28 de octubre 2010 - 00:00

“Para hacer ambientalismo, el cine es la mejor vía”

Gaetano Capizzi: «Un clásico como ‘¡Qué verde era mi valle!’, de John Ford, donde se evidencia la destrucción de una zona minera, ya era cine ambientalista».
Gaetano Capizzi: «Un clásico como ‘¡Qué verde era mi valle!’, de John Ford, donde se evidencia la destrucción de una zona minera, ya era cine ambientalista».
Gaetano Capizzi sonríe cuando le preguntan el significado de su apellido. «Es mi pueblo siciliano. A cada emigrante le decían eres de Capizzi, tu nombre es Capizzi, como Corleone. Toda mi familia emigró al norte, como la de Rocco y sus hermanos. Y ahora los africanos emigran a Sicilia. Ahora si, los del Norte de Italia pueden decirles africanos a los habitantes de Sicilia, como siempre nos han dicho despectivamente. Al mismo tiempo, ellos eran los del sur en Alemania. Siempre hay alguien al sur de uno».

Capizzi es el alma mater del más grande festival de cine sobre medio ambiente del mundo, el CinemAmbiente de Turin, fundado en 1998, y vino a apoyar el primero de esa clase que comienza hoy en el Tigre, bajo el nombre de Finca. «Entiendo que Tigre es un pulmón de Buenos Aires, con nuevas propuestas de vida. Ojala este nuevo festival contribuya al cuidado de esa zona». Dialogamos con él.

Periodista: ¿Cómo nace el CinemAmbiente?

Gaetano Capizzi: Es un camino extraño, al que me llevaron mis dos intereses: el cine y la inquietud por el medio ambiente. El festival se decidió tras la hecatombe de Chernobyl. Hasta entonces la prédica ambientalista se desarrollaba a través de escritos y conferencias. Pero el cine es un enorme medio de expresión, interesa más que una charla, y además siempre hizo lugar a los llamados de advertencia sobre nuestra tierra. Recuerde, por ejemplo, «¡Qué verde era mi valle!», de John Ford, donde se evidencia la destrucción de una zona minera. Ya en muchos de sus cortos los hermanos Lumière observaban la naturaleza. La diferencia es que ahora observamos la destrucción de la naturaleza.

P.: ¿Esa es la mayor diferencia entre los films del capitán Cousteau, o los de Jacques Perrin, y los de ustedes?

G.C.: Cuando el capitán Cousteau hacía ver las maravillas de la naturaleza todavía no había explotado el peligro. El mundo todavía estaba como siempre. Ahora «Home», de Yann Arthus Bertrand, te hace enamorar del planeta pero termina diciéndote «¡cuidado!, ¡esto puede perderse!». Lo mismo, en menor medida, Jacques Perrin, una figura muy interesante, que nos enamora de insectos o aves migratorias y de paso inserta pequeñas críticas a los depredadores humanos. Parte el corazón ver al cazador matando a los pájaros en vuelo. Los tres que mencionamos son franceses. Es que en Francia el documental naturalista tiene tanta popularidad que cuando cae el rating de un canal siempre lo levantan con un documental de animales. Y en cine, «La marcha de los pingüinos» batió records de boletería.

P.: ¿Los ambientalistas no se ponen pesados a veces?

G.C.: Es cierto, tiempo atrás el cine ambiental ha sido sólo de «cabezas parlantes» en productos de Greenpeace y otras asociaciones similares. También se abusaba de la voz en off, «la voz de Dios», como le dicen los documentalistas, porque pretende explicarte lo que debes ver en la imagen. Pero eso está superado, hoy el off se usa de forma menos imperativa, o directamente ni se usa. Ya en los 50 mi amigo Vittorio de Seta hizo una serie de cortos sobre pastores de Cerdeña, etc., sin voz en off. Las imágenes, bellísimas, hablaban por sí mismas.

P.: ¿Y los comentarios medio cínicos de «Monde Cane»?

G.C.: Otra figura interesante, Gualtiero Jacopetti. Todavía vive, pero en Italia nadie quiere redescubrirlo porque era fascista. Al menos redescubren a Folco Quilici, otro que nos mostró la belleza del mundo advirtiéndonos de su posible extinción.

P.: Claro, como en el sorpresivo final de «Océano», donde señalaba las consecuencias de los ensayos nucleares en el Pacífico Sur.

G.C.: Quilici hizo varios films dedicados al mar, como «Fratello mare» e «Immenso oceano, di pace e di guerra», e hizo también una serie muy popular, «Italia vista dal cielo». Y hay un trabajo suyo muy interesante, que parecía perdido y lo encontramos el año pasado: «Il dio sotto la pelle», el dios bajo la piel, ilustración de un libro impulsado por Aurelio Pecci, el capo de la Fiat y la Olivetti.

P.: ¿Cómo es eso?

G.C.: ¿Recuerda al commendatore Aurelio Pecci? Vivió varios años en la Argentina, donde creó la fábrica Fiat-Concord. Bien, él sospechaba del crecimiento sostenido, y en 1968 encargó una investigación sobre la reserva de recursos naturales en el planeta. El resultado es el libro «Il limite dello svillupo», el límite del desarrollo, de 1972, advirtiendo sobre la creciente escasez de petróleo. Antes que se termine puede comenzar un hambre planetaria. De hecho, ya pasamos la curva de Hubbert.

P.: ¿Qué curva?

G.C.: Corresponde al gráfico que diseñó en 1949 un geofísico de la Shell, King Hubbert, sobre la relación entre demanda y producción. Ya hay más demanda, y nada puede sustituir todavía al petróleo.

P.: Suena apocalíptico.

G.C.: Ah, ese fue precisamente un problema del cine ambientalista. Hacía unas películas tan shockeantes que la gente salía diciendo «Dios mío, no se puede hacer nada». En cambio ahora las películas terminan diciendo «Usted puede hacer tal o cual cosa». Pero una apocalíptica que tuvo sus buenos méritos, porque impulsó la discusión, fue «El día después», una ficción sobre lo que ocurriría en caso de guerra nuclear limitada (algo que todavía puede suceder, aunque el peligro parezca menor).

P.: Hay ficciones interesantes.

G.C.: La misma «Erin Brockovich», por ejemplo, sobre la lucha de una simple ciudadana contra una empresa que contaminaba el agua. Y hay quienes catalogan «Avatar» como una «ecofantasy». Pero yo admiro «La pesadilla de Darwin», un documental del austríaco Hubert Sauper sobre una cadena perversa de negocios y depredaciones en el lago Victoria, de Tanzania. Es un film perfecto, claro, analítico, muy entretenido, que mantiene al espectador clavado en la butaca con los ojos fijos en la pantalla. Y no deja dormir.

P.: ¿Es negocio hacer películas ambientalistas?

G.C.: Al menos algunas empresas atienden ese interés del público, como Participant Productions, que coprodujo «Fast Food Nation», «Una verdad incómoda», y «Syriana», esa con George Clooney sobre política y petróleo.

P.: ¿Qué veremos en el Tigre?

G.C.: Sin agotar la lista, «La 4ta. Revolución» (energía alternativa), «Plastic Planet» (nuestra dependencia del plástico, producto derivado del petróleo), «El jardín» (un enorme huerto comunitario en Los Ángeles), «Home, historia de un viaje» (cómo se hizo «Home» y cómo fueron evolucionando sus participantes), «Recife frio» (un falso documental muy divertido sobre el cambio climático), las argentinas «Crónica de la gran serpiente» y «Vienen por el oro, vienen por todo», que relaciono con una sobre minería y venta de agua en Chile, «Vida en venta». Lo bueno es que ahora en todas partes va más gente que antes a ver cine ambientalista, por eso acá habrá inclusive funciones al aire libre.

Entrevista de Paraná Sendrós

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