26 de septiembre 2007 - 00:00

"Luces del atardecer"

«Luces delatardecer» noes lo mejor delsiemprerefinadodirectorfinlandés AkiKaurismaki,que ya se vemecanizado,pero tieneinterés ymucho tango,incluidos dosclásicos deGardelcompletos.
«Luces del atardecer» no es lo mejor del siempre refinado director finlandés Aki Kaurismaki, que ya se ve mecanizado, pero tiene interés y mucho tango, incluidos dos clásicos de Gardel completos.
«Luces del atardecer» (Finlandia, 2006, habl. en finlandés). Guión y dir.: A. Kaurismaki. Int.: J. Hyytiainen, M. Jarvenhelmi, M. Heiskanen, I. Koivula, S. Doudko, S. Peltola.

Después de las deliciosas «Nubes distantes», «Juha» (remake mudo de un melodrama mudo) y «El hombre sin pasado», todas ellas historias tristes de desenlace complaciente, el refinado artista finlandés Aki Kaurismaki nos entrega una más, también de desenlace más o menos optimista, aunque un poco menos deliciosa. Pero, en cierto sentido, más tanguera. Por algo al comienzo y al final se oyen, completos, dos temas de Gardel.

Esto no debe sorprendernos. Los finlandeses aman el tango, y tienen su propia versión del mismo, vale decir, el tango finlandés. Promediando la película se oye, precisamente, a uno de sus representantes, Olavi Virta, en una grabación de los '40, con un tantito de contaminación melódica de alguna otra cosa española, y una letra muy tocante, que expresa los sentimientos del hombre detenido en una tierra helada, mientras las aves migratorias tampoco este año van a llevarlo con ellas, hacia zonas lejanas y cálidas. Para más datos sobre el tango finlandés se recomienda el exhaustivo libro del pianista e investigador Pedro Ochoa «Tango y cine mundial».

Sigamos, o mejor dicho empecemos con la película. El tema que escuchamos al comienzo se titula «Volver». El detalle es que al comienzo nadie vuelve, porque todavía nadie se ha ido, pero todos parecen estar filosóficamente de vuelta. El mismo personaje del cuento, empleado de una empresa de seguridad, parece estar de vuelta. Pero es un gil. Se deja engañar tontamente por una rubia que trabaja para el jefe de una banda de ladrones de joyas. Y encima después deja que ella lo involucre ante la policía.

Ahí es donde, años después, va a volver, realmente (ya se imagina el lector) de la cárcel. ¿Por qué no supo defenderse y acusarla? De acuerdo a lo que vemos en pantalla, fue por lealtad, no tanto a una historia de amor, que no la hubo, ni a un momento de amor, aunque sea fingido, que la otra le hubiera dado, y ni siquiera a una promesa de amor, sino apenas lealtad al recuerdo de una ilusión de amor que tuvo el hombre.

No se crea que la otra tira manteca al techo. Es gracioso verla, vestida de rubia fatal, pasando angustiosamente la aspiradora en el bulín, mientras su jefe y el resto de la pandilla juegan al póker. Para la protagonista María Jarvenhelmi, que estuvo semanas atrás en Buenos Aires, ésa es una alusión al cargo de conciencia de Lady Macbeth tratando de limpiarse las manos. En fin, una pequeña muestra del típico sentido del humor de Kaurismaki, tan aparentemente frío y distante como siempre. La cosa bien podría seguir con unas líneas de «Confesión», «Tomo y obligo», y, mejor todavía, «Uno», pero, tras algún resabio de via crucis amoroso, cuando el hombre acepta al fin la luz de otro amor,al que antes se negaba, lo que surge es otro tema de Gardel que no viene exactamente al caso, pero igual se recibe con gusto, porque es un clásico muy lindo, y calza justo para terminar bien la película. Que no será lo mejor de Kaurismaki, que ya se ve muy mecanizado, pero, en fin, sigue teniendo lo suyo.

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