1 de abril 2025 - 15:41

Tres libros de autoras argentinas para no perderse

Son ellos "El buen mal", de Samanta Schweblin, "La dificultad del fantasma", de Leila Guerriero, y la obra póstuma de Beatriz Sarlo "No entender".

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Tres nuevas obras de escritoras argentinas, consagradas nacional e internacionalmente, confirman el lugar sobresaliente que ocupan. Sondean si lo raro es lo más cierto, salen a buscar fantasmas, delegan la voluntad de no entender.

Samanta Schweblin sorprendió hace 23 años con su opera prima, “El núcleo del disturbio”, donde con un estilo personal tenía la cualidad de intranquilizar al lector con cuentos que sin abandonar el realismo bordeaban el límite de lo real, algo que era más perturbador. Hacía saber algo más de lo incierta y extraña que suele ser la vida, que “lo raro siempre es más cierto” En “El buen mal”, su cuarto libro de cuentos, Schweblin acentúa su maestría. Seis relatos que instalan al lector en una espera impaciente de la revelación, en algo inicialmente íntimo, un recuerdo, una llamada, y cuyo final nunca es concluyente, sino que se abre a iluminar la memoria, la soledad, la culpa, la incomunicación, los afectos. Los protagonistas son por lo general mujeres.

La de “William en la ventana” podría ser la misma autora, aunque el eje sea un gato. En “Un animal fabuloso” es un caballo que acaso se llame Peta. “El ojo en la garganta” lo cuenta un chico que se trago una pilita, y el adulto que ahora es, y lo que eso accidente le permitió ver. No es fácil decir que “La mujer de la Atlántida”, con esas chicas que invaden el mundo de una poeta alcohólica, es extraordinario, otros también lo son, y acaso más. Hay uno que acaso algunos lean pensando en nuestra realidad más inmediata, pero esos son goces que ofrece la pregnancia de la mejor ficción. Schweblin sigue en Berlín, pero sus puntos de partida, muchas veces están acá, en su país, que visita cada tanto por filialidad y por gusto.

Leila Guerriero

El año pasado la dictadura fue clarificada en otro aspecto perverso en “La llamada” de Leila Guerriero, crónica basada en una extensa entrevista a Silvia Labayru, secuestrada, torturada y violada en la ESMA, y criticada luego por sus compañeros de Montoneros. El libro fue éxito editorial y considerado internacionalmente como una de las mejores obras de no ficción del año.

Guerriero sabe encontrar temas por todas partes. Invitada por Residencia Literaria Finestres de la Costa Brava, Cataluña, supo que allí se había “exiliado” durante tres años Truman Capote para escapar de los saraos de Nueva York, y se puso a investigar que había sido allí la vida del autor de “Desayuno en Tiffany”. No había mucha gente para entrevistar que lo conoció y estuviese viva, y de la que estaba no había quien hubiera intercambiado más de tres frases con el escritor y manipulaban la memoria. Capote había ido a terminar de escribir “A sangre fría” que consideraba el libro de su vida, y sin duda lo fue, y lo hizo fundador de la literatura de no ficción. Libro del que luego, por momentos, abominaba, que se publicó en 1966, cuando “Operación masacre” de Walsh había salido diez años antes. Guerriero usa la investigación para desplegar las artes del periodismo narrativo de modo apasionante en “La dificultad del fantasma”.

Ahora también se ha transformado en editora de “El corazón de la bestia”, atrapante libro digital que reúne cinco historias de periodistas latinoamericanos sobre la relación entre el animal humano y los otros animales.

Beatriz Sarlo

Cuando Beatriz Sarlo murió en diciembre del año pasado apareció días después “No entender”, su obra póstuma. Resulta curioso: su último libro fue el primero en primera persona, en entregarse a la literatura del yo, en ofrecer una autobiografía con todo lo que eso conlleva. Es que “Hay que ganarse el derecho a escribir en primera persona”, sostiene. En sus autocríticas, en sus confesiones, en declarar su soberbia o en su decisión de ser una intelectual cuando aún no tenía la menor idea de que quería decir ser eso, uno siente que Sarlo por elige por momentos una honestidad apabullante. Actitud que utilizaba públicamente como desconcertante polemista.

Nunca quiso caer en la novela, pero “No entender” es una novela familiar, una novela de iniciación y de culminación, entre otras cosas. Es el recorrido de la hija del antiperonista juez Saúl Sarlo Sabajanes, al que siempre admiró, y de la chica que estudió en Belgrano Girls School. Pero también de la sobrina de Jorge del Río, abogado miembro de FORJA, que le hizo querer a Eva Perón. Sarlo decide que en estas memorias no va a hablar de política, pero la política se filtra a cada rato.

“Durante más de 30 años la política fue mi aspecto visible, reemplazó en el espacio público a la analista cultural”. A partir de los años 70 participó de las transformaciones artísticas y culturales a través de las revistas literarias, algunas que ella ayudó a fundar, y los medios. Como profesora enseñó a leer la literatura argentina, a Borges, a Arlt, a Saer, sumó maestros, por caso David Viñas, por señalar a uno de los principales. Sus clases en la UBA creaban adicción año a año. Es de suponer que algo parecido le sucedió cuando las dictó en Berkeley, Columbia, Cambridge, Maryland, Chicago y Princeton.

El lector es llevado en “No entender” por el interés de leer, de conocer a Betty, a “la Sarlo”, dejando de lado cualquier cuestionamiento o réplica, exaltación o encomio. En este tiempo en que se da una curiosa batalla cultural, uno puede empezar a extrañar a la autora de “La máquina cultural”, “La batalla de las ideas”, “Las dos torres”, entre sus treinta libros, a recuperar sus frases confrontativas, sus impulsos altaneros, y su llamado a “no entender”, a no permitirse entender lo que no lo merece o que debe ser marcado como lugar para la reflexión.

Samanta Schweblin, “El buen mal” (Bs.As., Random, 2025, 189 págs.)

Leila Guerriero, “La dificultad del fantasma” (Bs.As., Anagrama, 2025, 133 págs)

Beatriz Sarlo, “No entender” (Bs.As. Siglo XXI, 2024, 214 págs.)

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