18 de octubre 2007 - 00:00

Dumont en un melancólico relato otoñal

Ulises Dumont es el jubilado que ya no espera más de la vida y BeatrizSpelzini la mujer que le ofrece una tregua en «Yo la recuerdo ahora», serenoy agridulce film de Néstor Lescovich.
Ulises Dumont es el jubilado que ya no espera más de la vida y Beatriz Spelzini la mujer que le ofrece una tregua en «Yo la recuerdo ahora», sereno y agridulce film de Néstor Lescovich.
«Yo la recuerdo ahora» ( Argentina, 2007, habl. en español). Dir.: N. Lescovich. Guión: N. Lescovich, P. Sánchez; Int.: U. Dumont, B. Spelzini, J.M. Tenuta, A. Zenobi, R. Atencio, J. Vitali ( narrador), B. Cerda, M. Bolla, A. Peralta.

Esta película no es de las que atrapen desde un comienzo. Y hasta es probable que algún espectador empiece a sentirla recién uno o dos días después de haberla visto. Es algo que suele ocurrir, una experiencia similar a tantas otras que nos pasan en la vida cotidiana. Nos cruzamos con algo que, respetuosamente, no trata de imponerse ante nuestros ojos, y recién después lo percibimos del todo. No sabemos si fue ésa la intención del director, el ya experimentado Néstor Lescovich, pero, por distintas razones, así funciona.

Se trata de un relato, diríamos, otoñal, sobre un jubilado que ya no espera nada de la vida, pero que, un poco por inercia, encuentra durante unos días un posible calor de hogar junto a una mujer sencilla, una viuda de buen carácter, que vive en las afueras de una ciudad de provincia. No se trata de romance, sino más bien de una mutua compañía. Y tiene final triste.

Ulises Dumont encarna al jubilado, puliendo un tipo de personaje que ya supo despuntar en otros films, como el solitario que pensaba suicidarse en «Historias prohibidas de La Habana», o el viudo que encara un viaje de conocimiento en «La esperanza». En este caso, se llama Rafael, y, como si fuera un gusto de niño, quiere visitar una ciudad que lleva su mismo nombre.

Beatriz Spelzini es la mujer franca, cordial, por ahí con una risita medio ansiosa, que hace un poco de amistad con el viejo. Lo que éste no le dice, acaso porque ni él mismo lo sabe, lo irá diciendo un narrador en off, Juan Vitali. Y a veces lo irá sospechando un ciego, que Juan Manuel Tenuta compone con buen oficio y gracia especial, sobre todo cuando se le ocurre jugar al truco.

Calma, reservada, envuelta en la música de Luis María Serra (muy buena, en otros tiempos ya hubiera salido el disco), la película apenas va mostrando unos días en la vida de estos corazones sencillos. Los acompaña debidamente el paisaje de San Rafael, Monte Comán, Valle Grande, y alrededores, con su escala de ocres y su impresionante, sereno, y silencioso Cañón del Atuel.

Alfredo Zenobi (conserje) y Rodolfo-Atencio (ferroviario) encabezan el elenco local de apoyo. Un viejo tema del también mendocino Leonardo Favio justifica el título, y funciona como un circunstancial motivo de diversión de los personajes principales. Ya habrá tiempo para que después sea solamente un recuerdo agridulce.

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