29 de abril 2008 - 00:00

La geometría sensible de Carlos Cáceres Sobrea

Una de las 30 obras pertenecientes a la Colección Cáceres Sobrea que el MACLA platense prestó al Museo de Arte Construido para su exhibición.
Una de las 30 obras pertenecientes a la Colección Cáceres Sobrea que el MACLA platense prestó al Museo de Arte Construido para su exhibición.
El Museo de Arte Contemporáneo de La Plata (MACLA), por intermedio de su director, César López Osornio, propició la muestra de la muestra de su Colección Cáceres Sobrea, integrada por treinta obras, que se acaba de inaugurar en el Museo de Arte Construido (MAC, Ayolas 441), que dirige el artista Lipa Burd, y cuya ampliación será realizada por el arquitecto Justo Solsona.

El artista Carlos Cáceres Sobrea, nacido en Chilecito, La Rioja, en 1923, reside en Francia adonde se trasladó en 1953 (desde 1980, vive y trabaja en Gif Sur Yvette). En París, concurrió a la Escuela Nacional de Arquitectura y la Escuela de Bellas Artes y Diseño. No sólo ha sido reconocido por sus pinturas caracterizadas por la abstracción geométrica, sino también por sus obras arquitectónicas.

«Conocí a Carlos en París a principios de la década del 80. Juntos armamos una exposición 9 artitas del Espacio Latinoamericano de París, en la galería El Retiro de Julia Lublin. Creo que fue su primera muestra en Buenos Aires», recuerda Burd en el texto del catálogo.

El proyecto del Museo de Arte Construido tiene su origen en el Museo Virtual Art Construit, en Internet, iniciado por Burd en el año 2000, junto a Horacio García Rossi y Pierre Silberzahan. «Todos frecuentábamos la Galería de Claude Dorsal, además de Arden Quin, Jesús Soto y muchos otros artistas», señala Burd.

En los años 50, cuando Cáceres Sobrea llegó a París, el cabaret «L'Escale» en la calle Monsieur Le Prince, un viejo café de estudiantes, se convirtió en un espacio de encuentro para jóvenes artistas que luego serían celebridades. Lo frecuentaban, entre otros, el venezolano Soto. Allí cantaban folklore latinoamericano acompañados por flautas, quenas y bombos. «Un numeroso público de intelectuales del barrio latino descubrió, gracias a ellos, ritmos y sonoridades nuevas de un continente aureolado de exotismo», escribieron en su libro «Las Américas Latinas en Francia», Pierre Kalfon y Jacques Lenhardt, ex presidente de la Asociación Internacional de Críticos de Arte, invitado por el CAYC a Buenos Aires.

Soto (1923-2005), fue uno de los fundadores de la estética neoconstructivista, a la cual aportó una muy particular contribución. El arte fue, para él, no una expresión sino el conocimiento de la realidad sensible de lo inmaterial. Las propuestas de Cáceres también plantean la disyuntiva entre pensamiento y sentimiento y buscan que las abstracciones surjan en el espectador como disparadores.

Henri Ciriani, otro latinoamericano en Paris, incluido en el panorama de la arquitectura francesa contemporánea, también representa un punto de continuidad de las ideas del Movimiento Moderno. Oriundo del Perú, se radicó en Francia a los 24 años, en 1964. Tomó la ciudadanía francesa a los 40 años, por admiración a Le Corbusier, quien lo hizo a la misma edad, medio siglo antes, en 1927. Ciriani, sin embargo, ha destacado la incidencia en sus obras de condiciones ligadas a su origen latinoamericano: la capacidad de crear con entera libertad interior y, la vivencia de la amistad como un valor máximo.

Estas referencias están presentes en su comentario acerca de la obra de Cáceres Sobrea: «Cáceres y yo compartimos el origen sudamericano, el gusto de la amistad y la actitud moderna. Franjas lineales relacionadas entre sí por reglas simples, delimitan el espacio abstracto pintado por Cáceres. Estas frutas así compuestas le permiten establecer una dilatación del color, una sutil ambientación que genera la arquitectura luminosa de su pintura.»

Los historiadores coinciden en que fue Kandinsky quien, hacia 1910, abolió los últimos vestigios de la figuración, y toman a una acuarela suya de entonces como el nacimiento del arte abstracto. En 1913, en Moscú -ciudad natal de Kandinsky-, iniciaba Malevich un camino propio con su « Cuadrado negro sobre fondo blanco». A las formas imprecisas de Kandinsky y otros abstractos (Delaunay, Marc, Kupka, Picabia), opuso Malevich los trazos rigurosos de la geometría. Dos años más tarde, en el obligatorio Manifiesto de la escuela de vanguardia, Malevich bautiza como suprematismo al arte que preconizaba y al que había llegado a través del cubismo y del futurismo.

Ese creador, sin embargo, merece quedar subsumido en el constructivismo, que entre 1920 y 1930 reúne a artistas como Malevich, Tátlin, Lissitsky, Rodchenko y Gabo.

Entre tanto, la abstracción geométrica -así denominada para diferenciarla de la abstracción orgánica o lírica de Kandinsky- recibe dos grandes impulsos: el neoplasticismo de los holandeses Mondrián y van Doesburg, del belga Vantongerloo y el alemán Vordemberge-Gildewart, que surgen hacia 1917, y los logros de la Bauhaus (1919-23), donde enseñaban Moholy-Nagy, Klee y Albers.

Un hecho culminante fue la exposición internacional de artistas abstractos organizada en París, en 1930, por el pintor uruguayo Joaquín Torres García, geométrico, y el crítico Michel Seuphor, fundadores de la fugaz revista «Cercle et Carré». Al mismo tiempo, van Doesburg, separado del grupo, acuña para una publicación que edita en 1930, el nombre de arte concreto. Cuando Torres García retorna al Uruguay en 1934, funda la Asociación de Arte Constructivo y edita «Círculo y Cuadrado», segunda época entre 1936 y 1943. En ese año, abre un taller de enseñanza donde introduce en el Constructivismo a decenas de alumnos.

La década del 40, en la que se inicia la consolidación del arte argentino, los hitos de entonces son el Manifiesto de los Jóvenes contra la figuración, emitido en 1941 por Claudio Girola, Alfredo Hlito y Tomás Maldonado; la edición en Buenos Aires, en 1943, de «Universalismo constructivo», de Torres García -que sucede a su muestra y sus conferencias de 1942, y sirve para estrechar las relaciones con sus admiradores de aquí-; la publicación, en 1944, del único número de «Arturo, revista de artes abstractas» y órgano de los nuevos creadores; y, en 1945-46, el cisma: la Asociación Arte Concreto-Invención (Maldonado), y el Movimiento Madí (Arden Quin). Un tercer desprendimiento es el Perceptismo de Lozza (1947). Entre las variantes constructivistas, el arte cinético y el Op-tical-art (el Op art), pusieron el énfasis en la luz y en el movimiento, representados en la tela u obtenidos por medios mecánicos en esculturas y objetos. La semilla sembrada en la segunda mitad de la década del 40, fertilizó a tres generaciones de creadores argentinos y su incidencia fue decisiva.

Sobre la obra de Cáceres Sobrea, enraizada en esa línea, Philippe Carteron escribió en «Le Nouvel Observateur»: «El abre espacios ambiguos, construidos a partir de múltiples dibujos preparatorios y desarrolla las más sutiles propuestas. Reina, en esta serie de obras de los últimos años, una gran serenidad y una calma absoluta».

Cáceres Sobrea integra lo que Aldo Pellegrini llamó en su momento la geometría sensible.

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