El 2025 cierra como un año en el que el tipo de cambio, sin lugar a dudas, fue protagonista por su tendencia a la baja consolidada durante todo el año, resumida en la depreciación del dólar entorno al 11% frente al peso de “punta a punta”, ¿qué puede esperarse para el 2026 en el mercado uruguayo?
La debilidad marcó la tendencia del dólar, entre factores externos y responsabilidades internas
La depreciación del tipo de cambio está apenas por detrás de la del 2022, en línea con el escenario internacional, pero con cierto rol del Banco Central del Uruguay.
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El dólar se mantiene estable, pero sigue lejos de cambiar la tendencia bajista
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El BCU seguirá bajando la tasa de interés, preocupado por el dólar y el menor crecimiento
La debilidad marcó la tendencia del dólar, entre factores externos y, según algunas lecturas, responsabilidades internas.
El año que termina para el dólar puede resumirse en una palabra: debilidad. Y no solo en el mercado cambiario local, sino a nivel global. Esta característica macro, que marcó la tendencia de las divisas internacionalmente, es la gran diferencia que puede advertirse respecto de años como el 2022 —donde el billete verde subía en la mayoría de los países, pero caía en Uruguay —; y por eso la mayoría de los economistas y analistas se niegan a hablar de “atraso cambiario” ante la situación actual.
“La caída del tipo de cambio responde mucho más a una debilidad propia del dólar que a una fortaleza del peso. El comportamiento ha sido similar en todos los países de la región, y Uruguay ha estado a la par de países como Brasil y México”, señaló al respecto la economista e investigadora del Centro de Estudios para el Desarrollo (CED), Deborah Eilender, en diálogo con Ámbito.
De hecho, ese mismo comportamiento es el que ha tenido durante buena parte el índice dólar (DXY) —que mide el desempeño de la divisa estadounidense en relación con otras monedas importantes del mundo—, que desde el 1° de enero ha perdido más del 9% de su valor. “Y esta debilidad del dólar responde a debilidades propias de la economía norteamericana, no hace más que reflejar estas problemáticas internas”, explicó Eilender.
La lupa en el mercado uruguayo
El economista de CPA Ferrere, Nazareno Sánchez, coincidió con esta lectura y señaló que el peso uruguayo acumula una apreciación de aproximadamente un 11,3% —apenas por debajo del 11,8% registrado en 2022, la más pronunciada de los últimos 15 años—, misma cifra que la canasta de monedas de la región, excluyendo al peso argentino.
“Esta tendencia respondió principalmente a la creciente incertidumbre en torno al rumbo de la economía estadounidense, atravesada por tensiones en materia de política, comercio, riesgos fiscales y señales de desaceleración de la actividad, elementos que han llevado a cuestionamientos sobre la fortaleza del dólar como activo de reserva”, sostuvo, en línea con lo que señalan la mayor parte de los analistas.
Claro que, a nivel local, también existen factores que acentuaron ese escenario fuertemente influenciado por el contexto internacional, en el que el tipo de cambio cerraría en torno a los 39 pesos por dólar, lejos de los 43,9 pesos con los que comenzó el año: “La política monetaria contractiva implementada por el Banco Central del Uruguay (BCU), principalmente la primera mitad del año, también contribuyó al fortalecimiento del peso”, consideró Sánchez.
Diciembre, además, tiene el factor adicional de ser un mes de pago de aguinaldos, lo que aumenta la demanda y circulación de pesos y, por lo tanto, genera una caída mayor en el tipo de cambio.
Pero no todos coinciden —del todo— con este diagnóstico: para el economista asesor de la Federación Rural (FR), Milton Ramallo, si bien el factor internacional “jugó su rol”, a nivel local no se hizo “nada para compensar esa debilidad de la moneda”. “Porque no es una debilidad per se, hay una intención de Estados Unidos que incentiva el debilitamiento para mejorar sus condiciones comerciales, y ante esas condiciones tengo que tomar medidas, no puedo dejarme arrastrar por esta situación que, tarde o temprano, te deja fuera del mercado”, apuntó a Ámbito.
“Y no solo no tomamos medidas, al contrario, las estamos alimentando”, agregó, en referencia a que hay una decisión explícita del BCU de imponer el peso como moneda de referencia y, para ello, “dejar que el dólar se destruya”.
Proyecciones y advertencias para 2026
Ahora bien, con este escenario interno y externo, ¿qué se puede esperar para el 2026? Según Sánchez, “las expectativas de tipo de cambio se han venido ajustando a la baja de cara a los próximos años, en línea con la percepción de un escenario internacional que difícilmente impulse una reversión marcada del dólar respecto a la corrección observada este año”. En pocas palabras, la mayor parte de los riesgos para la divisa estadounidense son a la baja: desaceleración de la actividad local, endeudamiento récord y enfriamiento del mercado laboral en Estados Unidos, e incertidumbre respecto de la política monetaria de la Reserva Federal (Fed).
En el mercado uruguayo, en tanto, la temporada turística supone un ingreso adicional de divisas: “por ende, no deberíamos esperar un aumento extra del tipo de cambio, probablemente se mantenga por debajo de los 40 pesos durante los meses próximos”, consideró Eilender.
Para Ramallo, “el año que viene va a ser un año bisagra”: “vamos a ver este 2026 donde ya no están alineados los planetas en términos de precio y condiciones —luego de un año espléndido en términos de rendimientos por factores excepcionales—, entonces vamos a ver cuánto aguanta el sistema productivo ante unos costos altos e inflexibles y precios que vuelven a su normalidad”, advirtió.
¿Qué puede hacerse ante un dólar en caída libre?
La respuesta varía según el diagnóstico: para quienes entienden que la mayor parte de la explicación del tipo de cambio bajista recae en la debilidad del dólar a nivel internacional, no hay mucho que pueda hacerse desde la postura del BCU de no intervenir y mantener la libre flotación.
Además, “por lo general, las intervenciones en el mercado cambiario son para evitar volatilidades y grandes saltos del tipo de cambio, pero no pueden revertir tendencias”, consideró Eilender sobre una herramienta que, de todos modos, entiende que “no es recomendable”. “Si el tipo de cambio está presionando a la baja, difícilmente el Banco Central pueda cambiar esta tendencia, por ende, lo único que terminaría logrando sería una pérdida de reservas y efectos negativos en la inflación”, agregó.
Sin embargo, para Ramallo no existe de hecho la no intervención, e insistió en que la política monetaria ha sido un instrumento —con las tasas de interés en fase contractiva durante buena parte del año— utilizado para fortalecer el peso, en detrimento de la divisa estadounidense. “A eso le sumás un Estado que gasta muy por encima de su capacidad, necesitado de moneda extranjera para pagar sus obligaciones en pesos. Todos los incentivos en el país están dados para que el dólar esté en ese valor, o más bajo”, consideró.
Por ello, uno de los reclamos desde la Federación Rural es que se establezca un “piso” de 41 o 42 pesos: “más de eso no lo podemos dejar caer, porque se cae el sistema productivo y genera problemas en la ecuación costo/beneficios para el país”, explicó el economista asesor de la gremial, para quien la contracara de la “imposición del peso” tiene que ser, necesariamente, un plan para mejorar la producción.
Otra propuesta que la FR ya le acercó al BCU es el establecimiento de un mercado de futuros —donde los contratos se establecen en base a la proyección de un valor acordado del tipo de cambio— “profundo” y con condiciones accesibles para los productores, para que puedan “hacer cobertura”. “Dada que estas son las reglas de juego, dame herramientas para tener una mínima cobertura o un horizonte de operaciones en el que mi resultado no esté condicionado al valor del dólar”, sostuvo Ramallo.
“Se necesitan mejoras a nivel país para salir adelante”, agregó. Eilender, en una línea similar, consideró que es necesario “fortalecer la competitividad” uruguaya, pero que “no debería ser una discusión únicamente de tipo de cambio”, sino apuntar a “mejoras en infraestructura, en capital humano, en costos que enfrentan los distintos sectores, asociados a los altos impuestos y cargas laborales”: “Si bien son efectos a largo plazo, son lo que podrían tener mayor incidencia en la competitividad”.




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