25 de mayo 2009 - 00:00

“Estamos vacunados contra la violencia”

Villanueva Cosse: «No quise volver a repetir teorías e ideologías conocidas, sino replantearlas desde una humanidad en la que está presente la locura que exacerba las pasiones».
Villanueva Cosse: «No quise volver a repetir teorías e ideologías conocidas, sino replantearlas desde una humanidad en la que está presente la locura que exacerba las pasiones».
Seis meses le llevó a Villanueva Cosse la adaptación y montaje de la versión de «Marat-Sade», que se estrenó ayer en la Sala Martín Coronado del Teatro San Martín, con un numeroso elenco encabezado por Lorenzo Quinteros y Malena Solda. Cosse se ocupó también de la traducción, junto a Nicolás Costa, y de la letra de las canciones, que musicalizó Carmen Baliero.

«Persecución y asesinato de Jean Paul Marat, representados por el grupo de actores del Hospicio de Charenton bajo la dirección del señor de Sade», es el título completo de esta célebre pieza del dramaturgo alemán Peter Weiss que causó furor en los años 60 por su carga ideológica, por la violencia de algunas escenas y por su eficaz procedimiento de teatro dentro del teatro.

Periodista: En la obra se habla mucho de «revolución», un término que hoy suena demodé. ¿Cómo hizo para recuperar la virulencia del texto original?

Villanueva Cosse: Traté de perfeccionar ciertos discursos para que lleguen con más eficacia al presente. ¿Qué pasaba en 1964, cuando se estrenó la pieza? Todavía existía cierta esperanza en cuanto a la posibilidad de una transformación social, ya sea por la fuerza, por elecciones libres o por lo que fuera. Me acuerdo que en el año 66 ó 67 yo estaba terminando una beca en París y al despedirme varios de mis condiscípulos me dijeron: «¡Qué suerte que tenés de poder volver adonde se está haciendo la historia!». Y yo les dije: «¿No quieren venir conmigo a ver si realmente les gusta cómo se está haciendo la historia?» [se ríe]. En ese momento, había una cierta decepción con respecto al socialismo en el poder, llámese Unión Soviética o países del Este, y una nueva esperanza en cuanto a levantamientos de otra índole, que aportaran sangre nueva e ideas un poco más aggiornadas. Para que algo cambie, había que cambiar al hombre y esa esperanza estaba puesta en la Revolución Cubana.

P.: En «Marat-Sade», la revolución está asociada a la violencia y a la locura ¿Cómo trabajó estos rasgos?

V.C.: Creo que ya estamos vacunados contra la violencia. La violencia está en las calles, Shakespeare está en la calle. Los crímenes, la droga, las guerras preventivas nos han hecho un callo en la sensibilidad. Por eso decidí agarrar por otro lado y hacer epicentro en ese debate dialéctico entre el nihilismo desesperanzado de Sade y el fervor revolucionario de Marat. Pero a diferencia de lo que se vio hasta ahora, quise que los locos dejaran de ser una especie de decorado de fondo. Incluso en la película de Peter Brook se conducen como autistas y están como idos o se transforman, si se quiere, en muñecos de Sade. Aquí en cambio son los que llevan la acción sobre sus hombros, son el pueblo de París de alguna forma. Y tienen sus propios impulsos porque aún estando curados siguen presos y le reclaman al director del hospicio que los deje salir y le hacen pasar un papelón muy grande delante del público que fue invitado a la función.

P.: Algunos espectadores tienen la opción de subir al escenario.

V.C.: Sí, van a tener la oportunidad de hacer de público dentro de la obra. Mire, lo que mí me interesa es que la gente vuelva a sentir algo, que no esté fría ante las ideas que aquí se debaten. No quise volver a repetir teorías o ideologías que son más o menos conocidas, sino replantearlas desde una humanidad muy grande en la que está presente la locura que exacerba las pasiones. Lo que yo quiero es mostrar que esos locos somos nosotros. Según una encuesta que se hizo en Europa, el 51 por ciento de la población ha tenido algún problema de locura, lo cual quiere decir que si fuera un parlamento, tendrían una mayoría absoluta de locos. Evidentemente, algo nos pasa. Vivimos en un mundo insensato donde hasta el clima está cambiado y la codicia lo puede todo. Hay gente que ha llevado a la ruina a países y sigue dando conferencias por las que le pagan fortunas. Es tremendo.

P.: Volviendo a la obra de Weiss, se ve que está muy ligada al teatro de la crueldad de Artaud.

V.C.: Así es, por ejemplo cuando Sade cuenta cómo torturaron a Damien o cuando a través de Charlotte Corday (la asesina de Marat) describe lo que sucede cuando alguien es guillotinado: «Dicen que cuando cae la cuchilla los ojos aún ven, la lengua aún se mueve, los oídos aún escuchan y nuestros pies y nuestras piernas, que ya no son nuestros, aún se mueven de puro miedo». Es tremendo. Hay mucha crueldad en la obra, pero nosotros vivimos en un mundo cruel y preferimos mirar para otro lado. ¿Qué es Irak o el conflicto palestino para nosotros? Una cosa con la que joroban todos los días los noticieros, mientras estamos preocupados por ver qué pasa con los codiciosos de Wall Street y con nuestros ahorros. Esta es una obra que pretende de alguna forma que miremos más allá. Como dice Marat: «el deber de un revolucionario es levantarse del suelo por lo pelos, darse vuelta hacia afuera como un guante y mirar con los ojos nuevos, ¡todo!». En resumen, quiero que la gente piense que esos que están ahí arriba somos nosotros.

Entrevista de Patricia Espinosa

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