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“Quería contar qué hicimos los españoles en América”
Periodista: ¿Es cierto que con sus seis novelas lleva vendidos 20 millones de ejemplares?
Matilde Asensi: Más. Paramos a los 20 millones porque pedí que dejaran de contar que ya me estaba poniendo demasiado nerviosa. No me podía imaginar algo así. Esa cifra corresponde al total de mi obra vendida en los 16 países donde está publicada.
P.: A pesar de haber alcanzado esa cifra de lectores, es la primera vez que visita la Argentina.
M.A.: No sé por qué no he venido antes. Para mí América siempre fue muy importante, con dos lugares fundamentales: México y la Argentina. Es más, cuando cambié de editorial, pasé de Random House a Planeta, uno de los motivos, una de las condiciones, fue América. Así aquí estoy, y vengo de México. Si bien es la primera vez que vengo, en Hispanoamérica tengo muchos lectores.
P.: ¿Cómo surge en usted una saga del Siglo de Oro español que no trata de la cultura sino de un momento, tras la conquista, pleno de intrigas y aventuras?
M.A.: El Siglo de Oro, que es muy importante desde el punto de vista literario y artístico, no era lo que quería contar. A mí me interesaba qué hicimos los españoles en América. Un tema tabú que los españoles vivimos con culpabilidad y con responsabilidad. Mucha gente aquí nos tiene cierto rencor por lo que pasó hace 500 años. Quería saber qué fue lo que hicimos tan terriblemente mal, porque de hecho mal lo hicimos. A la vez me sacaban de las casillas las películas estadounidenses de piratas, de los «Piratas del Caribe» y compañía, en que el bueno era siempre el pirata anglosajón, rubio de ojos azules que era buenísimo. Mataba, robaba pero no importa, era bueno, era el héroe, el que enamoraba a la chica. Y luego estaban los malvadísimos gobernadores españoles. Y así fue que quise saber más. Y a mí no me interesaban ni las tres carabelas de Colón, que ya es un tema muy aburrido, ni la época de la conquista militar. Quizá eso no me interesaba porque como mujer el tema militar no me dice mucho. Me interesaba ese momento posterior de la colonización, porque no nos han contado qué pasó entonces. Me di cuenta que tenía mucho para contar, y por primera vez me planteé una trilogía, que se cierra con «La conjura de Cortés», la novela que he venido a presentar.
P.: Y cuenta la historia desde la voz de una mujer que se traviste de hombre.
M.A.: Bueno, eso era común en aquella época y ha sido borrado de la historia. Hubo mujeres que como no entendían que con aquellas faldas largas y aquellos corpiños podían hacer cosas diferentes, y se vestían como los hombres. Isabel Barreto de Mendaña, viuda del descubridor de las Islas Salomón, se puso la ropa de su marido muerto en plena travesía, y dijo que iba a comandar la flota de 60 galeones. Los capitanes de las naves dijeron que no, que cómo una mujer va a llevar una flota. Pero la flota la había pagado su familia, los Barreto del Callao. Y vestida de hombre subió a la cubierta del capitán y dijo: «esta flota la comando yo, quien no quiera que se vuelva al Perú». Algunos se fueron. Ella llegó a las Salomón, a Filipinas, anduvo por el Pacífico, cruzó el Atlántico, hizo el torna viaje hasta el norte de América, y bajó costeando hasta el Callao. Fue la primera mujer que fue almirante en la navegación española. El Rey la nombró Adelantado de las islas. ¿Quién recuerda a Isabel Barreto? Nadie, y como ella a muchas.
P.: ¿Fue fuente de inspiración para su protagonista, Catalina Solís, que se hace conocer como el aventurero Martín Nevares?
M.A.: Catalina y su hermano Martín quedan huérfanos, entonces su tío que está en la Isla Margarita, les ofrece traerlos, pero para eso ella debe casarse con el hijo de un socio, al que de chico le dieron un mazazo en la cabeza y está un poquito retrasado. Viajando a América los atacan piratas ingleses y quedan por dos años en una isla desierta. Su hermano muere, y el aya que la acompaña la viste con la ropa de él para que no la violen y no abusen de ella. Tiene 14 años y descubre que con esa ropa puede hacer muchísimas cosas que no se le permitirían vestida de mujer, y ahí se transforma en Martín Nevares, porque la prohija Esteban Nevares, un criollo de Santa Marta, en lo que entonces era «Tierra Firme», nombre de la primera novela de la saga, porque América aún no tenía ese nombre. Nevares la adopta porque quiere tener un hijo a quien dejarle su barco y sus bienes. A partir de ahí ella es Catalina o Martín en función de lo que le conviene en cada momento.
P.: Hasta que, en «La conjura de Cortés», ya no puede seguir con esa doble personalidad.
M.A.: Tiene 23 años y ya no puede disimular, se le nota demasiado que es mujer. La ropa de hombre no le oculta las formas, piensa que ya no engaña a nadie y que ya puede seguir siendo quien ha logrado ser. La de esa mujer es una ficción que se adapta a hechos históricos que son escrupulosamente ciertos como la conjura contra el rey de España o la búsqueda del legendario tesoro de Hernán Cortés. Yo no invento tanto, estudio y encuentro. No soy historiadora, soy periodista, como tal soy muy exigente con la documentación, con lo que recreo.
P.: ¿El final de la saga tiene un buscado happy end?
M.A.: Siempre tengo happy ends. Escribo novela histórica en el género de aventuras, si escribiera otro género tal vez no tendría happy end. Si se ha mantenido al lector en una aventura con tensión narrativa, con ritmo y fuerza, no se lo puede abandonar con un final que no le deje buen sabor de boca. Yo escribo lo que me gustaría leer, ¿por qué tendría que poner otro tipo de final? La vida ya es terriblemente complicada y llena de problemas, y esto es ficción, una aventura. Si queremos otra cosas, amplias y extensas son las bibliotecas.
P.: ¿Qué vínculo siente que tiene con el gran escritor español actual de novela histórica de aventuras, Arturo Pérez-Reverte?
M.A.: Tantos que no sabría por dónde empezar a enumerar. Los dos venimos de mundo del periodismo. Los dos nos hemos decantado por el mismo género literario. Él fue el hermano mayor que abrió el camino a los demás, aun así nos llevamos bastantes bofetadas por parte de la crítica, pero él fue el primero y se las llevó todas, el pobre. Lo leía con gran admiración cuando aún no era novelista porque es un magnífico escritor, pero no creo haber dejado que sus obras influyan en las mías. No intento ir pisando donde él ha pisado, busco llevar mi camino. Y así ha ocurrido con otros autores, como Julia Navarro. La novela histórica ha sido un fenómeno fantástico,en España hemos pasado del 4 por ciento de población lectora al 56 por ciento en 12 años, porque la gente se ha sentido libre de leer lo que quería. Y fue Arturo Pérez-Reverte el que abrió esa senda, el primero que nos dio a los españoles la oportunidad de leer lo que queríamos. No teníamos eso antes. Antes había un grupo de gente que era la que escribía y al mismo tiempo hacía la crítica literaria, y eran los que dominaban la prensa y decían que eran sólo sus obras las que había que leer, porque era la única buena literatura. Los géneros estaban proscriptos. Leer una obra de género estaba mal visto, no era ser culto. Y en esa locura de mundo aparece Arturo haciendo lo suyo, mira qué tipo valiente.
P.: De algún modo se retoma una gran tradición literaria popular española, donde están los libros de Benito Pérez Galdós, de Pío Baroja, de Vicente Blasco Ibáñez.
M.A.: Pero es distinta de la de ellos, porque las épocas son distintas y cada uno responde a su situación histórica. Esa gente escribió hace un siglo una literatura acorde a su momento, a aquella España, y hemos cambiado más que tanto. La literatura responde siempre a su momento. Cada época demanda un tipo de literatura. El tiempo pone la literatura en su sitio. Cuando salió «Don Quijote» fue best seller, se vendieron de inmediato sus 500 ejemplares, y fue traducido rápidamente a todos los idiomas europeos. Cervantes escribió un libro con humor, que nos divierte, y por eso fue best seller. ¿Quieren convertirlo en otra cosa? Vale, convirtámoslo en lo que queráis pero la realidad es que es un libro que se disfruta, con el que se lo pasa bien, que tuvo una tirada inmensa para su época, y la gente se lo pasaba de mano en mano porque quería compartir los buenos momentos que le hacía pasar. Y esa es la realidad.
P.: ¿Qué está escribiendo ahora?
M.A.: ¿Cree que estoy escribiendo algo? [Se ríe]. Anoto ideas, me planteo cosas que quiero estudiar, pero desde que entregué el libro no he parado, que revisar las pruebas de página, que sacar fotos, que hacer presentaciones, que salir de gira. No he tenido tiempo de sentarme a pensar una historia, a elegir el formato, el modo de narrar. Y tiene que ser algo que me apasione. Dedicando dos o tres años por libro si no me apasiona no voy a entregarle mi vida. A esta saga le entregué siete años porque me apasionó conocerla y contarla.
Entrevista de Máximo Soto
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