4 de noviembre 2013 - 00:09
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P.: Obra de atmósferas.
M.M.: Desde mi punto de vista sí. La relación con la "Misa" de Stravinsky es histórica. Es una obra que en la época en la que uno no conocía todo y no tenía acceso a todo era paradigmática. Yo la escuché mucho, la estudié pero nunca había podido hacerla. Nunca me interesó buscar gente que la tocara; ahora se me dio esta oportunidad en el ciclo de la Usina. La obra de Feldman, que voy a hacer por tercera vez, es por una propuesta de Martín Bauer, director del Ciclo de Conciertos de Música Contemporánea, y agradezco que me haya tocado dirigirla. Toda la idea de la capilla de Rothko es entre religiosa y religioso-ecuménica, un lugar donde se pudiera rezar pero que no fuera asimilable a un credo, con esas pinturas gigantescas que fueron pensadas como parte del proyecto arquitectónico, los bancos sin respaldo; la obra tiene algo trascendente porque se refiere a alguien que ya no está, hay algo de réquiem sin texto, una evocación. Hay también una melodía prácticamente infantil que es una de las primeras cosas que escribió Feldman. Hay otra sección rarísima en que las voces femeninas mantienen un "cluster" a doce voces durante siete minutos, es un bloque.
P.: Como los cuadros de Rothko.
M.M.: Sí, ése momento lo es. Lo demás es narrativa: pasa algo y después otra cosa. El que oye eso entra en un estado contemplativo, y el silencio que le sigue no es una recurrencia, es algo abismal.
P.: ¿Influyó su formación y experiencia como director coral en su desempeño al frente de una orquesta?
M.M.: Absolutamente. El primer acercamiento cuando tenía 20 años fue desde el marcar no dentro de un esquema como el batido de compases, y así estuve unos años, con una cierta informalidad desde el punto de vista de la dirección orquestal. La dirección de orquesta ha instituido que haya por lo general pocos ensayos, y en ese contexto se impone una claridad en la utilización de un sistema conceptual. Yo siempre trabajé sobre la prosodia, el sentido del texto; siempre me interesó la cuestión del movimiento y la representación del sonido. El cambio drástico hacia el esquema se da en los últimos quince años, en especial desde que soy docente en la universidad y precisamente desde que trabajo con instrumentos. La relación con un instrumentista refiere a un esquema conceptual. La relación con la música instrumental se profundizó cada vez más. El año pasado dirigí la "Oresteia" de Xenakis en el TACEC y fue un gran desafío pero me fue muy bien. Me entusiasma mucho y proyecto hacerlo cada vez más. Tuve un gran incentivo por parte de Alejo Pérez, que presenció muchos ensayos míos en las giras con el Coro del Bicentenario; ahí había que armar un repertorio en cuatro o cinco días y eso determinaba una resolución física muy importante. Reconozco en la vocalidad el origen de todo fraseo; con frecuencia me viene una referencia retórica del fraseo: aquí hay una interrogación, una afirmación, una reiteración, un abandono. Y es algo muy grato jugar a ponerle texto a la música instrumental. No lo digo continuamente, pero sí lo anoto en mi partitura, es un estado con el que acompaño lo que físicamente tengo que hacer.
Entrevista de Margarita Pollini
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