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Penélope Cruz, primera actriz española que gana un Oscar
Para eso, también convocó al actor Hugh Jackman como animador y al director Baz Luhrman («Moulin Rouge») como puestista, y abrieron con un estirado número de musical, basado en las cinco películas nominadas, que tomó el lugar de los habituales monólogos cargados de referencias a la actualidad política de humoristas como Billy Crystal, David Letterman o Steve Martin, entre tantos otros. Las destrezas de Jackman, llamado por algunas revistas el «actor más sexy del mundo», están volcadas -como se vio ayer, al menos al comienzo- al baile y el canto y no para hacer reír. Cuando se sentó en las faldas de Frank Langella, candidato como actor por «Frost/Nixon», ni siquiera movieron un músculo de sus caras quienes estaban sentados al lado.
La ceremonia, luego del premio a Cruz, continuó con la entrega de los Oscar a los guionistas (una categoría que históricamente se entregaba casi al final): Dustin Lance Black ganó por guión origi-nal («Milk») y Simon Beaufoy por guión adaptado («Slumdog Millionaire»). De inmediato, «Wall E» recibió el Oscar al mejor largo de animación, y «La maison en petit cubes» tuvo el de cortometraje. «El curioso caso de Benjamin Button», luego del primer corte publicitario, se llevaba el Oscar a la dirección artística (obra de los escenógrafos Donald Burt y Victor Zolfo), y «La duquesa» ganó en Mejor Vestuario (Michael O'Connor).
El rating norteamericano de la transmisión de los Oscar fue en picada en las últimas ediciones y ayer se temía otro descenso: la ceremonia, además, choca con un año de crisis económica, y ése no era el único mal: algunos anunciadores históricos se retiraron (como General Motors y L'Oréal), y la mayor parte de las películas nominadas no eran justamente títulos populares, sino independientes.
La audiencia estadounidense tocó un mínimo de 32 millones en 2008, por debajo de los 40 millones del año anterior. De esa forma, se trató de crear mayor misterio acerca de quiénes serían los presentadores, a quienes no se permitió entrar por la alfombra roja, como si esa intriga pudiera ser lo suficientemente poderosa como para pegar a la gente a la televisión.
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