21 de marzo 2009 - 00:03
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Divididos en grupos de doce personas, los participantes fueron disputando cada rayuela a los saltos y arrojando las "piedras mágicas" sobre las escaleras numéricas, hasta llegar al "cielo", casillero que marca el triunfo en este juego.
Los ganadores de cada serie de rayuelas se llevaron como trofeo las "piedras mágicas" fluorescentes firmadas por Marta Minujín, una de las artistas argentinas contemporáneas más conocidas internacionalmente.
La creadora, cuya frase preferida es "¡arte, arte, arte!", definió a este "Rayuelarte" como un "juego metafísico que lleva de la tierra al cielo".
La música también fue parte de esta expresión de arte popular, ya que el juego fue amenizado por un centenar de saxofonistas que interpretaron música de Charlie Parker, a quien Cortázar admiraba y en el que se inspiró para su cuento "El perseguidor".
Según Minujín, la sola fotografía de estas rayuelas multicolores sobre el pavimento basta para demostrar que los argentinos son "más alegres que todos los países del mundo juntos, por lo menos este día".
"La cultura genera mejores condiciones de convivencia y Cortázar para esto es un cómplice fantástico", dijo el secretario de Cultura de Buenos Aires, Hernán Lombardi, quien destacó el espíritu "juguetón y lúdico" que se quiso imprimir a este homenaje al autor de "Historias de cronopios y de famas".
Por eso, la elección de Minujin para plasmar este "espíritu lúdico" no es azarosa: esta artista "pop", reconocida también por su aspecto extravagante, sus "happenings" en la década de 1960, sus colchones "technicolor" y las esculturas fragmentadas, ha hecho del "arte efímero" una marca registrada.
Este tipo de expresión plástica de carácter breve y fugaz, pensado para las masas, busca que el espectador pase de ser un simple observador a un participante que absorbe toda la carga simbólica y cultural de un hecho artístico.
En este sendero, Minujín ya había revolucionado la 9 de julio en 1983 -año de la primera publicación de "Rayuela"- con un gigantesco "Partenón de libros", réplica del griego, recubierto con libros prohibidos durante la dictadura militar que acababa de terminar y que los espectadores se llevaron a sus casas.
Otras muestras de su peculiar arte en Buenos Aires fueron el montaje en 1979 de una réplica del Obelisco porteño, de 36 metros de alto, recubierto por 10.000 paquetes de pan dulce que luego fueron distribuidos entre el público, y su "Venus de Queso" (1981), copia de la Venus de Milo realizada con una estructura de hierro recubierta con cuadrados de queso.
Fuera de Argentina, algunas de sus expresiones más populares de "arte efímero" fueron "La Torre James Joyce de Pan", montada en 1980 en Dublín, que fue consumida por el público, y su "Carlos Gardel de Fuego", que exhibió en 1981 durante la IV Bienal de Medellín (Colombia), una estructura metálica con la figura de Gardel, de 17 metros de altura, recubierta con algodón, que fue prendida fuego
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