26 de octubre 2001 - 00:00

Novedades en video

Miles en París.
"Miles en París".
Para amantes del jazz

«Miles in Paris» (EE.UU., 1990) Dir.: F. Cassenti. Int.: M. Davis, B. Rietveld, R. Wellman, J. Bigham, K. Akagi, K. Garrett.
 
Más fácil de encontrar en disquerías que en videoclubes, este DVD lanzado para la zona 4 sirve para medir las bondades del formato, así como también para cuestionar los misterios de su comercialización.

En primer término, ya es muy buena la idea de poder ver en acción al Miles Davis más reciente -es decir con material de dos de los discos que grabó antes de su muerte («Tutu» y «Amandla») con muy buen sonido estéreo y una calidad de imagen grabada en tape de primer nivel.

Al mismo tiempo, es absurdo que en la zona 4 de Latinoamérica se edite un DVD que no incluye subtítulos en castellano (ni tampoco en portugués, sino sólo en francés, japonés y «captions» para sordomudos en inglés), aún cuando en este caso sólo sean para los breves segmentos de entrevistas entre tema y tema, varias de ellas en off y con fondo musical.

El concierto que ocupa la mayor parte de los 80 minutos de duración de este DVD tuvo lugar en noviembre de 1989 en el festival de jazz de París, y muestra a Miles en su momento de mayor armonía y quizá menos crudeza y experimentación. Es decir, es un show que pueden disfrutar neófitos e iniciados por igual. Como realización es poco más que correcta, lo que no impide recomendarla sin reparos a los fans del mejor jazz.


Mantienen su efecto viejas alucinaciones


«El hombre con los ojos de Rayos X» («X -The Man with X Rays Eyes», EE.UU., 1963). Dir.: R. Corman. Int.: R. Milland, J. Hoy, D. Van Der Vlis, D. Rickles, H. Stone.

Ray Milland
hizo docenas de películas memorables, pero para varias generaciones de televidentes de todo el mundo siempre será el protagonista de esta vanguardista película de bajo presupuesto que también inmortalizó a su director Roger Corman.

El realizador aprovechó el potencial tortuoso ya exhibido por
Milland en el clásico de Billy Wilder, «Días sin huella» (que también acaba de ser reeditado en una copia de impecable nivel técnico), y convirtió el problema del alcoholismo en una adicción propia de la ciencia ficción, con implicaciones religiosas y detalles estéticos muy cercanos al fenómeno psicodélico que por ese entonces estaba comenzando a explotar desde las universidades estadounidenses y las revistas de actualidad.

De modo que
Ray Milland no es adicto al whisky ni al LSD, sino a unas novedosas gotas oftalmológicas que le permiten ver más allá que el resto de los mortales. El resultado es un festín de visiones alucinatorias, colorido pop y frases tan recordadas como «si tus ojos pecan, ¡arráncatelos!», que para muchos fans de este film de culto no es bíblica sino cormaniana. La música de Les Baxter, con divertidos twist de chicas a las que Milland desnuda con la mirada, no tiene desperdicio. La copia es excelente.

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