa.
La pregunta es cómo se sigue una película que empieza de manera tan contundente. Nadie lo supo nunca, por lo que se puede ver en esta por momentos muy buena, pero también muy despareja película policial de acción que de golpe se transforma -algo típico de su productor Luc Besson-, en un ingenuo cuento de hadas para adultos. Si bien la película tiene escenas tan fuertes como la del comienzo, pronto se divide en dos vetas: la violenta de ese hampón cockney -muy al estilo de «Mona Lisa»- con su mascota humana, y la de la humanización de este personaje border encarnado por Jet Li, que un día se pierde y encuentra un dueño más amable, el músico ciego Morgan Freeman. Lamentablemente la subtrama humanista que casi corta la película en dos, no sólo es menos verosímil que la masacre principal, sino que además es menos intensa y entretenida.
De todos modos algunos momentos cómicos con Jet Li y Morgan Freeman se disfrutan, y después de todo, el espectador sabe que ambas vetas van a coincidir para que la película llegue a algun desenlace razonable.
Como todos los personajes son caricaturas de sí mismos, Jet Li es el más sobrio en su imposible papel de hombre-perro. Los tres protagonistas ayudan a darle un nivel especial a esta película destinada a convertirse en objeto de culto para los fans del género.
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